sábado, 5 de octubre de 2013

Castros de Penalba y Troña: El culto a la serpiente en el Suroeste de Galicia.

En este artículo voy a realizar una aproximación al significado de las representaciones de serpientes en los petroglifos gallegos, asunto sumamente complicado ya que no existe acuerdo entre los distintos autores y las discrepancias son muy notables.

La serpiente es un animal que aparece con asiduidad en la tradición gallega. Al igual que sucede en otras leyendas irlandesas y britanas, en la mitología gallega aparecen mujeres encantadas o mouras que toman la apariencia de serpientes. Las antiguas creencias populares también refieren la presencia de la serpiente vinculada a santos o a difuntos que adoptan esta forma.

Aún hoy en día la mención la serpiente es muy frecuente en la toponimia de Galicia y actualmente, entre otros, todavía se conserva en los siguientes lugares: Pozo da Serpe y Furna da Serpe (Vigo); Cabo da Serpe (Redondela); Rabuserpe (Moaña); Serpe (Poio);  A Serpente (O Grove); Cabo da Serpe y Cavadas da Serpe (A Lama); Cova da Serpe (Ferrol); Sobre a Serpe (Cedeira);  Cova da Serpe (A Laracha); Pena da Serpe (Moeche); A Serpe y Fonte da Serpe (As Somozas); A Serpente (Touro); Camiño da Serpe (Paderne); Cruceiro da Pedra da Serpe (Ponteceso); Serra da Cova da Serpe (entre las provincias de A Coruña y Lugo); Cova das Serpes y Rego das Serpes (Barreiros); Cal da Serpe (Viveiro); A Furada da Serpe y Montes da Serpe (Foz); A Serpentiña (Pantón); Val da Serpe (Manzaneda).

Podemos encontrar representaciones de serpientes en diversos castros galaico-portugueses, como el de Baldoeiro (Trâs os Montes. Portugal), Trega (A Guarda), Penalba (Campo Lameiro) y Troña (Ponteareas).

De los petroglifos del grupo galaico de arte rupestre, probablemente las dos representaciones de serpientes más importantes son la pedra da serpe del castro de Penalba y la serpiente del castro de Troña. Comenzaré por describir estas dos insculturas, para posteriormente hacer un breve repaso del mito de la serpiente en diversas culturas europeas. Por último intentaré esbozar algunas conclusiones sobre los posibles significados y orígenes de las representaciones de serpientes en las insculturas gallegas.

La Pedra da Serpe del castro de Penalba

El castro de Penalba se encuentra en el monte Agüeiros, en la parroquia de San Miguel de Campo del Concello de Campo Lameiro. Para llegar hasta el castro debemos salir de Campo Lameiro por la carretera PO-221 en dirección Moraña y subir dos kilómetros hasta el alto del monte Agüeiros, donde nos desviamos a la izquierda por una pista asfaltada que lleva hasta el castro.

El castro de Penalba es un pequeño poblado habitado desde el período del Bronce Final (1200-600 a.C) y que fue destruido por un incendio generalizado. Ya en la Edad del Hierro fue reconstruido y se le añadió una muralla de protección, siendo habitado durante un breve período de tiempo y después abandonado, por motivos desconocidos, quizás a finales del siglo V a.C.

Se trata de uno de los poblamientos castreños más antiguos de Galicia (650 a.C) ), lo que demuestra que la cultura castreña tuvo su origen en pleno período del Bronce Final. Las dataciones por carbono14 arrojaron unos resultados muy controvertidos, ya que van desde el siglo XIV al IV a.C. (Álvarez Núñez).


El castro consta de dos terrazas, la inferior de planta circular y de unos cien metros de diámetro. Tenía una finalidad defensiva, hallándose sobre un talud cuya altura va de los tres a los seis metros y rodeada por una muralla con una rampa de acceso de un metro de ancho. Sobre la parte SE de la primera terraza se sitúa la segunda, en la cual se encuentra actualmente la capilla de San Antoniño. Al lado de la capilla, en una roca orientada al O, se encuentra el petroglifo conocido como la Pedra da Serpe.


La roca mide unos 3 m de largo y 2 m de altura máxima, En la cara casi vertical y orientada al SE, aparecen grabadas dos figuras serpentiformes paralelas que parecen estar reptando. La mayor mide unos 205 cm de largo y 195 cm la menor. A su lado aparecen grabadas unas cavidades que se asemejan a dos huevos.

