domingo, 31 de agosto de 2008

Viriato, el gran héroe lusitano.


Alrededor del año 155 a.C. los lusitanos mantenían una férrea resistencia ante el invasor romano y caudillos como Púnico (al menos ese era el nombre que le dieron los romanos, aunque seguro que no era el suyo), derrotaban a las tropas comandadas por Manio Manilio y Calpurnio Pisón, dejando tras de sí los cadáveres de 6000 romanos.

El lusitano Púnico consiguió una alianza con los vetones y atacó la Bética y las poblaciones blastofenicias bajo dominio romano. Muerto Púnico  a consecuencia de una pedrada en la cabeza, el mando de los lusitanos recayó en Césaro ó Kaisaros (otra muestra del respeto de los romanos por el nombre real de los indígenas contra los que combatían). Para intentar frenar la rebelión partió desde la Ulterior un ejército al mando de Lucio Mummio, quien en la primera batalla logró vencer a Césaro, pero posteriormente el bravo lusitano arrasó su ejército infringiéndole una derrota vergonzante.

En el año 153 a.C. Mummio volvió a la carga contra los lusitanos al mando de 5.000 legionarios, lo que  provocó el levantamiento de Cauceno, caudillo de los lusos del Sur del Tajo, quienes comenzaron una marcha triunfal hacia el Sur a través de los dominios de los cuneos, súbditos de los romanos, apoderándose de Conistorgis. Apiano narró el imparable avance de los lusitanos, quienes tras vencer a todas las legiones con las que se cruzaban en su camino, embarcaron y cruzaron las columnas de Hércules para comenzar el saqueo de varias plazas africanas, como la ciudad de Ocila. No le quedó más remedio a Mummio que ir tras ellos y después de aniquilar a 15.000 lusos, logró recuperar la ciudad y pudo al fin volver victorioso a Roma.

En el año 152 a.C. llegó un nuevo pretor a la Ulterior, Marco Atilio Serrano, quien logró hacerse con la principal ciudad lusa, Oxthracas, y someter a los lusitanos y a parte de sus aliados vetones, que se vieron forzados a firmar un tratado de paz que pronto rompieron.

Para proseguir la guerra contra los lusos, en el 151 a.C. llegó a Hispania Servio Stilpicio Galba. Al principio su campaña tuvo éxito, pero más tarde fue derrotado y hubo de refugiarse en Karmone tras haber perdido 7.000 legionarios. Partió en su ayuda Lúculo, pretor de la Citerior, quien venció a los lusitanos e impidió una nueva tentativa de éstos para cruzar el estrecho, como ya habían hecho con anterioridad. Lúculo y Galba unieron sus fuerzas, penetraron en la Lusitania y con falsas promesas (una de las más repetidas tácticas romanas), lograron que los indígenas se rindieran, lo que fue aprovechado por los romanos para darles muerte. Ante la bravura de su oponente, sólo mediante la traición y la vileza pudieron alcanzar lo que la justa lid les había negado. El mismo Catón censuró esta estrategia basada en la traición, pero el botín que Galba y Lúculo enviaron a Roma los libró de ser castigados.

De sus bravos oponentes sólo unos pocos lograron escapar, entre ellos uno de nombre Viriato, quién encabezaría un levantamiento masivo que perdurará para siempre en los anales de la historia.

¿Quién era este caudillo a los que los romanos llamaron Viriato? Poco sabemos de él, pero probablemente fue un pastor de la sierra de Estrella cuyo nombre deriva de viria, que en el idioma celtibérico significa brazalete. 

Estatua de guerrero galaico con virias en su brazo. Boticas.

Sabemos de su carácter firme y sobrio a través de la narración de Diodoro, quien cuenta como cuando Viriato se desposó con la hija del rico Astolpas permaneció apoyado en su lanza, distante y ajeno a la pompa que había dispuesto su acaudalado suegro, sin participar en el banquete más que para tomar algo de pan y carne con la que alimentar a sus seguidores, tras lo cual partió a caballo con su esposa hacia las montañas.

Estatua de Viriato. Viseu.

La vil victoria de Galba había infringido grandes pérdidas en el bando luso, pero aún así pudieron reunir 10.000 combatientes que se dirigieron contra la Turdetania, siendo derrotados por el pretor de la Ulterior, Cayo Vetilio, quien logró acorralarlos en un valle. Para evitar ser aniquilados ofrecieron la paz a los romanos, pero Viriato recordó a los suyos lo que había sucedido anteriormente y el peligro que suponía cualquier pacto con Galba.

Viriato concibió una estratagema: en vez de reunirse y facilitar así el exterminio por parte del invasor, mandó que sus efectivos formaran pequeños grupos dispersos que a una señal suya deberían atacar a la vez para intentar romper las líneas enemigas y así poder escapar, mientras él con mil jinetes distraía durante dos días a las tropas de Vetilio, para más tarde encaminarse a Tríbola. 

Tras lograr huir, Viriato preparó una emboscada, para lo cual atrajo a Vetilio hacia un desfiladero (¿quizás en Ronda?), donde rodeó a los romanos y los esquilmó hasta que sólo quedaron 6.000 supervivientes que huyeron hacia la costa. El mismo Vetilio fue hecho prisionero y un luso lo mató al no reconocerlo. Su cuestor, que se había refugiado en Carteia, reclutó a 5.000 hombres de las tribus aliadas de belos y titos y los envió contra Viriato, quien los derrotó con facilidad.

Al año siguiente (148 a.C.) Viriato se encontraba en la Carpetania cuando se vió atacado por 10.000 infantes y 1.300 jinetes al mando del nuevo pretor, Cayo Plaucio. Viriato nuevamente utilizó sus dotes de estratega y fingió una huida, pero la presencia de 4.000 romanos le obligó a volver sobre sus pasos y enfrentarse con sus perseguidores, a los que mató casi en su totalidad. Después cruzó el Tajo y se refugió en una montaña llamada de Venus. Plaucio lo siguió pero fue nuevamente derrotado y tuvo que abandonar la persecución.

Viriato había logrado aniquilar a dos ejércitos romanos y su fama se extendió, uniéndosele guerreros procedentes de todas partes. Llegó hasta Segovia para lograr una entente que no fue aceptada por los vacceos y demás tribus celtibéricas. Pero esto no le desanimó y prosiguió en solitario su guerra contra los romanos y entre el 146 y 145 a.C. venció a los pretores de la Citerior, Claudio Unimano y Cayo Nigidio.

