sábado, 13 de diciembre de 2025

Necrópolis tartésica de La Joya


Las excavaciones realizadas en el cabezo de La Joya, en Huelva, han revelado la existencia de una necrópolis tartésica del período orientalizante, cuya cronología se sitúa entre finales del siglo VIII a.C. y la segunda mitad del siglo VI a.C.

Objetos hallados en la necrópolis de La Joya.

El periodo orientalizante tartésico se desarrolló en el contexto de una sociedad jerarquizada en la que una élite indígena, que controlaba los recursos económicos generados por la minería de la plata y el bronce, entró en contacto con la influencia sociocultural de los fenicios, lo que les llevó a adoptar sus ideas y creencias e integrarse en los circuitos comerciales del Mediterráneo Central y Oriental. En los restos hallados en La Joya se aprecia una mezcla de tradiciones europeas, atlánticas, fenicias, sirias, egipcias y chipriotas.

Sin duda, La Joya es uno de los yacimientos más importantes de la Península Ibérica. En las 19 sepulturas excavadas en esta necrópolis tartésica se han encontrado tanto restos de cadáveres incinerados, cuyas cenizas fueron depositadas en urnas, como de difuntos inhumados en tumbas, lo que indica la existencia de una variedad de complejos rituales funerarios. Los ajuares mortuorios recuperados en las excavaciones constituyen un riquisimo patrimonio, compuesto por más de mil objetos procedentes tanto de la cultura indígena tartésica como de remotas regiones del Mediterráneo. 

La tipología de las tumbas de La Joya es muy variada, desde grandes fosas de más de 4 m hasta simples hoyos. La estructura exterior de estos sepulcros es desconocida porque fue totalmente destruida por las continuas labores de cultivo realizadas durante años en la zona, por lo que no sabemos si disponían de túmulos o si se trataba de cámaras subterráneas. 

En la tumba 9 de La Joya se localizó un ungüentario de alabastro de 23 x 6 cm, de forma esbelta y alargada, con cuello estrecho de borde exvasado y redondeado. Este contenedor de aceites perfumados se tapaba con un tapón de cuarzo y se utilizaba en ceremonias fúnebres.

Datado entre el 800-501 a.C., sus características indican una clara inspiración egipcia, no pudiendo descartarse que en realidad fuera esa su procedencia. 

En la excavación realizada en la tumba 10 se halló un broche de bronce para cinturón datado en el 700-501 a.C. También se recuperó una de sus hembras, la cual presenta un diseño serpentiforme.

Del ajuar extraído de la tumba 14 destaca un broche de cinturón de pivotes de 8,6 x 6,5 cm, realizado en plata calada recubierta con una fina lámina de oro. Esta pieza, datada en el 700-501 a.C., es una de las mejores muestras de artesanía orientalizante ibérica y pudo haber sido realizada en algún taller fenicio. El diseño muestra dos series de volutas entrelazadas, en cuyas uniones aparecen diseños de flores de tres pétalos. El broche se unía al cinturón mediante unos pivotes escondidos en el reverso. 

Junto a la hebilla aparecieron varios cientos de pequeños clavos de plata con fina cobertura de oro que pertenecían a este mismo cinturón, el cual formaba parte del ajuar funerario.

En esta misma sepultura también se halló un vaso escalonado de bronce, de 6,4 x 2,5 cm, probablemente de uso ritual y datado en el 700-501 a.C.

En la tumba 16 se descubrió una fuente ovalada de bronce batido, con dos asas laminares de bronce forjado y decoración incisa con motivos de tipo fenicio. Esta fuente, fechada entre el 700 al 501 a.C., podría formar parte de una vajilla o tratarse de un pequeño altar portátil.

La excavación de la tumba 18 permitió encontrar un huevo de avestruz datado del 800 al 501 a.C. Está seccionado por la parte superior y su borde fue decorado con un diseño dentado. El exterior conserva parte de su pintura rojiza y en el interior se encontraron restos de pigmentos ocre rojizo, lo que indica que era utilizado como un recipiente para cosméticos.

Otro hallazgo descubierto en la tumba 18 es un aguamanil de bronce de 42 cm x 6,5 cm. Tiene las características de este tipo de recipientes rituales de influencia fenicia, pero destacan especialmente las cabezas de la diosa Hathor que rematan los extremos de las asas. 