El petroglifo se encuentra en la parte superior del castro, que es la que se destina a fines rituales y ceremoniales.

La serpiente del castro de Troña

En la carretera de Ponteareas a Mondariz se encuentra el castro de Troña, cuya cronología va desde el siglo VI a.C. hasta el siglo II d.C. Actualmente, en el castro se encuentra la ermita del Dulce Nombre de Jesús, tres cruceros, una fuente y un mirador del valle del Tea.


El castro mide unos 200 m en su eje E-O y 150 m en el eje N-S. El recinto es de forma elíptica, con amplias terrazas al O y un ancho foso al E que lo protegen en el lugar en el que el acceso es más sencillo. Presenta dos murallas que lo rodean, cuyo grosor varía de 5,5 a 1,5 m, con una altura de 2 a 5 metros. Destaca el torreón que posee la primera muralla en su parte E y el foso de 18 metros de altura y 10 metros de ancho, excavado en roca y por el que actualmente pasa la pista de acceso al castro. El sistema defensivo se completa con dos parapetos de piedra y tierra de 6 m de largo y 3 m de altura. Se supone que al menos existían dos entradas, una al E junto al torreón de la primera muralla y otra al O en la segunda muralla.


Sólo han sido excavadas unas treinta viviendas de planta circular, elíptica, cuadrada y rectangular, la mayor parte por los arqueólogos Pericot y Cuevillas, que corresponden a diversas fases de construcción. Este castro se caracteriza por una arquitectura en piedra monumental, una gran densidad de población y por la presencia de una impresionante muralla defensiva. Además se aprecian restos de varios hogares formados por piedras hincadas, pías para el ganado y amarradoiros bellamente decorados.


La primera población de este castro comienza en los siglos VI a V a.C, prosigue durante los siglos IV a II a.C y concluye en el siglo I a.C. En 1982 se realizó una excavación (Hidalgo Cuñarro) y la datación del carbono 14 para la zona estudiada estableció una antigüedad del 275 a.C. En esa excavación se hallaron numerosos restos de cerámica de los siglos III a I a.C, algunos de los cuales son muy semejantes a otros encontrados en Numancia y fechados en el 133 a.C. Es de señalar la presencia de motivos decorativos de tipo estampillado, muy similares a los característicos de la Bretaña de los siglos III a I a.C. También se halló una cuenta de pasta vítrea azul proveniente del comercio marítimo o romano, objetos de bronce, como una cuenta de collar o pulsera del final de la Edad del Bronce o principios de la Edad del Hierro, así como los fragmentos de unos pendientes acampanados de los siglos V a IV a.C (J.M. Hidalgo Cuñarro).

Destacan otros restos arqueológicos, como fragmentos de ánforas romanas, varias labras castreñas, molinos de mano circulares y naviculares, monedas de bronce romanas, fíbulas, hebillas, alfileres, apliques y hachas de hierro.

Estos restos demuestran, una vez más, que los castros no eran reductos aislados, si no que formaban parte de una compleja red de relaciones comerciales y culturales con lugares muy alejados, tanto de la órbita atlántica como de la mediterránea. Por sus características arquitectónicas, demográficas, así como por los restos arqueológicos, podemos suponer que este castro estaría gobernado por una clase aristocrática que dirigía el comercio de los bienes importados del S de la Península.

En el castro da Troña destaca el petroglifo que representa la figura de una serpiente en posición heráldica, grabada en una roca con forma de altar para sacrificios, orientada hacia el E. En la parte superior de la roca se labró un canal, por el cual correría la sangre de las víctimas, para caer sobre la parte vertical y lisa de la roca en la que se halla la inscultura de la citada serpiente. Al igual que sucede con la Pedra da Serpe del castro de Penalba, este altar se encuentra en la cima del castro, destinada a fines rituales y ceremoniales.



También se localizaron otras insculturas, grabadas en la roca que sirve de base a una construcción castreña, y en la que se aprecian figuras ovales y líneas rectas.

El petroglifo del castro de Troña, se ha interpretado a menudo como la prueba que confirmaría la presencia de los sefes en Galicia.

La serpiente en la mitología europea

La serpiente ha sido un símbolo utilizado con frecuencia por diversas culturas de la antigüedad. Para algunas mitologías mediterráneas, la serpiente era un ser del inframundo subterráneo que poseía una carácter ambivalente, ya que por una parte simbolizaba la muerte y el mal, debido a su veneno, pero también podía ser considerado como un animal benéfico relacionado con la salud, la medicina y la regeneración.