El senado romano no podía soportar tal concatenación de humillaciones y decidió acabar definitivamente con Viriato. El gran general romano Escipión el Africano logró que se nombrase Procónsul de la Ulterior y llegó a Orsona (¿Osuna?) desde donde se trasladó a Gades, pasando el primer año adiestrando a sus tropas. Evitó enfrentamientos directos con los lusos hasta que en 144 a.C. se preparó para atacar a las tropas de Viriato, las cuales llevaban tres años campando a sus anchas por la Bética y la Meseta. Fabio logró vencerlas y las huestes de Viriato sufrieron grandes pérdidas, viéndose obligadas a refugiarse en primera instancia en Baecor (¿Baecula, Bailén?), para luego dirigirse a Córdoba a pasar el invierno.

En el 143 a.C. Viriato luchaba contra el nuevo gobernador de la Ulterior, Quinto Pompeyo, cuando por fin llegó a un acuerdo con las tribus celtibéricas, y junto a los arévacos, titos y belos comenzó la guerra numantina que duraría diez años. El senado romano se alarmó ante la gravedad de la situación y envió a un cónsul de la casa de Escipión, Quinto Fabio Máximo Serviliano, hermano adoptivo de Fabio Máximo Emiliano, al mando de dos legiones (unos 20.000 hombres). Serviliano se dirigió a Itucci y Viriato se le enfrentó con 6.000 efectivos que fueron rechazados por los romanos. Serviliano recibió refuerzos de caballería así como diez elefantes provenientes de Libia y volvió a la carga contra Viriato. Al principio logra derrotar a los lusos, pero Viriato nuevamente se enfrentó a sus perseguidores y logra matar a 3.000 romanos, atacando su campamento y provocando que Serviliano se viera obligado a retirarse a Tucci.

Pero la falta de víveres y de efectivos llevó a Viriato a retornar a la Lusitania para proveerse, lo que es aprovechado por Serviliano para atacar a los aliados de Viriato y posteriormente dirigirse a la Lusitania. Los guerrilleros Curio y Apuleyo, al mando de 10.000 hombres, atacaron a las tropas de Serviliano y lograron en principio apoderarse del botín de los romanos, pero Curio murió en esta batalla y posteriormente los romanos recuperaron su botín. Serviliano sometió a las ciudades de la Bética que se habían sublevado y capturó a 10.000 prisioneros, de los cuales 500 serán decapitados y los restantes vendidos como esclavos. Por su parte Máximo Emiliano hizo prisionero al guerrillero Connobas a quien perdonó la vida por haberse entregado, pero sus seguidores verán amputadas sus manos, castigo brutal que también era practicado por los lusos.

Mientras Serviliano sitiaba Erisana, Viriato aprovechó para atacar y arrinconar a las tropas romanas a un lugar del que no podían salir. En vez de acabar con ellos, Viriato les ofreció la libertad a cambio de un tratado de paz que lo reconociese como amigo de Roma y dueño de las tierras que ya dominaba. ¿Cómo pudo Viriato volver a confiar en los romanos que ya le habían traicionado años atrás? Puede que tomara esta decisión viendo el cansancio de sus tropas tras tantos combates. Los romanos, atrapados y sin otra opción, aceptaron la oferta y Roma la confirmó aunque la consideró una afrenta.

El nuevo gobernador de la Ulterior, Servilio Cepión, hermano de Serviliano, escribió a Roma en 139 a.C y pidió que se anulara el tratado y que el senado le permitiera provocar a Viriato para obligarle a romper la paz y poder acabar definitivamente con él. En principio el senado no aceptó su petición, pero tras mucho insistir Servilio Cepión recibió autorización para declarar la guerra a Viriato, quién se retiró a Carpetania y posteriormente se refugió en la Lusitania.

Servilio Cepión lo persiguió a través de las tierras de los vetones, aliados de los lusitanos, penetró por vez primera en el país de los galaicos y construyó una vía desde el Guadiana hacia el Norte, atravesando el Tajo. También estableció un campamento, Castra Servilia, cerca de Cáceres.

Viriato negoció la paz con el cónsul Lenas, superior de Servilio, pero Lenas mató a varios de los rebeldes, a otros les hizo cortar las manos y exigió la entrega de las armas, por lo que Viriato rompió las negociaciones y decidió probar mejor suerte con Servilio y para ello usó como mediadores a Andas, Ditaleo y Minuro. Servilio recibió a los tres negociadores y siguiendo la costumbre de sus antecesores, decidió alcanzar por la conspiración lo que no había sido capaz de conseguir por las armas. A estos tres traidores les ofreció riquezas a cambio de que asesinaran a Viriato y así, cuando regresaron a su campamento, entraron de noche en la tienda de su caudillo mientras dormía y le dieron muerte. Más tarde se presentaron ante Servilio para cobrar el precio de su vileza, pero el romano se negó a pagarles y los remitió al senado romano, quien también rechazó pagar el precio de tan infame acuerdo.
La muerte de Viriato (J. De Madrazo. Museo del Prado)

Muerto Viriato, sus fieles lo honraron con unas magníficas exequias fúnebres. Su cadáver engalanado fue quemado en una gran pira, y se hicieron un gran número de sacrificios. Los jinetes y guerreros armados desfilaron alrededor de su líder cantando alabanzas, hasta que se extinguió el fuego que consumía el cadáver. Cuenta Diodoro que sobre la sepultura lucharon doscientas parejas de guerreros, simulando los combates que en el pasado habían compartido con su jefe.

La vileza de los romanos provocó que los lusitanos se reorganizaran, y al mando de Tántalos se dirigieron contra las tropas de Cepión. La suerte no les acompañó y se vieron forzados a rendirse tras cruzar el río Betis. El sucesor de Cepión persiguió de modo tan cruel a los lusitanos que hasta sus mujeres decidieron seguir heroicamente a sus hombres en la lucha. Apiano describe como murieron sin ni siquiera emitir un grito de dolor. 

Décimo Junio Bruto pasó el Duero en el 137 a.C. y se convirtió en el primer romano que pisó Galicia. Atravesó el Letheo (el Limia), conocido por los romanos como el río del olvido, ya que pensaban que todo aquel que lo cruzaba perdía irremisiblemente la memoria de quien era, el recuerdo de su familia y de todo su pasado. Sus huestes se negaron a seguirle, tan grande era el temor que les invadía, por lo que Bruto se vio obligado a cruzar el río junto a sus generales y llamar por su nombre a los soldados que lo observaban aterrados desde la otra orilla, para demostrarles que no había perdido la memoria. Sólo entonces las tropas romanas se atrevieron a avanzar.