Hathor era una de las diosas más populares e importantes del antiguo Egipto, relacionada con el amor, la alegría, la danza, la sexualidad, la maternidad, la fertilidad, la fecundación, la creación, la destrucción, la vegetación y también con el mundo funerario. 

Su nombre en egipcio significa “útero de Horus”, ya que era la madre del dios Horus al que alimentaba adoptando la forma de vaca. Por lo tanto Hathor simboliza a la madre que da vida y alimenta tanto a los hombres como a los dioses. El llamado peinado hathórico consiste en la conocida como “trenza divina”: dos mechones de pelo que rodean su cara y que se enroscan sobre si mismos formando un rizo.

Continuando con los objetos hallados en La Joya, en la tumba 19 apareció un broche de cinturón de tipología tartésica, de 6,6 x 12 cm, realizado en bronce y plata. Consta de tres listones y una lámina de plata decorada con un repujado de motivos florales orientalizantes. Este broche está datado en el 800-501 a.C.

En la tumba 20 se pudó recuperar una urna funeraria cerámica, de 26 x 22,4 cm, cuerpo globular y cuello corto y cilíndrico con dos asas verticales. La decoración predominante es rojiza y por encima de ella presenta tres rayas negras horizontales y paralelas. En su interior se encontró una muela humana, restos óseos de una mujer adulta, un aro de bronce y el guijarro que servía de tapadera. Esta urna fue realizada entre el año 625 y el 576 a.C.

En este mismo enterramiento también se han encontrado dos vasos cerámicos de cuernos de 18,7 x 13,10 cm. Estos recipientes tartésicos tienen una datación del 800-501 a.C.

La tumba 17 es la que posee el ajuar más rico de toda la necrópolis, con objetos y mobiliario de lujo. Pero sin duda el hallazgo mas sorprendente de todos lo constituyen los restos de un carro ligero de dos ruedas, con los atalajes y bocados de los dos caballos que tiraban de él. El carro, datado en el 700-501 a.C., tenía la estructura de madera de nogal, la cual ha desaparecido casi en su totalidad, y disponía de uno de los sistemas de suspensión más antiguos conocidos hasta el momento. 

Recreación del carro de La Joya (J.Jiménez Ávila)

El diseño del carro incorporaba los sistemas de enganche característicos de los carros europeos, pero con una ornamentación de estética fenicia y oriental. Se han encontrado más de 300 objetos de bronce que formaban parte de las guarniciones, pasadores de los correajes y pasarriendas. Los tapacubos de bronce de las ruedas representan efigies de leones con las fauces abiertas, lenguas de fuera y orejas de punta, siguiendo la iconografía de los leones del N de Siria de esa época. 

Estas piezas son unas de las más características de La Joya y de las mejores obras producidas por los metalúrgicos fenicios de la Península Ibérica.


Bibliografía:

Exposición La Joya: Vida y eternidad en Tarteso. Museo Arqueológico de Huelva.

Clara Toscano Pérez y Antonio Tejera Gaspar. La necrópolis tartésica de La Joya (Huelva). 50 años después.

Aroa Velasco Pírez. La trenza perdida de Hathor.


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.


miércoles, 10 de diciembre de 2025

Esculturas del dios Mercurio de Seiró y Taboexa

 

La escultura de Mercurio de San Salvador de Seiró (Vilar de Barrio. Ourense) fue hallada a dos kilómetros del trazado por donde transcurría la vía romana de Braga a Astorga. Se trata de una figura que mide 17,5 cm de alto, 8,1 cm de ancho y 5,4 cm de profundidad, y que está colocada sobre una peana de 8,7 cm de alto, 16,9 cm de ancho y 9,3 cm de profundidad. La escultura fue realizada con el sistema de moldeo y fundición a la cera perdida y está datada entre los siglos II-IV d. C.

Mercurio aparece representado como un adolescente prácticamente desnudo, excepto por una clámide que cuelga sobre su hombrera izquierda y que recoge sobre el brazo en tres gruesos pliegues. La figura, proporcionada y bien ejectuada, está de pie cargando todo el peso del cuerpo sobre la pierna derecha y con la pierna izquierda ligeramente flexionada. El brazo derecho está separado del costado y en la mano porta una bolsa trilobulada que simboliza la actividad comercial. En la mano izquierda se aprecia el sitio donde iría el caduceo que porta Mercurio como mensajero de los dioses, y en la cabeza se distingue el cabello con mechones ensortijados, mientras que la parte posterior está cubierta por un petasos alado. El estado de conservación no es bueno, ya que le faltan los pies, el caduceo, el ala derecha del petaso y el extremo de la clámide.