Sacerdotisa de las serpientes de Cnossos
(estudiart.wordpress.com)

En las mitologías solares indoeuropeas, la serpiente aparece como un animal sagrado relacionado con el conocimiento oculto. En los cultos mitraicos. la serpiente era también un símbolo de la inmortalidad, ya que surge de debajo de la tierra y muda la piel cada primavera, por lo que se vinculaba con la regeneración, la curación, el rejuvenecimiento y también con la resucitación y la vida eterna.

Aion mitráico. Mérida

Si bien varios autores (Nilsson, Blázquez y García Bellido) consideran a la serpiente como un símbolo de carácter funerario, podemos concluir que parece haber cierto consenso en las diversas culturas en cuanto que su representación está vinculada con la inmortalidad, y es por eso que aparece relacionada con los ritos funerarios puesto que se trata de un símbolo de renovación.

En la mitología celta la serpiente simboliza el conocimiento oculto y el ciclo eterno de la vida y la muerte (Jean Markale). El dios Cernunnos, el señor de las bestias, se representa con cuernos de ciervo, un torque en el cuello y en una mano, y una serpiente en la otra. En ocasiones Cernunnos aparece asociado a la serpiente criófora de cuernos de carnero, emblema de fertilidad y regeneración ctónica. Cernunnos es una divinidad del interior de la tierra vinculada a la función de producción-reproducción de los ciclos anuales, muy frecuente en los panteones indoeuropeos. Este dios, cuyo culto es muy antiguo, se caracteriza por la fuerza, la virilidad, la fertilidad y la regeneración de la tierra. Cernunnos fue despedazado y cocido, pero más tarde resucitó, por lo que también simboliza la vida eterna.

Caldero de Gundestrup (Wikipedia.org)

Otra conocida representación de la serpiente la encontramos en el denominado bastón de  Esculapio, símbolo de la medicina. El griego Asclepio, fue un médico notable y respetado que vivió en Tesalia y que después de su muerte comenzó a ser venerado como dios. Los romanos lo conocían como Esculapio y también aparece en la mitología fenicia, donde recibe el nombre de Sadrafa o Eshmún. El símbolo del bastón de Esculapio surge en el siglo IX a.C. y en él se muestra una serpiente que está enroscada en una vara. Según la leyenda, Esculapio estaba en casa de Glauco, quien se hallaba al borde de la muerte. De repente, apareció una serpiente y Esculapio la mató con su bastín. Entonces entró en los aposentos una segunda serpiente, llevando en la boca unas hierbas que dio a comer al reptil que yacía muerto, el cual revivió de inmediato. Esculapio, que contempló la escena, tomó del suelo parte de las hierbas y se las administró a Glauco, el cual sanó.

 Esculapio
 (Wikimedia.org)

La serpiente es un tema recurrente en los mitos griegos. En uno de ellos, se describe la creación del mundo por parte de Eurínome y la serpiente Ofión:

“ Al principio, Eurínome, la diosa de Todas las Cosas, emergió desnuda del Caos y no encontró nada sólido donde posar sus pies: separó entonces el mar del cielo e inició sola una danza sobre las olas. Siempre danzando, se dirigió hacia el sur, y el viento que se arremolinaba a su espalda le pareció algo nuevo y distinto; pensó por ello comenzar con él la obra de la creación. Se volvió de improviso, agarró el Viento del Norte y lo restregó entre sus manos; y he aquí que apareció la gran serpiente Ofión.....que llena de deseo, enroscó con sus espirales los miembros de la Diosa y se acopló a ella. Ahora bien, el Viento del Norte llamado Borea, es un viento fecundador...........y así quedó encinta Eurínome.

Inmediatamente, volando sobre el mar, tomó ella la forma de una paloma y, a su debido tiempo, puso el Huevo Cósmico. Por orden de la diosa, Ofión se enroscó siete veces en torno al huevo, hasta que se partió y emergió todo lo que existe, hijos de Eurínome: el sol, la luna, los planetas, las estrellas, la Tierra con sus montes, ríos, árboles y las criaturas vivas.


Eurínome y Ofión se establecieron en el monte Olimpo, pero pronto Ofión irritó a la diosa vanagloriándose de haber creado el Universo. Eurínome le dio entonces una patada en la boca y le rompió los dientes, enviándolo a las oscuras cavernas subterráneas...” 