Representación de Décimo Junio Bruto cruzando el río Limia. Ponte de Lima

Gallaecia inspiraba un profundo terror entre los romanos al tratarse de una tierra misteriosa situada en la última frontera occidental. Los romanos sólo la conocían a través de las leyendas que narraban historias de cómo en la costa de este finisterrae se podía oír el ruido que producía el sol al sumergirse en el mar, igual que un hierro al rojo vivo cuando se introduce en el agua. También contaban como las yeguas salvajes eran fecundadas por el viento y parían caballos de enorme bravura que galopaban libres por las abruptas tierras.

En el 136 a.C. Décimo Bruto logró conquistar la Gallaecia y de ella tomó su sobrenombre con el que pasaría a la historia. El romano también fortificó Olisipo (Lisboa) y exilió a los fieles soldados de Viriato a Valencia.

Viriato es el prototipo del guerrillero que busca cansar al enemigo y lo ataca mediante emboscadas, aprovechando su rapidez y el factor sorpresa, simulando retiradas y dispersando sus tropas con gran celeridad, mientras impide que su enemigo acceda a su aprovisionamiento. No se limitó a pelear en su territorio si no que entabló batalla más allá de la Lusitania, a diferencia de los celtíberos que no osaron salir de sus tierras y al final murieron confinados en Numancia.

Viriato era un líder querido por su pueblo, generoso y austero, que cobraba impuestos a los hacendados y si era necesario estaba dispuesto a inmolar a los suyos. Fue capaz de vencer a las tropas del imperio y sólo la traición de aquellos en los que confiaba permitió a sus enemigos acabar con él. Por eso ha pasado a la historia como el gran héroe de la Península Ibérica.

Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.

Los Herminios y las Islas Cíes

En el sorteo de las provincias para el año 61 a.C. a Cayo Julio César le correspondió ser el propretor de la Hispania Ulterior. La circunstancia personal de César en ese momento era bastante complicada debido a las numerosas deudas que tenían con distintos acreedores y de las que en principio se hizo cargo Marco Licinio Craso, el hombre más rico de Roma. César aprovechó su propretoría para emprender una serie de campañas, que le permitieron hacerse con una gran cantidad de bienes y botines de guerra con los que liquidar los créditos que tenía pendientes.

César llegó por tierra a Córdoba al mando de dos legiones, y a su llegada reclutó otra más formada por hispanos, así como a 8.000 efectivos auxiliares. Con estas tropas emprendió varias campañas en la Bética contra los lusitanos, recuperando el control del S peninsular hasta el Tajo. Los lusitanos que huían de los ejércitos romanos, cruzaron el Tajo y encontraron refugio entre los pueblos que vivían a orillas del Duero, lo que llevó a César a declararles la guerra. Para ello reunió un gran ejército que partió de Cádiz, entró en Lusitania, cruzó el Tajo y llegó al N del Mons Herminius (Serra da Estrela, entre Seia  y Covilhã ).

Dion Casio Coceyano describió así este episodio: “marchó a la sierra Herminia y dio orden de que sus habitantes se trasladaran a la llanura, presuntamente para que no desencadenasen incursiones de bandidaje al abrigo de las montañas, pero de hecho sabiendo que jamás cumplirían la orden y de que su negativa le brindaría la ocasión para iniciar una guerra. Como realmente ocurrió”.

La campaña de César contra el territorio lusitano y de sus aliados vetones, provocó el abandono de varios castros de las provincias de Ávila y Toledo. Dion Casio Coceyano también narra cómo lusos y vetones enviaron a sus mujeres e hijos al otro lado del Duero, para protegerlos de ser masacrados a manos de las tropas de César. Pero este intento resulto inútil ya que acabaron cayendo en manos de los romanos.

Una vez que dominó toda la región meridional del Duero, en el verano del 61 a.C. César continuó su incursión hacia el norte hasta la Gallaecia Bracarense, a orillas del Miño, derrotando a sus pobladores y haciéndose con cuantiosos botines, que tanto necesitaba para solventar su difícil situación económica.

Posteriormente se produjo un segundo enfrentamiento contra los guerreros del Mons Herminius, los cuales fueron definitivamente expulsados de las montañas donde vivían y obligados a instalarse en los valles. Pero muchos de ellos lograron evitar a las legiones romanas y se embarcaron hasta llegar a una isla en la que se refugiaron.

No es posible determinar con exactitud cuál era esa isla a la que arribaron las naves de los Herminios. Ni las fuentes históricas ni los registros arqueológicos permiten saberlo con certeza, pero existen dos versiones que son las que se aceptan como más probables. Una es la que mantiene A. Schulten y que se basa en lo que escribió Napoleón III, quien pensaba que debía tratarse de una de las islas Berlengas, situadas a unos 15 Km de la costa Portuguesa de Peniche (a unos 270 Km de Covilhã,  en la Serra da Estrela).

La otra versión la recoge José María Álvarez-Blázquez en su libro sobre Vigo  "La ciudad y los días". Según Álvarez-Blázquez los herminios llegaron a las islas Cíes, a 14 Km de la costa de Vigo (aproximadamente a 330 Km de la Serra da Estrela). A favor de la hipótesis de las Cíes está el hecho de que Estrabón afirma que las tropas de César llegaron a las Islas Casitérides (¿Cíes?) que eran ricas en oro y estaño.

Según Álvarez-Blázquez, entre los días 24 y 25 de agosto del año 60 a. C, Julio César  al frente de dos legiones, embarca en Erizana (Baiona) en varias galeras y ochenta balsas, para exterminar a los últimos guerreros lusitanos que se habían refugiado en las Islas Cíes.

En aquella época los nombres de las islas no eran los que hoy en día conocemos. Una era llamada Albiano y otra Lancia (hoy llamada San Martín), y en esta última Julio César intentó desembarcar, pero lo abrupto de la costa y la gran masa de fieros enemigos le hicieron desistir, pasando entonces a rodearla para situarse frente a la playa de la isla del Centro. Muchos de los lectores de este artículo que hayan tenido oportunidad de visitar las Cíes reconocerán el escenario que les describo.

