domingo, 29 de enero de 2012

Edad de Cobre o Calcolítico en Galicia

Cambios económicos y sociales.

Durante el Neolítico se desarrollaron nuevos métodos de producción de alimentos basados en el control de la reproducción de animales y plantas, lo que permitió la aparición de densos asentamientos sedentarios. 

En el III milenio a.C tuvo lugar un notable crecimiento demográfico en toda Europa gracias al profundo desarrollo de los bienes de producción. Se perfeccionaron enormemente las técnicas agrícolas: se abandonó el sistema de roza (talado y quema) a favor del barbecho y se introdujo el regadío, el abonado del terreno, el empleo de arados tirados por animales y el cultivo de nuevas especies de cereales, leguminosas y de otras plantas como el lino. Por lo que se refiere a la ganadería, se intensificó la cría de ovejas, cabras, vacas y cerdos, así como la obtención de productos derivados como la leche y la lana. Los nuevos recursos se siguieron complementando con los aportados por la caza, la recolección y el marisqueo en las zonas costeras. 

El acceso de cada individuo a los recursos, como la calidad de la tierra o la disponibilidad de agua, provocó grandes modificaciones en la economía que llevaron a la aparición de diferencias en riqueza y poder. En consecuencia, se produjeron grandes cambios en la estructura social de entre los que destaca la aparición de una jerarquía que organizaba, controlaba y distribuía los excedentes agrícolas, ganaderos y mineros obtenidos por los productores.

Para defender la riqueza que se derivó de la acumulación de excedentes, la emergente clase dominante se estableció en poblados fortificados dotados de construcciones comunitarias y ubicados en zonas elevadas provistas tanto de defensas naturales como artificiales. En las inmediaciones de estos centros de control se situaban pequeños asentamientos metalúrgicos en los que vivían los productores. Los jefes de los poblados basaban su poder en el parentesco y acaparaban para si los objetos de metal como bienes de prestigio y elementos distintivos de su estatus. Estas élites fiscalizaban la producción del resto de la población y ejercían una especie de sistema tributario basado en la coerción social. Terminó así la situación de relativa igualdad que caracterizaba a las comunidades neolíticas. Es de suponer que la creciente jerarquización social acarrearía un aumento de la beligerancia.

Por otra parte, la acumulación de excedentes permitió desarrollar rutas comerciales estables entre los pueblos que habitaban el oeste de la Península y de relaciones de intercambio de bienes con otras comunidades más lejanas. Entre los contactos comerciales podemos citar el de objetos vinculados al culto funerario procedentes de Galicia y que llegaron hasta Asturias, un comercio del azabache proveniente de Portugal o Asturias, así como una ruta que traía grandes láminas de sílex desde el N de la Meseta o el centro de Portugal.


El comienzo de la metalurgia.

En el Calcolítico la mayor parte de las herramientas de uso cotidiano seguían siendo de piedra o de hueso. Con hueso se fabrican punzones, espátulas, agujas, algunas puntas de flecha y cuentas de collar. Con la piedra también se elaboraban cuentas de azabache o varicista, así como figuras de ídolos oculados y betilos cilíndricos.

Idolo Oculado. Zalamea (Huelva)

La Edad de Cobre, la primera metalurgia europea, tuvo dos focos independientes y más antiguos de lo que tradicionalmente se venía pensando. Uno se localizó en los Balcanes y se remonta al V milenio a.C. El otro foco metalúrgico estaba en la Península Ibérica, en el SE de España y S de Portugal. Se trata de la Cultura de Los Millares en la que, a mediados del IV milenio, se produjeron los primeros y rudimentarios objetos de metal dentro de un proceso autóctono que había comenzado con las primeras obtenciones de cobre a finales del Neolítico.