Otra narración de la mitología griega, cuenta como Zeus decidió que Delfos fuera el centro del mundo. Por ello colocó entre sus murallas una roca blanca labrada denominada ómphalos (ombligo). Delfos estaba custodiado por Pyton, una gigantesca serpiente hija de la Tierra y que poseía el don de la adivinación. Apolo peleó con la serpiente y tras matarla, preparó un brebaje con su veneno y al beberlo adquirió su capacidad profética, motivo por el cual multitud de peregrinos se dirigían al templo de Apolo en Delfos para consultar a los dioses cuál sería su destino.

Los romanos recogieron en sus mitos la tradición de la serpiente, vinculándola a diosas como Diana, Proserpina o Juno, diosa de la fecundidad femenina y la maternidad.

Según una creencia romana, cuando se introducía un difunto en el sepulcro su médula espinal se convertía en serpiente. Así lo cuentan Ovidio, Plinio y Claudio Eliano: “Hominis mortui spinam meduliam putrescentem in serpentem convertere ajunt, exorique feram, et serpere animal immanissimum ex mansuetissimo: er bonorumquidem proborumque reliquias quiescere et quietum pro praemio habere; quemadmodum etiam animae ipso bona, quae a sapientibus celebrantur: malorum verohominum spinas post e vita excessum talia monstra parere. At id aut est totum”.

Una costumbre romana, era la celebración de la festividad de la Parentalia en honor de los difuntos. Todos los años, del 13 al 21 de febrero, se visitaban las tumbas de los parientes fallecidos para honrarlos y a la vez comprobar el estado de las sepulturas. Durante esos días se suspendía la celebración de matrimonios y se cerraban los templos. Este sagrado deber de rendir culto a los antepasados recaía en el pater familias y consistía en ofrecer al difunto libaciones de agua, miel, vino, aceite y la sangre de animales de pelo negro. También se ofrendaban semillas, harina y se decoraban las tumbas con violetas. Por último se realizaba un banquete en las inmediaciones de la tumba y se le pedía fortuna y salud al difunto. Ovidio dice que por no haberse cumplido esta obligación durante un período, los muertos salieron de sus tumbas hasta que se les tributaron las honras fúnebres debidas.

En el libro V de la Eneida, Virgilio describe la realización de la Parentalia por parte de Eneas, y la aparición de una serpiente durante el rito:

“Encamínase luego Eneas acompañado de innumerable muchedumbre, al sepulcro de su padre, donde, según el rito de las libaciones, derrama en tierra gota a gota dos copas llenas de vino, dos de leche recién ordeñada y dos de sagrada sangre; esparce por encima purpúreas flores y exclama así: “Salve, ¡Oh santo padre mío! Salve otra vez, ¡Oh cenizas que en vano he recobrado! Y ¡Oh alma y manes paternos! No plugo a los dioses que contigo buscase los ítalos confines, campos adonde me llaman los hados, y el ausonio Tiber, sea cual fuere”. No bien había pronunciado estas palabras, cuando salió del fondo del sepulcro una grande y lustrosa culebra, arrastrándose enroscada en siete vueltas, la cual rodeó mansamente el túmulo y se deslizó por entre los altares; cerúleas manchas matizaban su escamosa piel, salpicada de refulgente oro, cual destella en las nubes el arco iris mil varios colores, herido de los contrapuestos rayos del sol. Pasmóse al verla Eneas; ella, desarrollando el largo cuerpo, va serpeando por entre las tazas y las ligeras copas, prueba de los manjares, y sin hacer daño a nadie vuelve a meterse en el fondo del sepulcro, dejando los altares y sus catadas ofrendas, con lo que, inflamado de mayor devoción, prosigue Eneas las comenzadas honras, dudando si acababa de ver al genio de aquel sitio o al espíritu familiar de su padre. Inmola, según usanza, dos ovejas, otras tantas cerdas e igual número de negros novillos, derramando al mismo tiempo vino de las copas, evocando el alma del gran Anquises y a sus manes libres del lago Aqueronte. Lo propio todos sus compañeros, cada cual según le es dado, traen alegres dones, cargan con ellos los altares e inmolan becerros. Otros colocan en orden las ollas a la lumbre, y tendidos por la yerba, atizan las ascuas bajo los asadores y tuestan las entrañas de las víctimas.”