Los herminios atravesaron con sus ligeras naves el canal que separa la isla del centro de la del norte, acudiendo en ayuda de sus compañeros. Cuando las primeras balsas romanas se acercaron a tierra, fueron recibidas con una lluvia de flechas y piedras.

Cuenta el propio Julio César que solamente uno de sus soldados, Celsio Seeva, logró mantenerse con otros cuatro legionarios sobre un peñón cercano, pero al final tuvo que arrojarse al mar y ganar a nado una de las naves romanas. El invencible general se mostró incapaz de doblegar por las armas la bravura de los herminios y no le quedó más solución que rendirlos por el asedio y el hambre.

Al final, dejando atrás muchos muertos y enfermos, los debilitados Herminios claudicaron y pidieron la paz. Así Julio César pudo desembarcar en las Cíes y allí descansó una temporada. 

Hoy en día podemos ver los restos de un poblado de la edad del hierro intensamente romanizado que se localiza en la vaguada orientada al Sur de la isla del Faro, frente al canal "da Porta”. En este lugar se han hallado restos cerámicos y un posible altar.

César logró someter el litoral gallego lo que permitió el acceso a las zonas del interior, obteniendo grandes riquezas y siendo aclamado por sus hombres como Imperator. Una vez cumplida su misión, a finales del 61 a.C. volvió a Córdoba y posteriormente se dirigió a Roma, donde por fin pudo liquidar sus deudas. 

Relaciones entre pueblos atlánticos y mediterráneos de la Edad de Bronce a la Edad de Hierro


De manera muy somera pretendo exponer en este artículo la antigua relación existente entre los diversos pueblos que habitaban en las costas atlánticas europeas en la Edad del Bronce y su  conexión con navegantes mediterráneos dentro de la ruta del estaño. 

Como base de esta exposición parto de una interpretación de las diversas evidencias arqueológicas halladas en Portugal, Galicia, Bretaña, Irlanda y Escocia. 
Uno de los más llamativos de estos hallazgos arqueológicos lo hallamos en la aparición de unas cuentas segmentadas de pasta vítrea, datadas entre el 1450 a 1250 a.C, y de las cuales se ha planteado que tuvieran un origen egipcio. Estas cuentas, como por ejemplo las halladas en Wiltshire (Inglaterra), podrían ser una evidencia de la existencia de relaciones comerciales vía marítima entre el Mediterráneo y el Atlántico que se mantendrían hasta el final de la Edad de Bronce.

De la comparación entre las diademas, collares y pulseras de oro halladas en Mellid y A Golada y las encontradas en Kerhue Brass, así como de la similitud entre los brazaletes abiertos y macizos descubiertos en Lalín y los de Gran Biere, Martínez Santaolalla y Mac White plantean una antigua relación entre Galicia y Bretaña. 

Tesoro de A Golada

Según estos autores, este tipo de brazaletes y collares abiertos de oro, cuyo origen se sitúa en Portugal y Galicia (Allariz y Cerdido), son frecuentes en el período del Bronce II irlandés y se han hallado en Cornualles, Escocia y N de Francia.

Además, en Portugal, Galicia e Irlanda se han hallado abundantes puntas de flecha de sílex, romboidales, de pedúnculo, de aletas y otras de sílex de base cóncava y aletas prolongadas. Otra coincidencia la encontramos en los abundantes dardos o pequeños puñales romboidales de clara influencia portuguesa. Por último, la alabarda, arma típica de la Edad del Bronce y frecuentemente representada en las insculturas gallegas, probablemente surgió en la Península Ibérica ya que se hallaron precursores del arma en sílex (Hubert Schmidt). Desde la Península el uso de la alabarda se extendió entre el 1.550 al 1.450 a.C, hasta llegar a Irlanda.

Alabarda votiva de pizarra (Museo Arqueológico de Sevilla)


Otra similitud la encontramos en el hacha de talón con anillos de origen galaico-portugués (como las 160 hachas de talón de doble anillo encontradas en Samieira, Pontevedra) y que también se ha encontrado en el O de Francia y las Islas Británicas.

Depósito de Samieira

La vinculación entre la Península Ibérica con Irlanda y Bretaña también se puede observar en los motivos de algunos petroglifos. En la localidad irlandesa de Clon-Finn-Loch se hallaron unas insculturas que revelan una gran influencia ibérica ya que existe un gran parecido entre las armas que aparecen representadas en los petroglifos gallegos, británicos y bretones.

Petroglifos de Auga da Laxe (Gondomar)

De igual o mayor importancia son las rutas comerciales entre la costa occidental atlántica y el área mediterránea.

Una de las primeras rutas comerciales mediterráneas fue la que existía entre Sicilia y Egipto y que dominaba la talasocracia de Creta. La civilización minoica surgió hace unos 3.500 años fruto de las relaciones entre inmigrantes africanos, asiáticos y antiguos pueblos de Grecia y Anatolia que se asentaron en Creta. Su máxima expansión tuvo lugar durante el período minoico posterior III, tras al saqueo de Cnosos, alrededor del 1.425 a.C. 

Cuando los dorios atacaron Creta se produjo un éxodo de cretenses. Un grupo de éstos, los filisteos, se refugiaron en la costa NE del imperio egipcio y difundieron la cultura minoica por Siria, estableciendo los fundamentos precursores de lo que más tarde sería el alfabeto fenicio. Posteriormente los filisteos fueron vencidos por los cartagineses, desapareciendo uno de los centros de la cultura minoica.


Los cartagineses, fenicios ó púnicos eran un pueblo de navegantes cananeos pertenecientes a la cultura siríaca. La civilización cananea data de finales del cuarto milenio a.C  y se localizaba entre Mesopotamia y Egipto. 

Los fenicios  lograron sobrevivir a las sucesivas invasiones de filisteos y hebreos, ocupando una zona de la costa de Siria que no resultaba atractiva para sus enemigos. Comenzaron a navegar entre Biblos y Egipto pero a partir del 1200 a.C. se lanzaron a comerciar por el Mediterráneo y establecieron colonias en el norte de África y sur de Europa, siendo los fenicios de Tiro y Sidón los primeros en ir más allá de las Columnas de Hércules y navegar por el océano Atlántico.

