lunes, 14 de julio de 2025

Necrópolis ibera de Piquía

 

La necrópolis tardoibera de Piquía (Arjona, Jaén), datada a principios del siglo I a.C, se localiza en una ladera a 1,5 km al NO del oppidum de Urgavo Alba. En 2010 una tromba de agua puso al descubierto alguna de las tumbas, por lo que se procedió a realizar la excavación de una zona de 150 m² y se hallaron 34 enterramientos (fosas pequeñas, nichos de un columbario, cámaras funerarias y cistas) situados en torno a una tumba principesca. Toda esta variedad tipológica de sepulturas tenía como denominador común un rito de incineración de tradición ibera.

Recipiente tipo braserillo y jarra de bronce. Cámara principesca (Piquía).

Los príncipes iberos gobernaban uno o varios oppidum y pertenecían a linajes prestigiosos que descendían de algún héroe. Los príncipes rivalizaban entre si construyendo necrópolis monumentales con ricos ajuares funerarios, en las que se ensalzaba la muerte heroica y la victoria en combates singulares, conceptos muy difundidos entre la aristocracia ibera y con los que buscaban dar prestigio a su estirpe.

Guerrero de doble armadura. S V a.C (Cerrillo Blanco).

Despúes de la conquista romana los príncipes dejaron de dominar vastos territorios y sólo regían el oppidum en el que residían. En esta época los príncipes intentaron refundar sus viejos linajes levantando nuevas necrópolis.

Ajuar funerario. Necrópolis de Cerro Boyero.S IV a.C. (Valenzuela).

En el caso de la necrópolis de Piquía es posible que los restos hallados en la tumba principal correspondan al príncipe Iltirtiiltir de Urgavo (Arjona) y su esposa, ya que en las excavaciones se ha encontrado una tapadera de plomo con una inscripción ibera que ha sido traducida como “Iltirtiiltir hijo de Ekaterutu”.

La cámara de la tumba principesca de Piquía es de planta rectangular y mide 2,9 m de largo, 1,25 m de ancho y tiene una profundidad de 1,2 m. Esta cámara es la más lujosa de todas las encontradas en la necrópolis y está construida con mampostería, utilizando grandes sillares de piedra unidos sin mortero ni cemento. En su interior se halló un conjunto de cerámica ática, un ánfora para el vino de la libación, recipientes de cerámica ibérica pintada de época ibera tardía, fragmentos de vidrio, restos de una cota de malla de tipología romana, una espada recta y un puñal de antenas.

Puñal de antenas atrofiadas y funda decorada (Piquía).

También se localizaron elementos decorativos pertenecientes a un carro ritual funerario de hierro y madera. Decoraciones de este tipo para carros rituales han aparecido también en el yacimiento ibero de Cerro Maquiz, a tan sólo 30 km de Piquía, donde se descubrió una interesante colección de piezas de bronce para caballerías.

Elemento de caballería y piezas de gobierno para carros.

Otro hallazgo excepcional dentro del arte ibero es la llamada Caja de los Guerreros de la tumba principesca de Piquía. Se trata de una urna cineraria labrada en un bloque cúbico de piedra caliza de 15,5 cm de alto, 21 cm de largo y 17,20 cm de profundidad. Las técnicas empleadas en su realización son varias: tallado, desbastado, punzonado, cincelado y pulido. En todas sus caras se representa en bajorrelieve una escena distinta enmarcada por un cordón resaltado, característica de la iconografía del combate aristocrático de la época ibera tardía. En una de sus caras aparece representado un duelo entre lanceros con un personaje desnudo situado entre ambos; en otra se muestra una lucha desigual entre un guerrero a pie y un jinete a caballo; en otra vemos un combate entre guerreros, uno con espada y scutum y el otro con falcata y caetra. En la última escena aparecen dos guerreros montados en caballos con las crines trenzadas.

La caja tiene una tapadera de 20 cm x 19 cm diseñada para que encaje perfectamente y que la urna quede sellada. La tapadera está decorada con franjas de líneas dobles perimetrales y que se cruzan en el centro, el cual está rematado por un pomo cilíndrico. En el interior de la caja se encontraron cenizas y restos de huesos correspondientes a un hombre y una mujer, de acuerdo con los resultados forenses realizados en la Universidad Complutense de Madrid.