En la Península Ibérica la minería del cobre se realizaba a cielo abierto, aprovechando los abundantes afloramientos. La mayoría de los minerales de cobre presentan impurezas de arsénico que aumentan la tenacidad del cobre y también mejoran algo la resistencia a la corrosión. En Galicia existía una gran cantidad de mineral de cobre, por lo que gran parte de los objetos encontrados son de elaboración local, variando el proceso de extracción y transformación de una zona a otra. El mineral machacado se introducía en una vasija-horno junto con brasas de carbón vegetal, para fundirlo y posteriormente verterlo en moldes, forjarlo o martillearlo en frío. Con menor frecuencia se podía realizar un recocido y ocasionalmente una segunda forja en frío. A veces el cobre se reciclaba y se volvía a fundir, lo que provocaba una pérdida de contenido arsenical. Este cobre reciclado se empleaba para fabricar objetos poco importantes y de uso doméstico, pero no en la producción de bienes de prestigio como puñales y labardas que proceden, en su mayoría, de contextos funerarios.

También conocemos la existencia de una minería del estaño (Ponte Caldelas, Carballiño, Lalín, Silleda, A Gudiña, Forcarei, Baltar, Verín, Noia, Arteixo y Ribadeo)  y del oro (Sil, Miño, Arnoia, Bibei, Neira y Camba). Se han hallado láminas muy finas sin decoración utilizadas como pendientes y diademas, así como piezas de orfebrería mucho más elaboradas, decoradas y repujadas, que constituyen un signo de ostentación y exhibición por parte de las personas que detentaban el estatus más elevado en estas sociedades. Además, estas piezas de orfebrería muestran una clara relación con las de otros países de la Europa atlántica.


Calcolítico precampaniforme en Galicia (Horizonte de Rechaba. 3500-2250 a.C).

En esta etapa se desarrolla la metalurgia del cobre con la fabricación de punzones, escoplos, cinceles, hachas-escoplo y cuchillos curvos, mientras que la producción de cerámica se caracteriza por loza lisa, globular y semiesférica.

Vaso globular. Cerámica tipo Penha.

Por lo que se refiere a los ajuares funerarios gallegos, se han encontrado mazas con perforaciones, dobles hachas perforadas, puntas de flechas de sílex y cuentas de collares de azabache, varicista y otras piedras de gran dureza. Tanto el sílex como la varicista son productos que no se obtienen en Galicia y por lo tanto tuvieron que llegar del comercio con otras zonas de la Península, en concreto de la Meseta y Zamora.

En la etapa precampaniforme las inhumaciones seguían siendo colectivas, como en el Neolítico. En el IV milenio era frecuente la decoración de  los megalitos, la cual había comenzado de manera esporádica a finales del  V milenio y fue decreciendo durante el III y II milenio. Otra novedad que se produce alrededor del III milenio es la construcción de túmulos que carecen de arquitectura dolménica y en cuyo interior sólo hay una estela decorada (Fábregas y Fuente).

Las estelas con decoraciones antropomórficas vinculadas a contextos funerarios, son una muestra de la realidad productiva y de la nueva situación social que conlleva la aparición de una incipiente jerarquización. La figura humana adquiere una gran importancia ya que es utilizada por los individuos que se hacen con el control de los medios de producción para legitimar el nuevo orden social. Estas representaciones simbolizan probablemente a antepasados influyentes, posiblemente jefes relacionados con los nuevos dirigentes, y suponen un proceso de jerarquización del espacio funerario. La temática antropomorfa era plasmada de manera diversa en las distintas tradiciones locales que evolucionaron independientemente, pero que entraban en contacto cuando las poblaciones que vivían en valles separados coincidían en los corredores y pasos naturales o en los pastos de altura a los que llevaban a sus rebaños. En estos lugares se compartieron las diferentes variaciones locales de modo que se produjo una cierta homogenización de algunos elementos culturales. De esta manera se explican las claras similitudes existentes entre las estelas antropomorfas vinculadas a monumentos megalíticos.

En la localidad de Poio se encontró una estela antropomorfa que había sido reutilizada como tapa de una sepultura medieval y que probablemente fuera un ortostato de alguno de los megalitos que se encuentran en las cercanías (Gimeno). 


Se trata de una losa de 210 cm de alto y 66 cm de ancho, en la que en el centro de una de sus caras hay diversos grabados, como serpentiformes así como una silueta rectangular de apariencia antropomórfica de la que parten unos trazos hacia abajo que pudieran ser los brazos y otros en la zona inferior que se corresponderían con los pies. 


Este diseño es similar a la silueta de algunas placas decoradas halladas en contextos funerarios del SO de la Península. Si bien la cronología de la Estela de Poio es incierta, su datación aproximada es del 3100-2500 a.C.