Avieno escribió en su  Ora Marítima que la fortaleza de Geronte se hallaba en la desembocadura del río Guadalquivir (Tartessos). Este rey Geronte pudiera ser el mismo  rey Gerión, a quien también se le identifica con el nombre tartesso de Gargoris. Los habitantes de Tartesos eran conocidos como navegantes atlánticos e investigaciones actuales creen haber encontrado los restos de su capital, Turta, bajo las marismas de Doñana. Según la leyenda, los fenicios llegaron por mar, arrebataron las minas de Tartessos y mataron al  rey Gárgoris. 


En el siglo VIII a.C. los fenicios organizan bases estables en Cádiz y desde allí dirigieron el comercio del bronce y posteriormente el del hierro, entrando en competencia y llevando a la desaparición al ancestral comercio atlántico, cesando los antiguos contactos entre estas poblaciones. Esto las obligó a desarrollarse de manera independiente y de esta forma arribaron a las costas de Callaecia en busca de estaño y esclavos. 


Desde los comienzos del Bronce Final (siglos XIII-XI a.C)  se comenzó a generalizar la producción del bronce, para aleación se necesitaba un abastecimiento regular de estaño, que se obtenía bajo la forma mineral de casiterita proveniente de los depósitos sedimentarios aluviales. Galicia formaba parte de la koiné del circuito del Bronce Atlántico: una amplia red de intercambios comerciales que conectaba las zonas productoras de cobre del SO español y Portugal y las dedicadas a la minería del estaño, que iban desde el Tajo a Galicia, extendiéndose por toda la fachada atlántica europea llegando hasta el Mar Báltico. Todos estos pueblos presentaban un conjunto de rasgos culturales comunes además de sus peculiaridades regionales. 


En el siglo VI a.C se produjo el colapso fenicio en el Mediterráneo, coincidiendo en el tiempo con la falta de interés por el estaño como recurso estratégico. Pero en el siglo V a.C el desarrollo de la marina de guerra ateniense supuso un nuevo auge en la demanda de estaño, ya que el espolón de cada trirreme llevaba unos 500 kg de bronce para cuya obtención se necesitaban 50 kg de estaño. Herodoto afirmaba que dicho estaño procedía de las Casitérides. 


El auge de la marina ateniense obligó a que Cartago construyera su propia armada y por lo tanto se hizo precisa nuevamente la obtención de estaño, lo que explicaría los hallazgos de restos púnicos de los siglos V a.C a III a. C en los castros gallegos.  

Betilos púnicos del castro de Toralla (Vigo) S. V-IV a.C.

Podemos apreciar las influencias culturales provenientes del área mediterránea en la Callaecia de esta época en hallazgos arqueológicos tales como el de la espada sarda hallada en el río Ulla ó los fragmentos de pequeños carros rituales hallados en Viseu y de probable procedencia chipriota. Chipre se hallaba muy vinculado a Anatolia y en su arte son frecuentes las representaciones de ciervos y serpientes, animales que también aparecen en los petroglifos gallegos.

Laberinto de Mogor (Marín)

Se cree que Noia era una base comercial fenicia, y petroglifos como los hallados en Oia, que representan varios barcos que pudieran ser fenicios o cretenses, así como el hallazgo de un altar púnico en Vigo, atestiguan la presencia de estos navegantes en nuestras costas.

Petroglifo representando un barco de vela (Oia)

Los petroglifos descubiertos en Oia representan las naves con todo lujo de detalles, sus aparejos y el espolón de proa idéntico al que utilizaban griegos, egipcios y fenicios. Es obvio que tanta precisión implica conocer bien ese tipo de embarcación. 

De entre los restos fenicio-púnicos del siglo V a.C.  encontrados en el Castro da Punta do Muíño do Vento (Vigo), destaca un altar y fragmentos de ánforas y cerámica. Los arqueólogos lo consideran el asentamiento fenicio en Europa más importante conocido hasta ahora. Entre los arqueólogos que han participado en las excavaciones está Iván Negueruela, director del Museo Arqueológico de Cartagena.


Altar púnico (Vigo)

Como conclusión, podemos afirmar la existencia de circuitos atlánticos de intercambio entre las distintas áreas productoras de la Europa atlántica de la Edad de Bronce. Estos circuitos estaban también relacionados con diversas zonas mediterráneas, de manera que los recursos obtenidos en las regiones atlánticas se transportaban hasta el Mediterráneo y a su vez se recibían en los países atlánticos mercancías procedentes de aquellas regiones. Pero no sólo se transportaban y compartían producciones materiales sino también novedades tecnológicas, algunas relacionadas con el transporte (como la navegación a vela), nuevos cultivos, ideas, nuevas formas sociales, nuevos cultos, armamento, vestimentas, adornos etc.

Bibliografía:

J. M. Vázqauez Varela. Los petroglifos prehistóricos de armas metálicas de Galicia, en el contexto de la Península Ibérica, Europa y África.

Antonio de la Peña Santos. Las representaciones de alabardas en los grabados rupestres.

F. J. Costas Goberna, L. Bacelar Alves, A. De la Peña Santos, A. M. S. P. Silva. Arte rupestre prehistórica do Eixo Atlántico.

Juan Carlos Domínguez Pérez. Gadir y el Círculo del Estrecho.

Víctor M. Guerrero Ayuso. La marina mercante fenicia.

Eduardo García Alfonso. El Atlántico, la última frontera.

Ana Delgado Hervás. La aventura fenicia.

María Dolores López de la Orden. Escritura fenicia y púnica.

Eduardo García Alfonso. El pueblo de la púrpura. 

Carmen Alfaro. Restos de textiles y producción de púrpura.

María Cruz Marín Ceballos. El panteón fenicio.

José Luis Escacena Carrasco. Los santuarios fenicios.

Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.

viernes, 22 de agosto de 2008

Oestrymnios y otros pueblos de la Edad de Bronce


El conocimiento de los elementos étnicos de los primeros pobladores de Galicia es una tarea difícil por la escasez de vestigios. Sólo conocemos los textos antiguos de autores griegos en los que identifican a estos habitantes como oestrymnios. En el poema de Rufo Festo Avieno, ora maritima, se alude a los "loca et arva Oestrymnios habitantibus", describiendo a aquellos como hombres fuertes y valerosos, comerciantes y muy marineros, que surcaban el mar en barcos de cuero. Y aunque Avieno no especifica si empleaban el remo o la vela, puede que conocieran las técnicas de la navegación a vela puesto que ya habrían entrado en contacto con los navegantes mediterráneos.
 