Si bien la Caja de los Guerreros se ajusta a la tipología iconográfica ibera, presenta características típicamente romanas, como la tapa a dos aguas, lo que nos indica que aunque la influencia del mundo romano era inevitable, las élites gobernantes que encargaron esta urna estaban muy interesadas en mantener los elementos representacionales autóctonos, para resaltar el carácter identitario en el que se fundamentaba su poder.

Otro descubrimiento sumamente interesante es una colección de siete cráteras áticas de figuras rojas datadas siglo IV a.C, que fueron pasando de padres a hijos como objetos de lujo y que en el siglo I a.C. fueron enterradas en la tumba del príncipe como parte de su ajuar funerario. Estas cráteras fueron fabricadas en Atenas en el siglo IV a.C, entre el 400 y el 351 a.C.

Cráteras griegas. Ajuar funerario del príncipe Iltirtiiltir. S IV a.C. (Piquía).

En una de ellas se muestra la unión sagrada de Heracles y Hebe, diosa de la juventud. Mide 39,20 cm de alto, 19 cm de diámetro de base y 38 cm de diámetro de boca. La crátera de campana que representa una centauromaquia mide 38,50 cm de alto, 19 cm de diámetro de base y 41 cm de diámetro de boca.

Centauromaquia.

La crátera de campana con la representación del baño nupcial de Helena tiene unas medidas de 32,50 cm de alto, 15,70 cm de diámetro de base y 35,30 cm de diámetro de boca.

Baño nupcial de Helena.

La crátera que muestra la heroización y divinización de Heracles mide 40,50 cm de alto, 19 cm de diámetro en la base y 42 cm de diámetro en la boca.

Heroización y divinización de Heracles.

Entre las piezas recuperadas en la necrópolis de Piquía destaca también un excepcional pasarriendas con la representacion de una cabeza de guerrero ibero con casco siendo devorada o vomitada por un lobo. Esta pieza de fundición de hierro y bronce mide 22,50 cm de alto, 7,30 cm de ancho, 0,50 cm de grosor, y tiene un peso de 1.030 gr.

Cabeza de guerrero y lobo (Piquía).

En el rostro del guerrero se aprecian los ojos ovales, la nariz larga y recta, y una boca pequeña de labios finos. En la cara del lobo (según algunos autores pudiera tratarse de un león) se distinguen las orejas pequeñas, los ojos salientes, las arrugas de las fauces y el hocico. La datación de esta interesante pieza se establece en el siglo I a.C.



Bibliografía:

Núñez Izquierdo, Javier: Las monomaquias en la protohistoria de la Península Ibérica. Testimonios literarios y documentación arqueológica.

Rueda Galán, Carmen; Lechuga, Miguel Ángel; Bellón Ruiz, Juan Pedro: Los Bronces de Maquiz. Nuevas propuestas para su contesctualización dentro del proceso histórico de Iliturgi.

Ruiz, A. Molinos, M. Rísquez, C., Gómez, F. y Lechuga, M. Á.: La cámara de Piquía, Arjona,

Ruiz, A. Molinos, M. Rísquez, C., Lechuga, M. Á y Gómez, F.: La cámara de Piquía. La tumba de un príncipe tardío. Catálogo de la exposición La Dama, el Príncipe, el Héroe y la Diosa.


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.


viernes, 11 de julio de 2025

Esculturas de león y loba de cerro de Los Molinillos

 

El Cerro de los Molinillos se encuentra a unos 11 km al NE de Baena, al S del río Guadajoz, situado estratégicamente en la ruta que comunicaba Castulo con Hispalis y por la que circulaban materias primas y mercancías. El asentamiento se emplazó sobre esta gran meseta de unos 600 m de largo y unos 200 m de ancho y su primera población probablemente tuvo lugar en la Edad del Cobre, aunque los restos más antiguos hallados corresponden al período del Bronce Final. Es posible que la muralla que servía de defensa a este oppdium se construyera alrededor del siglo VI a.C, dentro del llamado Período Orientalizante, momento en el que el asentamiento alcanzó su mayor apogeo.

Entre los restos hallados en las excavaciones arqueológicas destacan especialmente las esculturas de dos leones y de una loba con su cría.

La escultura del león o leona está realizada en piedra caliza de coloración blanca-amarillenta y sus dimensiones son 114,5 cm de largo, 61 cm de alto y 23 cm de ancho. El felino está tumbado sobre sus patas, de las cuales sólo se conservan las traseras. 