La base circular de bronce tiene el borde dentado y está adornada con tres flores de lis. Originalmente estaba sostenida por las patas delanteras de tres perros, pero actualmente uno de ellos se ha extraviado.

El Mercurio de Seiró es una excelente muestra del arte religioso culto y oficial que aparece representado en todo el Imperio. Originalmente es probable que la estatua estuviera expuesta en un lararium situado cerca de la Vía XVIII de Antonino y en el que los legionarios romanos depositarían sus exvotos.

La escultura del Mercurio de Taboexa fue hallada en el Coto de Altamira (Santa María da Taboexa. As Neves) durante las excavaciones realizadas en un pequeño castro muy romanizado. Se trata de una figurilla de bronce elaborada con el sistema de moldeo y fundición a la cera perdida, que mide 10,93 cm de alto, 4,37 cm de ancho, 2,2 cm de grosor y tiene un peso de 241 g. La figura está desnuda, salvo por una clámide apoyada en el hombro izquierdo y cuyos pliegues caen hasta las rodillas. La cabeza está cubierta con un petasos alado y en las manos faltan el caduceo y la bolsa o marsupio. Se estima que la escultura fue realizada entre los siglos I-III d.C.

Junto a esta pieza se halló otra que representa a un genio o espíritu protector en la mitología romana. La figurita está fragmentada, mide 11,8 cm de altura, 3,7 cm de ancho, 2,2 cm de profundidad y pesa 160 g. Va vestido con velo y toga, la prenda viril símbolo de la ciudadanía romana, por lo que pudiera tratarse de un genius familiaris protector del pater familias.

Dentro del sistema de creencias romano, el culto familiar a los genios tutelares de la casa fue el más popular. Los Penates eran los genios que guardaban la despensa de la familia (penus) para que no faltaran los alimentos indispensables. Los Lares eran los espíritus de los antepasados que protegían a sus descendientes, cuidando de su salud, su prosperidad y sus bienes. Para el culto de los lares, la familia situaba estas figurillas en el atrio, en la parte central de la casa, o en la cocina en las casas más modestas. El pater familias era el encargado de realizar los rituales de culto a las deidades protectoras, los cuales incluían libaciones y sacrificios de animales (corderos, conejos o gallos).

El culto a Mercurio, divinidad de la prosperidad y del comercio, llegó a la Península Ibérica con la romanización y se asentó cerca de las rutas comerciales y nudos de comunicación. Las dos esculturas de Mercurio que hemos visto guardan una gran similitud formal y artística con otras muchas piezas encontradas en todos los lugares del Imperio. El dios aparece prácticamente desnudo, vestido tan sólo con una clámide hasta las rodillas que lleva enrollada sobre el hombro izquierdo. En la cabeza lleva el característico tocado con un petasos por lo general alado, mientras que en la mano derecha agarra una bolsa o marsupium, símbolo del comercio, y en la izquierda el caduceus, un baston por lo general alado y con dos serpientes enlazadas alrededor, que simboliza la paz y las conciliaciones. Probablemente existían unos moldes realizados por artesanos, tal vez itinerantes, y que se vendían por todo el imperio para que los compradores pudieran fundir sus propias figuras.


Bibliografía:

Salvador F. Pozo Rodríguez. Varia arqueológica de la provincia Baetica. Bronces romanos inéditos. Grandes bronces. Estatuillas. Mobiliario doméstico. Amuletos fálicos…..

Milagros Conde Sánchez. Mercurio. Coto de Altamira, Taboexa (As Neves).

Purificación Rodríguez García. Bronces figurados de Taboexa.


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.

lunes, 8 de diciembre de 2025

Escultura de Efebo de Antequera

 

La escultura de efebo que se conserva en el Museo de Antequera es la más importante de todas las estatuas de bronce halladas en la Península Ibérica y una referencia mundial de este tipo de obras de arte de época romana. Su hallazgo se produjo de manera casual en 1955 en la Finca de las Piletas, un cortijo de la Vega de Antequera, cuando un tractor realizaba labores de labranza.