«Tras aquellas tierras, sobre las que antes hemos hablado,de nuevo se abre una gran ensenada, que abarca una extensa llanura marina hasta Ofiusa. Retrocediendo desde su litoral hacia el llano del mar interno por donde dije antes que el mar,al que llaman Sardo, se adentraba en las tierras,se emplean siete días de marcha a pie. Ofiusa presenta un flanco tan prominente hacia adelante,cuanto oyes que se extiende la isla de Pélope en tierras de los griegos. Al principio se la denominó Oestrimnis,y los habitantes de estos lugares y campos eran los oestrímnicos; posteriormente una plaga de serpientes puso en fuga a sus habitantes y logró que esta tierra quedara despojada hasta de su propio nombre.»

Los oestrymnios serían por lo tanto los pobladores de Galicia hasta la época del Bronce Final, cuando según Avieno fueron desplazados de su territorio por una invasión  de "serpientes". ¿A quién se refiere? Durante años se pensaba que eran los celtas (los saefes, nombre que recibía una tribu céltica debido a que la serpiente era su símbolo y aparecía representada en sus escudos), pero la hipótesis de la presencia celta en Galicia actualmente está muy cuestionada. 

Podemos suponer que gran parte del occidente de Europa tenía una misma base étnica. Los oestrymnios habitarían la costa occidental gallega y portuguesa desde finales del tercer milenio a.c, y conocían la metalurgia del bronce, cuya industria se desarrollará hasta el siglo VI a.C. La estratégica situación geográfica de Galicia propició que fuera un punto importante en las rutas marítimas atlánticas, especialmente por la abundancia de estaño y oro y la fabricación de instrumentos que se comercializaban en Bretaña, Inglaterra, sur de Portugal y el Mediterráneo. 

La sociedad gallega de la Edad del Cobre y el Bronce era jerarquizada y giraba en torno a la familia y al clan. Su economía se basaba en el pastoreo y la agricultura, complementada con la caza, el marisqueo y la recolección. Por lo que se refiere a su culto funerario, los enterramientos colectivos del megalítico desaparecieron y se sustituyeron por cistas individuales, en las que se han hallado importantes tesoros de oro macizo y gran riqueza artística (por ejemplo el tesoro de Caldas de Reis, Pontevedra).

Los oestrymnios son etiquetados como ligures por muchos investigadores (D'Arbois de Jubainville, Camille Jullian, Adolfo Schulten, Bosch Gimpera), en concreto de la etnia ligur mediterránea-ibero-insular, cuyas principales características serían la dolicocefalia, una altura que apenas sobrepasaría el metro y medio, gracilidad y apariencia negroide.

Los romanos llamaban ligures a todos los pueblos de la Europa occidental que no pertenecían al grupo indoeuropeo y que fueron expulsados de sus tierras por los celtas. Eratóstenes (s. III a. de J.C.), denomina "Ligustike" a los territorios comprendidos entre Alejandría y la Península Ibérica y Hesíodo afirmaba que los ligures poblaban el occidente de Europa. Se mencionan también poblamientos en el Lago Ligustino, cerca de la desembocadura del Guadalquivir y en Ligustine, cerca de Tartessos. Estrabón recoge lo escrito por Erastóstenes en el siglo III a.c. quien daba a toda la península ibérica el nombre de Ligustine. Dentro de las supuestas tribus ligures estarían los oestrymnios, cinetes, oxibios, apuanos, ingaunos y saluvios.

En cuanto a su lenguaje lo desconocemos aunque se consideran como sufijos ligures “asc, esc, osc”. La raíz “seg”, frecuente en España, también es considerada ligur por algunos autores que la relacionan con “segobriges”, nombre de una tribu ligur de los Alpes y con “Segonio”, divinidad ligur. 

¿Fueron los Oestrymnios los primeros pobladores de Irlanda que se mencionan en el Lebor Laigen o Libro de Leinster, que incluye el Leabhar Gabhála o Libro de las invasiones?.

Los pueblos precélticos de Irlanda. 

Existe una antigua tradición del ciclo mitológico irlandés titulada "Emigración de Partolón", al parecer datada en el 700 a.c. y que fue recogida por el monje Nennius  en el siglo X en su "Historia de los Bretones", introduciendo en el relato elementos ajenos a la redacción primitiva.

Según este texto los Scots fueron  los primeros pobladores de Irlanda, a donde llegaron mil hombres y mujeres siguiendo a su jefe Partolón. Cuando Partolón llegó a Irlanda tuvo que luchar contra los fomoré, dioses de la muerte y de la noche. Tras vencerlos la raza de Partolón habitó en Irlanda hasta que su número llegó a cinco mil y entonces murieron víctimas de una epidemia.

Según la mitología irlandesa, los muertos se encaminaban a una tierra mágica que se hallaba al SO, más allá del océano y que recibía varios nombres: tire beo (tierra de los vivos), tir n-aill (la otra tierra), mag mar (gan llanura) ó mag meld (llanura agradable). Según la tradición irlandesa los primeros habitantes de Erin provenían de este país misterioso. Arbois de Jubainville realiza una revisión del texto de Nennius y critica la versión recogida por Nennius según la cual la raza de Partolón procedía de Hispania.

La postura de Jubainville es claramente  "celtista"  y se basa únicamente en las tradiciones épicas del ciclo mitológico irlandés a la hora de explicar quienes eran los pobladores precélticos de Irlanda, ignorando los numerosos hallazgos arqueológicos, que demuestran inequívocamente que desde el eneolítico ó quizás incluso antes existía una relación cultural basada en el comercio marítimo entre la costa galáico-portuguesa y la irlandesa. Arbois de Jubainville y Nennius sólo coinciden en que  Partolón era de tez blanca y que procedía del suroeste, lo que no descarta, sino todo lo contrario, la posibilidad de la conexión galaico-portuguesa-irlandesa. 

No olvidemos tampoco que por toda la costa occidental europea se hallaban repartidos puertos comerciales de navegantes mediterráneos, en los que sus  barcos cargaban el estaño y el oro de Galicia e Irlanda. Este hecho explica la influencia cultural mediterránea sobre los pueblos de la costa atlántica europea y especialmente en las estructura del panteón mitológico irlandés, claramente basada en  el griego.


   
Los pueblos precélticos de Britania

Los pictos eran los pobladores precélticos de Escocia e Irlanda (Ulster), descendientes de los caledones e identificados por algunos como los Dananns y Fians de la tradición gaélica. Los pictos llegaron al norte de Escocia hace unos tres mil años, procedentes del continente, y podrían estar emparentados en raza y cultura con los oestrymnios gallegos. 