En su cabeza, girada hacia la derecha, se aprecian los grandes ojos ovalados, las orejas redondeadas levantadas, los bigotes y la boca entreabierta con la lengua de fuera, mostrando los dientes y colmillos. La melena cubre el dorso hasta el final de la espalda. También se distingue la cola, situada bajo el vientre del animal. 

El felino está tumbado sobre sus patas, de las cuales sólo se conservan las traseras y también se distingue la cola, situada bajo el vientre del animal. 

Esta escultura se conserva en el Museo Ibero de Jaén y tiene una pareja que actualmente está en el Museo Arqueológico de Baena. Ambas estatuas debieron estar situadas a la entrada de un edificio y tendrían un carácter apotropaico, como elementos rituales sagrados cuya finalidad era alejar el mal. La datación de la pareja de leones/as se establece alrededor del siglo IV a.C.

La escultura de la loba amamantando a su cría también fue tallada en piedra caliza blanca, siendo sus medidas 68 cm de largo, 96 cm de alto y 35 cm de ancho.

La loba está erguida, sentada sobre sus patas traseras mientras amamanta a su cría. Los poderosos biceps femorales de las extremidades posteriores contrastan con las delgadas extremidades anteriores que están estiradas. La garra de la pata delantera derecha está sobre el cadáver de una oveja o cabra joven que carece de cabeza.

La cara de la loba mira al frente con una expresión terrorífica, con la boca abierta y replegando la piel de la mandíbula superior para dejar al descubierto sus potentes colmillos.

Las orejas están erguidas con las puntas echadas hacia atrás y los ojos son ovalados y fueron vaciados para poder incrustar una piedra o un vidrio, lo que seguramente le conferiría un aspecto aún más salvaje y horrible.

La actitud de fiereza de la loba y la presencia del joven animal que yace muerto, contrastan con la imagen del lobezno mamando de su madre, en una clara representación del ciclo natural de la vida y la muerte.

La escultura de la loba está datada en el siglo III a.C. y fue encontrada fuera de su contexto arqueológico, lo mismo que la estatua del león. Se supone que originalmente ambas formaban parte de una necrópolis ibera y que su función era señalar los emplazamientos funerarios y servir de protección a los difuntos, alejando el mal.



Bibliografía:

Chapa, Teresa; Vallejo, Ícaro; Martínez Navarrete, María Isabel; Ceprián, Bautista; Rodero, Alicia; Pereira, Juan: El trabajo de los escultores ibéricos: un ejemplo de Porcuna (Jaén).

Chapa, Teresa; Alba, Miriam; González Reyero, Susana. Los leones de El Macalón (Nerpio, Albacete). Monumento, ideología y control territorial en la formación del mundo ibérico.

García-Gelabert Pérez, María Paz y Blázquez Martínez, José María. El significado del ciervo entre los pueblos protohistóricos de la Península Ibérica.

Morena López, José Antonio. El poblado y la necrópolis norte del Cerro de Los Molinillos (Baena. Córdoba). Estado actual de la investigación.

Morena López, José Antonio. Ciudades antiguas del Valle del Guadajoz. El oppidum ignotum del Cerro de Los Molinillos (Baena).

Olmos, Ricardo. Los príncipes esculpidos de Porcuna (Jaén): una aproximación de la naturaleza y de la historia.

Olmos, Ricardo. Los grupos escultóricos del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén). Un ensayo de lectura iconográfica convergente.

Rísquez Cuenca, Carmen: Necrópolis ibéricas en el Fondo Arqueológico Ricardo Marsal Monzón.


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.

domingo, 6 de julio de 2025

Santuario heroico del cerro El Pajarillo

 

El santuario heroico o heroon de El Pajarillo se encuentra en Huelma (Jaén), en la entrada del valle del río Jandulilla, una zona estratética desde la que se controla el paso entre el Alto Guadalquivir y la depresión de Guadix-Baza.

Cabeza de lobo (El Pajarillo. Primera mitad S IV a.C.)

La gran cantidad y calidad de los restos griegos hallados en el santuario de El Pajarillo indican que en el siglo IV a.C. este lugar estaba estrechamente vinculado al intenso comercio fluvial de cerámicas griegas desde las altiplanicies de Sierra de Baza y Sierra Nevada, pasando por Huelma en las faldas de Sierra Mágina, hasta el oppidum de Úbeda la Vieja, la Iltiraka de los oretanos.