La escultura mide 1,54 m de altura y está realizada en bronce hueco fundido mediante la técnica de la cera perdida. Representa la figura idealizada de un joven desnudo de anatomía y musculatura suave, blanda y delicada. El efebo está erguido y carga todo su peso sobre la pierna derecha, quedando la izquierda ligeramente flexionada. La cabeza presenta un peinado con dos mechones separados con raya al medio y luce una corona de hiedra. Su estado de conservación es muy bueno y sólo le faltan las piedras o pasta vítrea que formaban los globos oculares, parte del pulgar derecho y los objetos que sostenía en sus manos.

Es posible que la estatua represente a un joven escanciador, en cuya mano derecha podía llevar una copa y en la izquierda tal vez una cinta o una guirnalda. La corona de hiedra, que en la tradición romana se suele relacionar con los poetas y las musas, podría ser una alusión a Dionysos. 

La escultura procede de algún taller neoático probablemente establecido en Roma, y su datación es de principios del siglo I d.C.

El efebo es la pieza más destacada del Museo de Antequera y se muestra en exclusiva en una sala, sobre un pedestal y con un ábside pintado en ocre rojo (rojo pompeyano) de fondo.


Bibliografía

Antonio García y Bellido. El melléphebos de bronce de Antequera.

Manuel Romero Pérez. La colección arqueológica en la exposición permanente del MVCA (Museo de la Ciudad de Antequera).


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.


Tabula Lascutana

 

La Tabula Lascutana es la inscripción romana más antigua encontrada en la Península Ibérica. Se trata del resumen de un decreto del general romano Emilio Paulo, escrito en latín arcaico y emitido el 19 de enero de 189 a.C. 

El texto se grabó por incisión en una tabla de bronce de 22,4 cm de largo, 14,5 cm de alto y 0,2 cm de grosor. El Bronce de Lascuta fue descubierto en 1866 cerca de Alcalá de los Gazules (Cádiz). Poco tiempo después de su descubrimiento fue adquirido y exportado ilegalmente por el ingeniero polaco Ladislao Lazeski, quien lo sacó de España y lo llevó a París. Posteriormente, el profesor Longpérier la llevó al Museo del Louvre para su estudio, donde aún permanece a día de hoy.

En este documento jurídico se considera hombres libres a los siervos de los habitantes de Asta (¿Asta Regia?), mientras el senado y el pueblo de Roma así lo estimen.

L(ucius) Aemilius, L(ucii) f(ilius) imperator decrevit / ut qui hastiensium servi /in Turri Lascutana habitarent / liberi essent, agrum oppidumque /quod ea tempestate possedisent /item possidere habereque /iussit dum populus senatusque / Romanus vellet. Act(um) in castris / a(nte) d(iem) XII k(alendas) febr(uarias)

Lucio Emilio, hijo de Lucio, imperator, decretó que los siervos de los hastenses que habitaran en la torre de Lascuta fuesen libres; y ordenó que, del mismo modo, poseyeran y mantuvieran el territorio y el núcleo urbano que en ese momento habían poseído, mientras fuera voluntad del pueblo y el senado romano. Dado en el campamento doce días antes de las calendas de febrero.

Lucio Paulo Emilio fue pretor de la Hispania Ulterior en el año 191 a.C. bajo el consulado de Publio Cornelio Escipión Nasica y de Manio Acilio Glabrión. En el año 190 a.C. los lusitanos vencieron al ejército romano de la Hispania Ulterior en territorio de los bastetanos, lo que obligó a los romanos a replegarse hasta su campamento de Lascuta. Según Tito Livio, Emilio Paulo decidió atacar a los lusitanos en el 189 a.C. reuniendo un nuevo ejército por movilización popular de soldados de la Bética. El ataque al campamento de los lusitanos fue una victoria total, dando muerte a 18.000 enemigos y capturando a 1.300 prisioneros, los cuales muy probablemente fueron vendidos.

El bronce de Lacuta está en relación directa con estos hechos, ya que se trata del acto jurídico de la Manumissio, en el que se concede la libertad a los siervos (servei) de la ciudad de Asta y se les autoriza a establecerse en Turris Lascutana. De esta manera se reorganizaba el territorio pacificado, desmembrando la demarcación de Asta Regia que había participado en la rebelión, y premiando a Lascuta que había sido favorable a Roma.


Bibliografía

María José Hidalgo De La Vega. El bronce de Lascuta: un balance historiográfico María José Hidalgo De La Vega

José Antonio Martínez Morcillo. Lucio Emilio Paulo y el derecho de guerra.

Jesús Montero Vítores .El bronce de Lascuta Una inscripción en el contexto del imperialismo romano del siglo II a. C.