Calcolítico Campaniforme gallego (2250-1990/1800).

La etapa denominada campaniforme recibe su nombre de los recipientes de cerámica en forma de campana, que aparecen con  tres formas típicas: vaso, cuenco y cazuela. Por lo general son de color rojo y presentan una rica decoración, con motivos geométricos de líneas horizontales y bandas, realizada empleando conchas, peines y cuerdas.


El fenómeno campaniforme es una manifestación de los cambios en la estructura social, que se difundieron con los movimientos de las poblaciones calcolíticas por toda Europa y N de África, si bien no está claro cuál es su origen ni el papel que desempeñó en la difusión de la metalurgia del cobre. Es probable que la cerámica campaniforme apareciera en la Península por primera vez en Andalucía (Los Millares. Almería)  y en Portugal (Zambujal. Torres Vedras) y que desde estas zonas llegara a Galicia entre el 2600-2400 a.C. Se han recuperado restos en más de cien yacimientos gallegos como el del túmulo de Cotogrande (Vigo), uno de los más antiguos, Chan de Arquiña (Moaña) y San Salvador de Budiño (Porriño).

La cerámica campaniforme procedente de ajuares funerarios es la de mejor calidad y aparece junto al cadáver acompañando a objetos de cobre, como puntas de flecha tipo Palmela y puñales de lengüeta, puntas de flecha de sílex, brazaletes de arquero, botones de hueso con perforación en “V” y a veces objetos de oro.

Durante la fase campaniforme tuvo lugar un notable aumento de la  producción debido a la extensión de las técnicas metalúrgicas y a la importancia económica que fue adquiriendo esta actividad. De todos modos, resulta muy difícil diferenciar los objetos realizados en la fase precampaniforme y campaniforme.

Por lo que se refiere a las construcciones funerarias, en la etapa campaniforme se dejan de construir las grandes cámaras megalíticas que son sustituidas por cistas rectangulares que a veces presentan grabados con motivos de zigzags y ondulados. La falta de visibilidad de este nuevo tipo de enterramientos ha permitido que muchos de ellos hayan podido llegar íntegros hasta nuestros días y no hayan sido objeto de pillaje como la mayoría de las mámoas.

Cista de Chan de Castiñeiras II (Vilaboa).

Estas cistas albergaban los cadáveres de personas de alto estatus que habían acumulado la mayor parte de los excedentes generados por las nuevas técnicas de producción agrícola y metalúrgica, una muestra más de  la diferenciación social característica de este período y de la importancia adquirida por la persona frente a la comunidad. 


Armas del Calcolítico

Entre los restos hallados destacan las hachas planas de cobre sin aleación que aparecieron a mediados del III milenio a.C. y cuyo diseño es idéntico al de las hachas de piedra utilizadas en las labores agrícolas, aunque funcionalmente no sirven para este tipo de trabajo por lo que tienen un valor simbólico más que práctico.

Otras armas que aparecen en Galicia son los puñales de espigo plano y hoja triangular y la alabarda tipo “Carrapatas”, según la clasificación de Schubart, que se caracteriza por tener una gran hoja triangular de cobre con un fuerte nervio central que crea dos partes prácticamente simétricas. Este tipo de alabarda, muy semejante al de sus equivalentes inglesas y que se corresponde con el tipo “Carn irlandés”, presenta dos acanaladuras paralelas al filo y se sujetaba al mango mediante una lámina triangular con tres agujeros para los clavos (Antonio de la Peña Santos).

Alabarda votiva de pizarra. Museo Arqueológico de Sevilla.

Características de este período son las puntas de flecha tipo Palmela, que reciben su nombre del yacimiento situado en Setúbal donde fueron encontradas por primera vezl. Son de cobre arsenicado y tienen una punta larga y ancha con un pedúnculo largo y fuerte que permitía insertarlas firmemente en el astil de la flecha.

Punta de flecha Palmela.

Otro elemento distintivo del Calcolítico, asociado a la etapa campaniforme, son los brazaletes de arquero de piedra pulimentada con una o dos perforaciones.