Cráteras griegas .Necrópolis del príncipe Iltirtiiltir. (Piquia.S IV a.C.)

A partir del siglo V a. C. se produjo un cambio importante en la concepción política de la aristocracia ibera, que hasta entonces había intentado imponer una monarquía de tipo orientalizante y que a partir de ese momento pasó a modelos ideológicos en los que la figura del héroe desempeñaba un papel central. Los iberos eran gobernados por príncipes que regían una o varias ciudades fortificadas o oppidum y que solían ser descendientes de algún héroe. Contaban con un gran número de personas fieles a su linaje, sus clientes, que en caso de guerra tomaban las armas para seguir al príncipe a la lucha. Los conflictos entre tribus y clanes eran habituales en la sociedad ibera y a menudo desembocaban en enfrentamientos militares por tierras cultivables, pastos para el ganado y acceso a rutas comerciales.

Guerrero ibero.

La aristocracia ibera, configurada alrededor del príncipe y su familia, vivía en el oppidum y solía competir con los otros clanes levantando monumentos que dieran prestigio a su linaje y demostraran su poder.
Cabeza ibera (Oppidum de Úbeda la Vieja. S. V-IV a.C.)
La élite oretana que gobernaba el oppidum de Iltiraka (Úbeda la Vieja) y las tierras situadas en la confluencia del río Jandulilla con el Guadalquivir, mandó construir este santuario heróico lejos de cualquier núcleo de población importante, a la entrada del valle donde el paso era más angosto, para manifestar su dominio sobre el territorio y el control del acceso de personas y mercancías que pretendían transitar por este lugar estratégico.

En las inmediaciones del santuario tan sólo existía un pequeño asentamiento donde residían las personas encargadas del cuidado del monumento y de la realización de los rituales que se desarrollaban en él. También había una pequeña necrópolis de incineración. Para construir este asentamiento en ladera fue necesario realizar diferentes niveles de terrazas, para posteriormente levantar un enorme muro de piedra de 80 m de largo y 8 m de anchura.

León acéfalo. (El Pajarillo. Primera mitad S IV a.C.)

El acceso se situaba al norte y consistía en unas escalerillas que llevaban a un corredor delantero o podium, que a su vez daba paso a otras escaleras mayores flanqueadas por dos estatuas de leones.

León acéfalo. (El Pajarillo. Primera mitad S IV a.C.)

Junto a los leones se situaban dos grifos, un lobo, varias imágenes de carnívoros más pequeños, un niño y un hombre con vestimenta aristocrática armado con una falcata.
Basa con parte inferior de un grifo. (El Pajarillo. Primera mitad S IV a.C.)

El diseño del heroon de El Pajarillo era bastante complejo y buscaba resaltar la puesta en escena del excepcional conjunto escultórico, que representaba una escena de lucha heróica en la que el protagonista, protegido por leones y grifos, se enfrentaba a un lobo para salvar a un niño.

Héroe (El Pajarillo. Primera mitad S IV a.C.)

El héroe viste una túnica corta y un manto que recoge con la mano izquierda, mientras con la derecha agarra con firmeza la empuñadura de su falcata, oculta bajo los pliegues.

Héroe (El Pajarillo. Primera mitad S IV a.C.)

El lobo está sentado sobre sus patas traseras, lo que indica que está en su territorio y que es el héroe el que lo invade, por lo que se prepara para atacarlo, estira el cuello y abre sus fauces mostrando sus dientes.

Cabeza de lobo (El Pajarillo. Primera mitad S IV a.C.)

El santuario heroico de El Pajarillo tuvo una breve existencia de apenas cincuenta años y su final fue repentino. Desconocemos el motivo por el que fue abandonado y olvidado, pero tal vez estuvo relacionado con la súbita interrupción de las importaciones de cerámicas griegas a mediados del siglo IV a.C.


Bibliografía:

Chapa, Teresa; Vallejo, Ícaro; Martínez Navarrete, María Isabel; Ceprián, Bautista; Rodero, Alicia; Pereira, Juan: El trabajo de los escultores ibéricos: un ejemplo de Porcuna (Jaén)

Chapa, Teresa; Ruiz Rodríguez, Arturo; Pereira, Juan: El santuario heroico de “El Pajarillo de Huelma”.