Paula Pascual Sánchez. Inscripciones latinas en la Hispania del s. II a.C. Comentario filológico del Bronce de Ascuta (Cádiz).


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.

domingo, 7 de diciembre de 2025

Tabula Hospitalis del oppidum de Caeliobriga

 

La Tabula Hospitalis del oppidum de Caelobriga, en Castromao (Ourense), fue encontrada en las excavaciones realizadas en una construcción pavimentada de la vertiente N del castro. La tabla es de bronce fundido, mide 31 x 23 x 0,4 cm, y celebra el hospitium entre el populus de los Coelerni y Gneo Aquilo Novaugustano en el año 132 d.C.

La inscripción dice lo siguiente:

G(neo) IVLIO. SERVIO. AUGURINO. G (neo) TREBIO. SERGIANO. CO(n)S(ulibus). COELERNI. EX-HISPANIA. CITERIORE. CONVENTUS. BRACARI. CVM. G(neo) ANTONIO. AQUILO. NOVAUGUSTANO. PRAEF(ecto). COH(ortis). I. CELTIBERORUM. LIBERIS. POSTERISQUE. EIVS. HOSPITIUM. FECERUNT. G(neus). ANTONIVS. AQVILVS. CUM. COELERNIS. LIBERIS. POSTERISQUE. EORUM. HOSPITIUM. FECIT. LEGATUS. EGIT P(ublius). CAMPANIVS. GEMINVS.

Traducción: Siendo cónsules Gneo Julio Augurino y Gneo Trebio Sergiano, los Coelernos de la Hispania Citerior y del convento bracarense, realizaron un pacto de hospitalidad con Gneo Antonio Aquilino Novaugustano, prefecto de la Cohorte I de los Celtíberos, con sus hijos y sus descendientes. Gneo Antonio Aquilino hizo un pacto de hospitalidad con los Coelernos, sus hijos y sus descendientes. Actuó como legado Publio Campanio Gemino.

Los Coelerni, cuya capital era Caelobriga, era uno de las diez pueblos (civitates) que constituían el Convento Bracarense, junto con los Aquiflavienses, los Aonrigenses, los Bíbalos, los Equesos, los Interamnicos, los Límicos, los Aebisocios, los Quarquernos y los Tamaganos.

La tabula hospitalis de Castromao daba fe pública del hospitium entre los coelerni y Gneo Antonius Aquilus, un militar hispano-romano del rango ecuestre al mando de una unidad auxiliar del ejército, la Cohorte I Celtiberorum. Para testimoniar el acuerdo, la tabula hospitalis se exhibía y custodiaba en un edificio público de modo que fuera visible para todos los miembros la comunidad.

El hospitium celtibérico consistía en albergar a los extranjeros y darles reconocimiento, lo que otorgaba prestigio a los anfitriones. Mientras que para los romanos esta práctica estaba recogida en sus convenciones civiles, para los celtíberos se basaba en la costumbre y en las creencias religiosas. Diodoro Sículo describe así esta tradición: “Todos quieren dar albergue a los forasteros que van a su país y se disputan entre ellos para darles hospitalidad; aquellos a quienes los forasteros siguen, son considerados dignos de alabanza y agradables a los dioses”.

La Cohorte I Celtiberorum fue formada en el año 80 d.C con el reclutamiento de tropas celtiberas y después se escindió en dos cuerpos por motivos estratégicos. Uno de ellos operaba en Hispania Mauretania Tingitana, y su base permanente durante los siglos II-III estaba en Cidadela (Sobrado dos Monxes). El otro grupo estaba acuartelado en Mediomanum (Gales) y aparece a menudo mencionado aplacando revueltas en Britannia y participando en la construcción del muro de Adriano.

Busto del emperador hispano Adriano (Itálica).

La última referencia epigráfica fiable de la Cohors I Celtiberorum es un diploma militar britano del año 178, a finales del reinado de Marco Aurelio, pero se desconoce el momento en el que esta unidad militar desapareció, ya que no se ha encontrado ninguna otra mención durante el siglo III o posteriores.


Bibliografía:

José Manuel Costa García. Tras los pasos de la Cohors I Celtiberorum: evidencias arqueológicas.

Manuel Salinas de Frías. La función del hospitium y la clientela en la conquista y romanización de celtiberia.

Museo Arqueológico Provincial de Ourense.


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.