Además de en las mitologías indoeuropeas, existen también numerosas referencias a la serpiente en la mitología fenicia. Una de las más importantes diosas fenicias era Astarté, asimilación de Ishtar, diosa babilónica de la fecundidad, la sexualidad, la vida y la guerra a la que se representa con un bastón con serpientes entrelazadas. Astarté era diosa de la madre tierra, el amor, la fertilidad, protectora de animales y de los marinos. Posteriormente pasó a ser también diosa de la guerra, por lo que se le ofrecían sanguinarios sacrificios de víctimas. Se la suele representar de pie sobre un león, con serpientes en la mano o rodeando su cintura.

El culto a Astarté llegó a la Península Ibérica de mano de los fenicios de Tiro, quienes fundaron Gadir en 1100 a.C y extendieron su culto por las costas peninsulares, llegando a tener gran difusión al tratarse de una prolongación de la tradición de las antiguas diosas neolíticas.

Los fenicios de Gadir fundaron la colonia de la isla de Bes (Ibiza) en el siglo VIII a.C, en la que se instalaron colonos procedentes de Cartago. En el siglo III a.C comenzaron a acuñar monedas de patrón púnico en las que aparece representado el dios Bes, de frente con una maza y una serpiente. Bes era un dios egipcio cuya imagen era considerada como un amuleto y que estaba asociado a los niños y a las embarazadas, a las que asistía en el parto.

La serpiente y los huevos en la mitología

Resulta muy atractiva la posibilidad de que los dos motivos que aparecen junto a la serpiente del Castro de Penalba sean dos huevos, lo cual no sería extraño, ya que a menudo serpientes y huevos aparecen representadas juntos.

En las diversas imágenes que existen de esta dualidad, la serpiente nunca aparece comiendo o destruyendo los huevos, si no a su lado como complemento. El huevo simboliza el principio de la vida, el nacimiento de una nueva existencia, mientras que la serpiente representa la inmortalidad.

La serpiente y los huevos son los atributos de Sirona, diosa celta de las sanaciones, compañera del dios Belenos y especialmente vinculada a los manantiales curativos. En el arte romano también podemos encontrar la representación conjunta de la serpiente y el huevo, como por ejemplo en diversas pinturas de Pompeya.

 Lararios de Pompeya (Wikipedia.org)

En la mitología fenicia aparece la criatura del Agua y la Tierra, una serpiente dragón alada de dos cabezas, una de toro y otra de león, llamada Cronos Olam. Según Filón de Biblos, Cronos es el más antiguo de los dioses fenicios. Olam es descrito como el sintiempo, el eterno o el tiempo que no envejece (Damascius). Es por lo tanto la divinidad que permanece por encima de todo cambio temporal. No estamos hablando de un tiempo abstracto, si no vinculado a la existencia humana y opuesto a la brevedad de ésta. Así, el sintiempo se refiere al paso de las generaciones, desde un tiempo lejano y hacia un tiempo lejano, desde siempre y para siempre.

En un texto fenicio de Hieronimo y Hellanikos (700-800 a.C) se describe como Olam puso tres huevos de los que nacieron tres hijos: uno era macho, otro era hembra y el tercero era un ser incorpóreo. Por lo tanto de Olam procede la semilla de la existencia, ya que toda vida surge de la unión de macho y hembra.

También existen referencias posteriores a Olam Cronos, como la de Moscho (500 a.C), filósofo fenicio natural de Sidón, al que algunos autores atribuyen la invención del concepto de átomo. Moscho se refiere a una fuente fenicia del IX-VIII a.C, en la que la serpiente Olam Cronos es descrita como el que se hace el amor a si mismo. Igual que en la anterior narración también pone huevos, que se rompen en dos mitades: una mitad representa el cielo y la otra la tierra.

La hipótesis indoeuropea

Una vez que hemos visto someramente la presencia de la serpiente tanto en los ciclos mitológicos indoeuropeos como en los fenicios, el siguiente paso es intentar relacionarlos con pueblos que habitaran Galicia en esas épocas remotas y que pudieran haber sido los portadores de esas creencias.

La influencia indoeuropea en Galicia está presente en los motivos solares: trísqueles, tetrásceles y esvásticas de los castros de Briteiros, Santa Tegra, A Troña y en los petroglifos de Portela da Laxe (Cotobade). Desconocemos los ritos funerarios que practicaban los habitantes de los castros, pero podemos suponer que emplearían la incineración al igual que el resto de los pueblos peninsulares en la segunda mitad del I milenio a.C.