De la Bandera Romero, María Luisa y Molina Poyato,Pedro. Dama ibérica de Torres: una imagen de la aristocracia oretana.

García-Gelabert Pérez, María Paz y Blázquez Martínez, José María. El significado del ciervo entre los pueblos protohistóricos de la Península Ibérica.

Molinos Molinos, Manuel; Chapa Brunet, Teresa, Ruiz Rodríguez, Arturo; Pereira Sieso, Juan: El Cerro de El Pajarillo (Huelma, Jaén): algunas consideraciones sobre el significado de un gran centro monumental en el contexto de la definición del territorio aristocrático.

Molinos Molinos, Manuel; Chapa Brunet, Teresa, Ruiz Rodríguez, Arturo; Pereira Sieso, Juan: El santuario heróico de El Pajarillo (Huelma, Jaén).

Olmos, Ricardo. Los príncipes esculpidos de Porcuna (Jaén): una aproximación de la naturaleza y de la historia.

Olmos, Ricardo. Los grupos escultóricos del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén). Un ensayo de lectura iconográfica convergente.

Quesada Sanz, Fernando; Rueda Galán, Carmen: Las armas y el contexto del Guerrero de “Las Atalueyas” (Jaén): una escultura de época ibérica tardía/romano republicana.

Rísquez Cuenca, Carmen: Necrópolis ibéricas en el Fondo Arqueológico Ricardo Marsal Monzón

Vallejo Delgado, Luis Emilio: Los conjuntos escultóricos de Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén): procesos, técnicas y grafismos.


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.

sábado, 5 de julio de 2025

Mausoleo dinástico del Cerrillo Blanco

 

El conjunto escultórico del Cerrillo Blanco es el más importante y monumental de la escultura ibera conocido hasta el momento.

Este yacimiento arqueológico se encuentra a 1,5 km al N de Porcuna (Jaén), la antigua Ipolka ibera, capital de los túrdulos que en época romana pasó a denominarse Ibulco.

Durante la realización de labores agrícolas fueron apareciendo gran cantidad de fragmentos de esculturas, pero no fue hasta 1975 cuando comenzaron las primeras excavaciones del yacimiento, las cuales se prolongaron hasta 1979. Los restos más antiguos correspondían a una necrópolis tartésica del período orientalizante, influenciada por las culturas fenicia y griega, datada entre mediados del s. VII y el s. VI a.C. 

La necrópolis estaba perimetrada por un círculo de lajas de piedra, en cuyo interior se situaban veinticuatro enterramientos individuales con diferentes orientaciones y acotados también por losas de piedra. En este cementerio fueron enterradas personas que tenían relaciones familiares entre ellas y cuyas tumbas fueron dispuestas a cierta distancia de la sepultura principal, en la cual se encontraron los restos de un hombre y una mujer. En los ajuares funerarios recuperados durante las excavaciones se hallaron hebillas de cinturón, fíbulas y peines de marfil decorados.

Broche decorado con madasquinado de plata. S V-III a.C. (Cerro Maquiz).

A partir del siglo V a. C. se produjo un cambio importante en la concepción política de la aristocracia ibera, que hasta el entonces había intentado imponer una monarquía de tipo orientalizante y que a partir de ese momento pasó a modelos ideológicos en los que la figura del héroe desempeñaba un papel central. A consecuencia de estos cambios sociales, sobre la primitiva necrópolis de Cerrillo Blanco, entre el 470 al 420 a.C se construyó un mausoleo dinástico que no tenía relación alguna con la necrópolis original. De la decoración de este mausoleo principesco se han localizado alrededor de mil quinientos fragmentos correspondientes en su mayoría a esculturas de bulto redondo, aunque también hay imágenes en altorrelieve. La piedra empleada para esculpir las estatuas fue una calcarenita de grano muy fino, muy porosa y fácil de trabajar cuando está húmeda pero que se endurece cuando está seca, aunque tiende a rayarse con facilidad. De todas estas esculturas, actualmente unas cuarenta de ellas han podido ser parcialmente reconstruidas.