Los petroglifos gallegos

Una de las expresiones culturales más genuinas del arte prehistórico de Galicia la constituye el grupo gallego de grabados rupestres. Comenzaron a realizarse en la transición entre la Edad del Cobre y la Edad del Bronce, prolongándose durante casi todo este último período e incluso hasta comienzos de la Edad de Hierro.

Laxe das Picadas (Montecelo. Poio). III-II milenio a.C.

Si bien podemos encontrar petroglifos en toda Galicia, es en el área de las Rías Baixas donde aparece el mayor número y los diseños más elaborados, variados y complejos. Destacan las llamadas “rocas panoplia” en la que aparecen labradas gran cantidad de representaciones de armas, en una evidente exhibición de estatus y poder con un claro mensaje disuasorio. 

Auga da Laxe (Gondomar).

Encontramos figuras de puñales y espadas cuya tipología corresponde al III-II milenio, vinculadas al fenómeno campaniforme o epicampaniforme, y que son muy semejantes a las armas bretonas y británicas. También hay alabardas del tipo atlántico denominado “Carrapatas”, que guardan gran parecido con las irlandesas y que podemos ver en al menos seis grupos de petroglifos gallegos: Castriño de Conxo (Santiago de Compostela), Santiago de Breixa (Silleda), Xan de deus (Moraña), Montecelo en A Caeira (Poio), Laxe da Chan (Cangas do Morrazo), Poza da lagoa, en el monte Penide (Trasmañó. Redondela) y Auga da Laxe I (Gondomar. Pontevedra). 


Los ídolos cilíndro: A Caeira y Pedra das Ferraduras.

Durante el Calcolítico se mantiene el sistema de creencias megalítico, pero gradualmente se va incorporando una nueva mitología más compleja y elaborada. Así, el culto a la diosa madre de la fecundidad y la fertilidad va cediendo en importancia y comienza a aparecer la iconografía de los ídolos cilindros ibéricos, un fenómeno autóctono aunque influido por una idea religiosa procedente del Mediterráneo Oriental, que será reinterpretada aplicando elementos propios de la cultura indígena gallega.

Ejemplos de estas nuevas influencias se han encontrado en la zona costera del SO de Galicia. En A Caeira (Poio) se halló una pieza única en Galicia, consistente en un ídolo cilíndrico muy bien pulimentado, de diseño sencillo, que no presenta más decoración que un punto en una de sus bases y seis, sin orden aparente, en la otra base. Este tipo de ídolo, que corresponde al tipo VI de la clasificación realizada por Almagro, caracterizada por su diseño sencillo y la falta de ornamentación, aparece en el C y S de Portugal y probablemente llegó a Galicia siguiendo la línea de la costa.

La otra evidencia arqueológica la encontramos en el espectacular grupo de insculturas de Pedra das Ferraduras  (San Xurxo de Sacos), donde aparecen representados los dos aspectos de mayor valor ideológico en la sociedad del Calcolítico. 


Por una parte vemos la figura de un antropomorfo que levanta sobre su cabeza una colosal espada, lo que claramente debe ser interpretado como un símbolo de poder bélico, así como de prestigio y estatus social. Por otra parte aparecen representados cuatro ídolos cilindro, símbolos de la dimensión mágico-religiosa y funeraria. 


Uno de estos ídolos posee cara, ojos y boca y todos ellos guardan notorias semejanzas con el cilindro decorado encontrado en la sepultura de Samarra (Sintra, Lisboa) (Leisner 1965). 

Cilindro de Samarra.

La presencia de estos ídolos demuestra una cierta uniformidad de todas las sociedades del occidente peninsular y las diferencias entre todos estos ídolos, pese a ser muy evidentes, no son más que adaptaciones o interpretaciones regionales de esta cultura común. 

Manifestaciones artísticas como la Pedra das Ferraduras nos permiten indagar sobre las creencias mágico-religiosas de las poblaciones gallegas del Calcolítico, ya que es más que probable que nos hallemos ante el escenario en el que los chamanes realizaban sus rituales mágicos. La figura del guerrero situada en la parte superior del plano y que blande una gigantesca espada, es claramente una demostración ostentosa de poder que buscaba inculcar la idea de obediencia entre los miembros de la tribu. 


Por lo tanto nos hallamos ante un grupo representacional único que nos muestra de forma inequívoca el uso que el poder y la religión hacían del arte como una forma de control social. 

Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.

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