Bosch Gimpera sostiene la existencia de una oleada de pueblos indoeuropeos, que llegarían a la Península alrededor del 700 a.C. (cempsi) y sobre el 650-600 a.C. (sefes, turones y nemetes)Los sefes habitaban las riberas del Rhin hasta que tuvieron que desplazarse, junto con otros muchos pueblos, debido a la presión que ejercían las tribus germanas. Según Bosch Gimpera, alrededor del 600 a.C. llegaron a la Meseta y continuaron hacia el O para instalarse en el valle del Coa (Vilanova de Foz), N de la Serra da Estrela y costa N de Portugal, así como en el S de Galicia a orillas del Miño. A los sefes les siguen los tundros que se establecieron en Tras-os-Montes. Los sefes deben su nombre a la raíz indoeuropea “saeph” que significa serpiente y que fue el apelativo por el que los conocían los romanos, ya que en sus escudos estaba representada la efigie de una serpiente.

Ora Marítima es un poema escrito por Rufo Festo Avieno en el siglo IV d.C, basándose en los textos de varios autores de los siglos VI a IV a.C (Hecateo de Mileto, Helánico de Lesbos, Fileo de Atenas, Escílax de Carianda, Pausímaco de Samos, Damasto de Sige, Bacoris de Rodas, Euctemón de Atenas, Cleón de Sicilia, Herodoto y Tucídides). Se trata de la descripción más antigua de la costa atlántica europea y en ella aparece un conocido pasaje, en el que se relata como una plaga de serpientes invadió la Península Ibérica, motivo por el cual dejó de llamarse Oestrymnis y pasó a ser conocida como Ophiussa, o tierra de serpientes:

Ophiussa porro tanta panditur latus quantam iacere Pelopis audis insulam Graiorum in agro. Haec dicta primo Oestrymnis est locos et arva Oestrymnicis habitantibus, post multa serpens effugavit incolas vacuamque glaebam nominis fecit sui……….. Aryium rursum tumescit prominens in asperum septentrionem cursus autem hinc classibus usque in columnas efficacis Herculis quinque est dierum”.

“Ophiusa se proyecta tanto hacia delante con sus costas como se dice que la isla de Pélope se alarga en el territorio griego. Al principio se la denominó Oestrimnis, y los habitantes de estos lugares y campos eran los Oestrímnios; posteriormente una plaga de serpientes puso en fuga a sus habitantes y logró que esta tierra quedara despojada hasta de su propio nombre.……… El Ario (¿Cabo Silleiro?) se yergue luego imponente, destacándose hacia el desapacible septentrión; por otro lado, desde aquí hasta las Columnas del poderoso Hércules hay una travesía para las naves de cinco días”.

Puesto que en este mismo texto hay otro pasaje en el que se menciona a los sefes, los investigadores Adolf Schulten y Bosch Gimpera plantearon la hipótesis de que las serpientes a las que se refería Avieno eran los citados sefes, ya que el término sefe, utilizado por el autor latino, procedería del griego sepe, que al igual que óphis significa serpiente.

Veamos la referencia a los sefes en el Ora Marítima: “Los cempsis y los sefes ocupan las abruptas colinas del territorio de Ophiusa. Cerca de ellos se establecieron el rápido luso y la prole de los draganos, en dirección hacia el septentrión de abundantes nieves. Pero la isla Petania está dirigida hacia Sefumo, y en ella un puerto extenso se esconde. A continuación los pueblos cinetas son colindantes de los cempsos. Después, el cabo Cinético, por donde se produce la caída de la luz sideral, irguiéndose altivo como último bastión de la rica Europa, cuando ésta se precipita en las olas del Oceáno poblado de monstruos”

La interpretación de Schulten y Bosch Gimpera ha sido rechazada por otros autores como Bermejo Barrera, quien no pudiendo explicar la misteriosa plaga de serpientes, se plantea que el término sefes pudiera tener origen púnico y que éstos fueran los fenicios que vivían en la colonia cercana al estuario del río Sado, en Setúbal. La hipótesis fenicia plantea que la etimología de sefes estaría relacionada con topónimos como Sefar o Baal Sefón. Pero esta hipótesis también tiene sus puntos flacos, ya que si cempsis y sefes eran vecinos, ambos pueblos deberían estar relacionados. Sin embargo la raíz cemp- es indoeuropea y no semítica y parece que pueden existir indicios de que los cempsis practicaban la cremación de los cadáveres, rito funerario muy parecido al de la cultura de los Campos de Urnas.

La hipótesis mediterránea (púnica, griega o ibera)

Ya en el período del Bronce Final existían redes comerciales entre Galicia y el área mediterránea. Fruto de estas relaciones es la llegada al NO peninsular de la metalurgia del hierro a partir del siglo IX a.C.