Los iberos eran gobernados por príncipes que regían una o varias ciudades fortificadas o oppidum y que solían ser descendientes de algún héroe. El príncipe solía competir con los de otros clanes levantando monumentos funerarios con ricos ajuares funerarios, como muestra de prestigio y demostración de poder. El mausoleo dinástico del Cerrillo Blanco fue realizado por encargo de un grupo familiar aristocrático a un taller de artistas iberos que tenían evidentes influencias y formación en el arte griego, como se aprecia en el estilo de algunas estatuas que está claramente inspirado en los frontones de los templos griegos, aunque incorporando el ropaje y el armamento ibero. Estos artistas representaron a los miembros del linaje dominante como personajes de un universo principesco en el que se integraba la guerra, la presencia de animales míticos y el mundo de los antepasados, algo característico de la tradición heroica de la época.

Reconstrucción hipotética del mausoleo del Cerrillo Blanco (Fuente: Europeana)

En el grupo escultórico del Cerrillo Blanco se distinguen una serie de bloques temáticos: combates entre hombres pertenecientes a dos bandos de guerreros ibéricos (jinete desmontado atravesando con su lanza a un enemigo caído, guerrero con escudo en el vientre, guerrero con falcata, guerrero caído con ave, guerrero asido por la muñeca y guerrero de la armadura doble); luchas de hombres con animales reales o mitológicos (hombre luchando con león), peleas de animales con animales (león-grifo con palmeta y serpiente), animales individuales (águila, lobo, novillo) y motivos de carácter religioso (sacerdotisa con serpiente, oferente con cabras, dama con niño, dama sedente).

Poco tiempo después de su construcción, el santuario del Cerrillo Blanco y sus esculturas fueron destruidas con violencia, cebándose especialmente con las cabezas y rostros, tal vez durante un enfrentamiento político o un conflicto bélico con otro linaje ibero, a consecuencia del cual el clan triunfador decidió destrozar una a una todas las esculturas para eliminar la memoria e identidad de su rival, al modo de la damnatio memoriae romana. Este tipo de conflictos entre tribus y clanes eran habituales en la sociedad íbera y a menudo desembocaban en enfrentamientos militares por tierras cultivables, pastos para el ganado y acceso a rutas comerciales.

Después de su destrucción, los restos del conjunto escultórico fueron enterrados en una zanja situada en una ladera del Cerrillo Blanco y se cubrieron con algunas de las grandes losas que delimitaban la antigua necrópolis. Posteriormente, sobre ellos se construyó una pequeña necrópolis que pervivió hasta época iberorromana y que reutilizó algunos de los fragmentos de esculturas. Poco a poco el lugar fue cayendo en el olvido y en época medieval y moderna toda la zona estuvo dedicada a tierras de cultivo.

Reproducción de una sepultura ibera de los siglos V-III a.C.

Debido a la enorme cantidad de esculturas encontradas en este yacimiento, a continuación voy a describir sólo algunas de las estatuas que forman parte del conjunto escultórico.

El conocido como “Guerrero de la doble armadura” es la única de las estatuas de Cerrillo Blanco que conserva la cabeza. Está datada en la primera mitad del siglo V a.C. y su estudio ha permitido reconstruir la vestimenta y la panoplia de un guerrero aristócrata de la época. El fragmento que ha llegado hasta nuestros días mide 1,05 m de altura, 44 cm de ancho, 37 cm de grosor máximo y pesa 63,4 Kg.

El rostro del guerrero tiene ojos rasgados y grandes pupilas, nariz recta y labios finos. La cabeza es de proporciones cuadradas y está protegida con un casco con refuerzos metálicos, con un adorno en espiral en el lateral derecho y hendiduras rectangulares en las que es posible que se insertaran piezas metálicas. En el centro del casco se aprecia una ancha cinta donde iría la cimera, adorno heráldico que se colocaba en la parte superior del casco y que en este caso sería la figura de un león, del cual sólo se conservan las patas delanteras.

El guerrero viste una túnica con escote en V ceñida con un cinturón ancho y en el brazo izquierdo luce un brazalete en espiral de cuatro vueltas.