Julio César describe brevemente la Britania de la segunda mitad del último siglo a.c. En aquella época la isla se hallaba muy poblada y era rica en estaño y hierro. Como moneda se empleaba el cobre, el oro o lingotes de hierro. La costa de Britania era la única zona algo civilizada y estaba habitada por descendientes de belgas que vivían de la agricultura, y cuyas costumbres  eran muy parecidas a la de los galos del continente. 

En  el interior de la isla vivía un pueblo de pastores y cazadores que no practicaban la agricultura y que se autodenominaban los indígenas. Su apariencia era sumamente feroz: Llevaban larga cabellera y bigote y se rasuraban el pelo del cuerpo ya que se tatuaban y pintaban de color azul, lo que motivó que los romanos los denominaran pictos. Vivían en grupos de diez o doce hombres que compartían a sus esposas, especialmente entre hermanos y padres, y los hijos que nacían se consideraban que eran del hombre que se había “casado” con la mujer. 

Los romanos se vieron forzados a construir la muralla de Adriano para contener los ataques de los pictos. Los combates se prolongaron durante varios siglos, hasta que en el año 844 los pictos fueron derrotados definitivamente por Kenneth MacAlpin en Stirling, comenzando la supremacía gaélica sobre Escocia. 

Mitología indoeuropea en Oriente y Europa


La presencia de culturas indoeuropeas en Galicia resulta muy evidente si comparamos las mitologías de diversos pueblos pertenecientes a esta protocultura, ya que las semejanzas son numerosas y relevantes.

Empezaré por hacer un breve resumen de las tradiciones más lejanas y antiguas.

Uno de los primeros cultos que conocemos es el de Mithra, dios solar de los aqueménidas del este de Irán. Es un dios benefactor al que se debe la luz, el calor, la fecundidad,  y otros muchos bienes. Mitra era el prototipo de la masculinidad y el valor y habitaba a mitad de camino entre el cielo y la tierra. Mithra mató al toro cósmico, que simbolizaba el mal y la muerte y por ese motivo los partos le sacrificaban miles de toros y caballos blancos en la Mithrakana. Mithra fue adorado por hindúes y persas en la época en la que formaban un solo pueblo. Su culto se extendió rápidamente y llegó a occidente de la mano de los ejércitos romanos, siendo un gran rival del cristianismo hasta que fue drásticamente perseguido por Teodosio I, hacia el año 385 d. de J.C.

El mitraismo adoraba al Tiempo Infinito, creador del cielo y la tierra de los cuáles surgió el océano. El Tiempo Infinito creó también al Demonio Encarnado que mandaba la Oscuridad, un ejército de espíritus malignos que luchaban contra el cielo y torturaban a los seres humanos. Mithra era el protector del hombre y era el mediador  ante el Tiempo Infinito. Los mitraistas creían en la inmortalidad del alma y en la eternidad del premio para los buenos y el castigo para los malos.


Un culto posterior pero relacionado con el mitraismo fue el zoroastrismo. En los albores de la historia los antepasados de medos y persas habitaban el oeste de Persia, en Airyanem Vaejo (Solar de los Arios), región  dominada por la aristocracia guerrera de los Máirya, los cuales  adoraban a Mithra.  Los Máirya  ejercían su dominio sobre unas tribus de  pastores sedentarios, uno de los cuáles era Zoroastro.


Zarathustra ó Zoroastro fue un sabio y astrólogo que creó una doctrina llamada Mazdeísmo o Zoroastrismo. Sabemos de  su existencia a través de los escritos de autores griegos anteriores al siglo VI a.c. pero es imposible saber exactamente cuándo vivió, pero es  probable que fuera hace unos 2500 a 3000 años.


Zarathustra dejó su pueblo y se encaminó al desierto donde llevó una vida dedicada al ascetismo, hasta que a la edad de treinta años recibió siete revelaciones del dios Ahura-Mazda (Espíritu Todo Sabiduría). A partir de ese momento volvió junto a los suyos  predicar la nueva doctrina que ensalzaba la pobreza, la piedad, la equidad y la sinceridad, en oposición a la fé mithraista del “furor del guerrero” de la aristocracia máirya que persiguió el zoroastrismo hasta que el príncipe iranio Vishtaspa se convirtió y lo elevó a religión oficial. Finalizada la divulgación de su credo, Zarathustra se retiró a Bactria donde se dedicó a la enseñanza hasta que murió asesinado a la edad de setenta y siete años de edad.


El zoroastrismo gozó de gran aceptación entre los antiguos persas y fue recogido en el Zend-Avesta, libros sagrados de los antiguos persas escritos en avéstico, y que  recogen los 16 "Gathas" o himnos, así como preceptos morales y de conducta, tratados de astronomía, medicina, botánica, agricultura y filosofía. El Zend Avesta fue destruido por los diversos pueblos invasores, desde Alejandro a los árabes. Los seguidores de Zarathustra solían vestir con sayas pardas y gorras puntiagudas y alcanzaban el éxtasis religioso a través de cánticos y empleando una sustancia denominada banga, que pudiera ser cannabis o beleño.


Siguiendo con nuestra ruta a través de los cultos indoeuropeos, nos trasladamos a la India hacia el 1500 a.c, el primer período védico, época en la que comienza a llegar a la llanura del Ganges tribus de lengua indoeuropea procedentes del noroeste. Estas tribus de aristócratas guerreros llegan en sus carros de guerra armados con arcos y provistos de corazas y cascos, y rápidamente dominan a la población (drávidas) y se establecen en sus tierras con sus rebaños sus cultivos cereales. En el segundo período védico (1000-600 a.C.) los pueblos indoeuropeos irán penetrando la India siguiendo el curso del Ganges hasta llegar a la actual Delhi y comienzan a surgir luchas internas por el poder.


Sus libros sagrados, los veda (saber sagrado), son sin ningún género de duda una de las muestras más antiguas de literatura sagrada de la humanidad, así como los primeros textos escritos en una lengua indoeuropea (sánscrito). El "Rigveda" es el más antiguo, data del 1000 a.c. y consta de 1028 himnos. Posteriormente se escribirán  el "Samaveda", el "Yaurveda" y el "Atharvaveda".