En el Ora Marítima se describe el comercio tartésico con las Casitérides, que pese a lo ambiguo de la descripción podemos situar en las rías gallegas, donde abundaba el estaño. A estos momentos del Hierro Inicial corresponden los depósitos de hachas de talón de bronce y aleación ternaria hallados en las Rías Baixas, como los del castro de Punta do Muiño do Vento (Vigo).

La influencia púnica fue fundamental en el desarrollo tecnológico, artístico y mitológico de las comunidades del S de Galicia. Los restos arqueológicos nos permiten conocer la importancia de las relaciones comerciales y culturales existentes entre Galicia y el ámbito cultural fenicio, desde la segunda mitad del siglo VI a.C en adelante. Se han hallado restos de origen mediterráneo en todos los castros litorales del NO que han sido ocupados entre el 450 y el 50 a.C, siendo más abundantes en la zona comprendida entre Oporto y las Rias Baixas.

Hasta el siglo V a.C  la llegada de navegantes mediterráneos fue esporádica, pero a partir de esa fecha se produce un aumento exponencial de contactos con los centros comerciales fenicios de la zona del Estrecho de Gibraltar. En esta fase púnica (450-150 a.C.), el intercambio de mercancías se concentra en la costa en lugares denominados emporion, como el de Punta Muiño e Isla de Toralla (Vigo). Los restos de procedencia fenicia correspondientes a esta época se hallaron en los castros litorales y prácticamente no existen en los situados a pocas decenas de kilómetros de la costa.

Los galaicos intervienen en la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C) como mercenarios al servicio de Cartago, lo que demuestra la existencia de fuertes vínculos entre ambas comunidades. Posteriormente, en la fase tardopúnica (150-50 a.C), se produce una mayor integración de Galicia en la koiné del mediterráneo occidental y los contactos comerciales son más regulares y estandarizados. A esta época corresponden los emporia de Santa Trega y de Vigo, en el que se ha hallado un excepcional resto de cuenta de pasta polícroma del sigo II a.C.

En el castro de Santa Trega aparecieron restos del comercio mediterráneo y otros culturalmente atlánticos, como los torques. Santa Trega fue un importantísimo emporion que importó una enorme cantidad de material mediterráneo. De los restos encontrados destaca la cerámica común, cuentas oculadas de pasta vítrea y varios kalathoi ibéricos del NO peninsular. Incluso se llegó a encontrar una estatua de Hércules les en bronce, actualmente desaparecida, semejante a otras de la zona del Estrecho. Esta estatua se halló en la parte superior del castro, que como ya hemos repetido con anterioridad, es la que se destina a fines rituales y ceremoniales. Desde Santa Trega los materiales mediterráneos se distribuían por la zona y a otros castros, como el de Troña, situado a 50 km, y en el que se han encontrado ánforas, cerámicas comunes y kalathoi.

Con los navegantes fenicios llegaron nuevas creencias y mitos, especialmente a la zona costera del SO de Galicia. Tanto el castro de Penalba como el de Troña se encuentran en esta área de influencia, por lo que es más que probable que estas comunidades gallegas entraran en contacto con la mitología fenicia y el culto a la diosa Astarté que se difundió por las costa O de la Península.

En la mitología fenicia aparece la serpiente dragón alada de dos cabezas llamada Cronos Olam, dios de lo eterno descrito como "el que se hace el amor a si mismo". Las narraciones fenicias cuentan como Olam puso los dos huevos de los que proceden macho y hembra. En otros mitos se describe como su huevo se divide en dos mitades dando lugar al cielo y la tierra.

Es difícil determinar con precisión si en los grabados del castro de Penalba aparecen representada una serpiente o dos y si las otras figuras labradas son dos huevos, con los que guardan una evidente semejanza. Esta asociación entre serpiente y huevos es única entre los petroglifos gallegos.





Conclusiones

Como ya hemos visto, la serpiente es un motivo iconográfico que aparece en las mitologías de diferentes pueblos que han pasado por Galicia, lo que dificulta su interpretación. Además, la iconografía es un fenómeno autóctono de cada comunidad, por lo que una misma idea o influencia puede ser transformada aplicando elementos propios de la cultura indígena, lo que supone que el modelo original experimente diversas modificaciones y evoluciones. 

Autores como Bouza Brey y López Cuevillas postularon la existencia de un culto ofiolátrico anterior a la llegada de la influencia indoeuropea, lo que vendría avalado por la representación de la serpiente en megalitos, petroglifos, joyas y estelas. 

