Las representaciones de cérvidos son frecuentes en el grupo galaico de arte rupestre y muestran a estos animales tanto en postura parada (dibujados mediante una línea para el contorno de las patas y vientre y otra línea para las partes superiores), como en movimiento (con las patas traseras más elevadas que las delanteras), individualmente o en manadas y grupos familiares, en aspectos de su ciclo vital como la cópula y la brama, en escenas de caza o asociados a combinaciones circulares.
En Ponte Caldelas, en el grupo de Campo de Cuñas
situado en el lugar de Fiada dos Legóns de la parroquia de Santa Baia, podemos
contemplar la Pedra do Cervo: una impresionante representación de una escena de
caza de un gran ciervo macho.
Son dos los cazadores que atacan al animal: uno de
ellos ha arrojado y clavado tres lanzas en
el lomo del gran macho mientras que el otro cazador lo persigue provisto de un
arco y dos armas arrojadizas.
Mientras tanto, el macho protege entre sus patas y
bajo su vientre a un joven cervato, lo cual sin duda es una característica
peculiar de este petroglifo en la que se destaca el carácter tutelar y
protector del gran macho.
El ciervo es el animal más frecuentemente representado
en los petroglifos del Calcolítico y la Edad del Bronce ya que era la principal
presa de caza mayor de las poblaciones gallegas y además la práctica venatoria requería gran pericia ya que es esquivo, desconfiado y veloz. Pero
además el ciervo es un animal noble y muy combativo en época de celo y las
berreas y luchas entre machos son una muestra de energía y vigor. El ciervo que
vence a sus rivales se erige en jefe de la manada y señor de un harén de
hembras, por lo que las representaciones de caza de grandes machos pueden ser
interpretadas como muestra de algún tipo de ceremonia de exaltación y
reafirmación masculina.
Pero, por otra parte, el ciervo estaba dotado de un alto
valor mágico probablemente relacionado con la “gran diosa madre del
Neolítico”, símbolo de fertilidad y fecundidad. También parece que podría
estar vinculado a creencias referidas al culto solar y a las divinidades de
ultratumba, motivo por el cual aparece representado en dólmenes como el de Orca
dos Juncaes (Queiriga. Portugal). La cornamenta de los machos muda al
llegar el otoño y vuelve a crecer con la llegada de la primavera, lo que podía
ser interpretado como una alegoría la autoregeneración asociada al cambio de
estaciones.
Desde un punto de vista antropológico, el sistema de creencias
animista de las poblaciones primitivas se fundamentaba en la búsqueda del
equilibrio entre los espíritus que moraban en los animales y los de los hombres.
Podemos ver que en diversas culturas, antes de emprender una partida de caza,
la tribu se reúne alrededor de sus magos y chamanes para realizar rituales que
garanticen el éxito de la cacería. Los chamanes pueden emplear sustancias
psicotrópicas para entrar en trance y vestirse con la piel del animal totémico
y lucir su cornamenta mientras llevaban a cabo danzas y ritos simbólicos destinados a apaciguar los
espíritus de los animales.
También se invoca la protección de los animales
considerados como dotados de prestigio y poder, como ocurre en el caso del
ciervo, en ritos y prácticas del repertorio funerario vinculado al tránsito a
la otra vida. Esta preocupación por lo mágico y por la muerte parece
haberse plasmado en complejos rituales vinculados a una mitología compartida
por diversas poblaciones del S y O de la Península Ibérica en la Edad del
Bronce o incluso antes, ya desde finales del Neolítico.
Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.
Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.
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