En los vedas se adora a una fuerza cósmica de carácter universal llamada  Rita ( la verdad) y a una gran cantidad de dioses como Varuna (divinidad de los juramentos), Mitra (divinidad de los contratos), Indra (divinidad guerrera), y fuerzas naturales como Ushas (la aurora), Surya (el sol) ó Agni (el fuego), en cuyas honor los brahmanes practicaban libaciones en las tomaban el soma (¿cannabis?). Además existen más de 200 libros sagrados escrito en sánscrito llamados  "Upanishadas" en los que se busca la liberación del cuerpo mediante técnicas como el yoga.


Con la llegada de los indoeuropeos a la India comienza el sistema de castas según el requerimiento divino: guerreros (chatrias); sacerdotes (brahamanes); campesinos (vaisia); siervos, sometidos y mestizos (sudras) y sin casta (parias). Esta estructura social viene compilada en el código de Manu, (600? 250? a.c.) donde además se tratan cuestiones de índole moral, económica, administrativa y jurídica, así como una teoría acerca de la creación del mundo.


Hacia el 560-483 a.c., un chatria llamado Gautama Buda (el Iluminado) predica la liberación de las reencarnaciones mediante el autoperfeccionamiento, el cual conduce hasta el Nírvana (extinción). En el 512 a.c. Ciro II “el grande”  (559-529 a.c.), penetra hasta los confines de la India y arrasa la capital de Kapisha. Ciro II es el fundador del Imperio aqueménida que dominará todo Irán, Lidia, las ciudades griegas de Asia menor, Bactria y en el 539 conquista Babilonia.


Nuestra siguiente etapa en busca de la mitologías indoeuropeas nos trae a Europa, donde aparecen nuevamente las creencias en deidades  buenas y otras perversas que se debaten en permanentes luchas, como sucede con los Tuatha de Danann y los Fomoré de la mitología irlandesa, entre Dioses y Titanede los griegos o en las batallas entre Devas Asuras de la mitología India.


Otro tema común a todas estas mitologías es la simbología solar: el toro, el carro del sol, los rubios corceles, la vaca sagrada de los bretones, etc. En Irlanda, Bretaña y Galicia, podemos encontrar historias prácticamente iguales sobre bellas doncellas que viven prisioneras en calabozos o cuevas donde se ocultan grandes tesoros. 

A menudo la luz es representada como una mujer de cabellos rubios, que simbolizan los rayos del sol, que es capturada y llevada al reino de la  oscuridad de donde será rescatada por un héroe que se enfrentará a los señores de la noche. Con su liberación surgen los primeros rayos del amanecer que escapan de su cautiverio. En la mitología griega existe una diosa de la madrugada llamada Eos, que en sánscrito védico es conocida como Ushas. Eos es también conocida como la que trae la luz a los mortalesla hija de la mañana la de rosados dedos.


En la mitología de Galicia son frecuentes las historias de fadas que viven prisioneras en fuentes y que aparecen al amanecer para peinar sus rubios cabellos con un peine de oro, o para hilar y tejer con hilos dorados, símbolos de los rayos del sol, igual que en otras leyendas tradicionales indoeuropeas. 

Otro tipo de fadas son las lavandeiras que viven en las aguas del río Sil y pulen las pepitas de oro que arrastra la corriente. Las  fadas que custodian tesoros escondidos en grutas suelen adoptar formas de animales de simbología solar, como la serpiente ó la galiña dos pitos dourados, que salen a pasear a la luz del día y de noche se esconden en cuevas subterráneas. La galiña dos pitos dourados es una bella doncella encantada que intenta liberarse de su cautiverio y volver con los hombres. Esta leyenda es muy parecida a la bretona de la diosa Koridgwen que fue convertida en una gallina negra. El fin del cautiverio del fada simboliza el amanecer, la primavera que escapa del invierno o la liberación del agua que escapa de las nubes para regar la tierra y alimentar fuentes y manantiales.


Las hadas galesas o korrigans y las bretonas, al igual que las gallegas, habitan en fuentes y arroyos cercanas a dólmenes donde guardan sus tesoros y pueden adoptar la forma de varios animales (cierva, gallina..). Como ya expliqué anteriormente, todas ellas son bellas mujeres rubias que al amanecer alisan sus largos cabellos rubios con peines  de oro y que poseen poderes, entre los que destaca la clarividencia y adivinación del porvenir. Además  pueden causar grandes beneficios a los humanos, o por el contrario lanzar terribles maldiciones sobre ellos o incluso robar niños. 

Las korrigans tienen hijos, pero no son bellos como sus madres, sino que se trata de unos enanos negros, peludos y repulsivos, con uñas de gato y ojos pequeños, que poseen los mismos poderes que su madre. La mitología bretona y galesa atribuye a estos enanos la construcción de los dólmenes. Sin embargo en Galicia los constructores de los dólmenes son los mouros, personajes siempre vinculados a castros, rocas y penedos, así como a la existencia de tesoros ocultos en laberintos bajo tierra.


En Galicia existen también creencias referidas a seres enanos dotados de extraños poderes. Uno de ellos es el trasno, un duende muy travieso que posee la capacidad de adoptar multitud de formas y que algunas noches visita las casas  para llevar a cabo andanzas. Otro genio nocturno es el tardo, al que la superstición gallega culpa de las pesadillas. En nuestra tradición se explica que para librarnos de él hay dejar sobre una mesa un cuenco con granos pequeños, por ejemplo de trigo, pues el tardo es muy aficionado a contar e intentará saber cuántos granos hay en el cuenco. Pero como sólo saber contar hasta cien, al llegar a este número se perderá y tendrá que empezar otra vez y otra vez, y así se pasará la noche hasta que con el amanecer se verá obligado a regresar a su refugio para ocultarse de los rayos del sol. Otros duendes o espíritus de la tradición gallega son los nubeiros, que arrastran las nubes, y el tronante, que  produce el trueno y el pedrisco,  y el tangomango y el tangaraño, los cuales pueden causar enfermedades.

Tanto los enanos gallegos como los bretones muestran una fisonomía y varios otros rasgos semejantes que comparten con los genios de otras culturas, especialmente con los curetas fenicios, cuyo culto llegó a las costas atlánticas europeas de la mano de estos navegantes mediterráneos.

En resumen, además de las raíces comunes que poseen los términos gramaticales referidos a la agricultura y ganadería en las diversas lenguas indoeuropeas, existen claras semejanzas entre las mitologías de estos pueblos, lo cual permite establecer algún tipo de relación común entre todos ellos, aunque en todo caso está por determinar de manera más clara y precisa.