Siguiendo esta hipótesis del culto ofiolátrico autóctono, cabe señalar la presencia de dos líneas serpentiformes grabadas en el menhir conocido como Lapa de Gargantáns, localizado en el concello de Moraña y situado a tan sólo a unos 6 Km del castro de Penalba.


Este menhir de aspecto fálico, muestra una escotadura en su parte superior que ha sido interpretada por algunos autores como una representación del glande, y por lo tanto se asocia este megalito con ritos vinculados a la fecundidad. Por lo que se refiere a la serpiente, es uno de los diseños que con mayor frecuencia aparece representado en los megalitos y casi siempre posee un desarrollo vertical.


Posteriormente y según Bouza Brey y López Cuevillas, con la llegada de los elementos culturales célticos a Galicia y la región del Miño, el culto a la serpiente fue un punto de coincidencia entre las creencias de la población indígena y las nuevas, lo que favoreció que estas últimas fueran aceptadas y adaptadas al gusto de la mitología tradicional.

Sin embargo actualmente se descarta la posibilidad de una invasión de pueblos celtas y en su lugar se prefiere hablar de componentes culturales indoeuropeos o sustratos comunes con Centroeuropa. Durante el Bronce Final y los inicios del Hierro, las síntesis entre estas influencias indoeuropeas y las culturas autóctonas dieron lugar al proceso de diferenciación de las distintas culturas peninsulares, lo que motivó que todos estos pueblos presenten un conjunto de rasgos culturales comunes y ciertas peculiaridades regionales.

Galicia quedó incluida en la koiné del denominado circuito del Bronce Atlántico: una amplia red de intercambios comerciales que conectaba las zonas productoras de cobre del SO español y Portugal, así como las dedicadas a la minería del estaño, que iban desde el Tajo a Galicia extendiéndose por toda la fachada atlántica europea, llegando hasta el mar Báltico. Dentro de esta red de intercambios se incluyen tanto influencias indoeuropeas y atlánticas como orientales, que arribaron a nuestras costas vinculadas a la presencia fenicia y de otros pueblos mediterráneos, como griegos y cretenses.

Volviendo sobre las representaciones del castro de Penalba, cabe señalar que en zonas cercanas a este emplazamiento se han hallado tanto un ídolo cilindro como grabados de idoliformes. En A Caeira (Poio), a unos 20 Km de Penalba, se halló un ídolo cilindro que se conserva en el Museo Arqueológico de Pontevedra. Se trata de un ídolo del período Calcolítico (principios-mediados III milenio hasta 1800 a.C) que guarda gran semejanza con los hallados al S del río Mondego y el Alentejo. Además en Fentáns, una aldea situada a 8 Km de Penalba, está la llamada Pedra das Ferraduras, uno de los más importantes petroglifos gallegos en el cual aparecen representados varios ídolos, muy semejantes al cilindro decorado de Samarra (Sintra. Lisboa).

Este tipo de ídolos aparecen en el centro y sur de Portugal y llegaron a Galicia siguiendo la línea de la costa, lo que demuestra la uniformidad de las sociedades del occidente peninsular. Se consideran como una posible representación de la diosa de la fertilidad, adorada por diversas culturas con los nombres de Nin, Isis, Ceres, Isthar o por los fenicios con el nombre de Astarté. Por lo tanto podemos concluir que cerca del castro de Penalba, existen evidencias arqueológicas, que demuestran claramente la influencia de creencias de procedencia oriental, con cuyos cultos de podrían poner en relación las representaciones de serpientes y los posibles huevos que aparecen en este castro.

La posibilidad de que estas representaciones de serpientes tengan un origen “mediterráneo” es también válida para el caso del castro de Troña, que como ya he dicho anteriormente tenía una gran relación comercial con el emporion del castro de Santa Trega. De todos modos, en este caso no se puede descartar que la representación de la serpiente tenga su origen en los sefes,  debido a la escasa distancia a la que se encuentra Troña de las orillas del río Miño, lugar citado por Bosch Gimpera como asentamiento de este pueblo indoeuropeo.



Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.

Nota: Los dibujos de petroglifos que aparecen en este artículo han sido realizados mediante una aplicación informática para la edición y retoque fotográfico.


2 comentarios:

  1. Fascinante a información do blog.

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  2. Cristina De Bernardo13 de octubre de 2013, 12:14

    Muy interesante la información. Gracias.

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