Protegiendo el pecho y los hombros lleva una coraza de discos sujetos por una correa sobre los hombros y que se cruza en la espalda. Del hombro derecho cruza un tahalí del que pende la vaina vacía de una espada corta que se sitúa sobre el pecho, por encima de un escudo circular tipo caetra.
La estatua del jinete desmontado atravesando con su lanza a un enemigo caído fue esculpida en un bloque único y destaca por la precisión de los detalles. El jinete ha bajado de su caballo y con el pie izquierdo pisa la mano del contrincante vencido, mientras que con su lanza le atraviesa la boca o el cuello. El jinete viste una rica túnica ceñida por un cinturón en el que se sujeta una espada corta en su vaina. El jinete tiene su pecho protegido por un cardiophylax y con el brazo izquierdo tiene asida su caetra, mientras que con el derecho agarra la lanza con la que atraviesa a su rival. Sus discos de bronce y los brazaletes de cuatro vueltas que luce, muestran claramente su alta jerarquía.
Jinete atravesando con su lanza a un enemigo caído (reproducción)

El caballo del jinete está engalanado y sus bridas muestran lujosas decoraciones con adornos metálicos. El animal está encabritado y levanta las patas delanteras para golpear con sus cascos la cara del guerrero derrotado. El guerrero vencido también porta una coraza de discos sujeta a los hombros con una correa, y una espada corta que no ha podido desenfundar. A su lado está su caetra, caída sobre el suelo, y sobre ella reposa su mano izquierda aprisionada por el pie del vencedor. El guerrero vencido levanta el brazo derecho en actitud de súplica o intentando infructuosamente evitar que la lanza le atraviese la cara, a la vez que gira el rostro para evitarlo y queda mirando hacia el espectador con expresión patética.

La escultura del Oferente de los cápridos, es también conocida como la Diosa de los carneros

Es una estatua de gran tamaño que representa a una supuesta divinidad femenina que sujeta dos machos de cabra montesa sobredimensionados y contrapuestos por la espalda.

La deidad sostiene con sus manos las patas delanteras de una de las cabras en señal de ofrenda al príncipe, en un gesto característico de la "Señora de los animales" (Potnia Theron), que expresa su dominio sobre la naturaleza, representada en los animales salvajes que le pertenecen, la acompañan y a los cuales domina.

Puesto que en Cerrillo Blanco predominan las esculturas de carácter heróico, algunos autores (García-Gelabert), consideran que podría tratarse de una deidad masculina, un "Señor de los animales" (Despotes Theron) o tal vez una representación de Ares, dios de la guerra al que según Estrabón los lusitanos sacrificaban machos cabríos.

Finalizo este repaso con las dos esculturas que representan a una pareja de antepasados, un hombre y una mujer de porte aristocrático y ataviados con ricas vestimentas. La mujer extiende sus brazos hacia delante en un gesto amable o servicial, mientras el hombre sostiene con su mano los pliegues de su lujoso manto que caen en zigzag sobre sus brazos.

Sin duda se trata de una persona de alto rango, no de un guerrero, y su figura es estilizada, con la pierna derecha adelantada denotando movimiento. En el cuello luce un collar con colgante y en su brazo izquierdo un brazalete. Es posible que esta pareja de esculturas representen a los dueños de la vivienda, que avanzan juntos en actitud de ofrenda o recibimiento.




Bibliografía:

Chapa, Teresa; Vallejo, Ícaro; Martínez Navarrete, María Isabel; Ceprián, Bautista; Rodero, Alicia; Pereira, Juan: El trabajo de los escultores ibéricos: un ejemplo de Porcuna (Jaén)

De la Bandera Romero, María Luisa y Molina Poyato,Pedro. Dama ibérica de Torres: una imagen de la aristocracia oretana.

Espinosa Gaitán, Jesús; Sameño Puerto, Marta; Gutiérrez Moreno, Francisco. Esculturas del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén): caracterización de los materiales y evaluacióin de productos de tratamiento.

García-Gelabert Pérez, María Paz y Blázquez Martínez, José María. El significado del ciervo entre los pueblos protohistóricos de la Península Ibérica.

Moral Campos, Juan Antonio: El trabajo de Constantino Unghetti.

Olmos, Ricardo. Los príncipes esculpidos de Porcuna (Jaén): una aproximación de la naturaleza y de la historia.

Olmos, Ricardo. Los grupos escultóricos del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén). Un ensayo de lectura iconográfica convergente.

Quesada Sanz, Fernando; Rueda Galán, Carmen: Las armas y el contexto del Guerrero de “Las Atalueyas” (Jaén): una escultura de época ibérica tardía/romano republicana.

Rísquez Cuenca, Carmen: Necrópolis ibéricas en el Fondo Arqueológico Ricardo Marsal Monzón

Vallejo Delgado, Luis Emilio: Los conjuntos escultóricos de Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén): procesos, técnicas y grafismos.


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.