Las excavaciones realizadas en el cabezo de La Joya, en Huelva, han revelado la existencia de una necrópolis tartésica del período orientalizante, cuya cronología se sitúa entre finales del siglo VIII a.C. y la segunda mitad del siglo VI a.C.
| Objetos hallados en la necrópolis de La Joya. |
El periodo orientalizante tartésico se desarrolló en el contexto de una sociedad jerarquizada en la que una élite indígena, que controlaba los recursos económicos generados por la minería de la plata y el bronce, entró en contacto con la influencia sociocultural de los fenicios, lo que les llevó a adoptar sus ideas y creencias e integrarse en los circuitos comerciales del Mediterráneo Central y Oriental. En los restos hallados en La Joya se aprecia una mezcla de tradiciones europeas, atlánticas, fenicias, sirias, egipcias y chipriotas.
Sin duda, La Joya es uno de los yacimientos más importantes de la Península Ibérica. En las 19 sepulturas excavadas en esta necrópolis tartésica se han encontrado tanto restos de cadáveres incinerados, cuyas cenizas fueron depositadas en urnas, como de difuntos inhumados en tumbas, lo que indica la existencia de una variedad de complejos rituales funerarios. Los ajuares mortuorios recuperados en las excavaciones constituyen un riquisimo patrimonio, compuesto por más de mil objetos procedentes tanto de la cultura indígena tartésica como de remotas regiones del Mediterráneo.
La tipología de las tumbas de La Joya es muy variada, desde grandes fosas de más de 4 m hasta simples hoyos. La estructura exterior de estos sepulcros es desconocida porque fue totalmente destruida por las continuas labores de cultivo realizadas durante años en la zona, por lo que no sabemos si disponían de túmulos o si se trataba de cámaras subterráneas.
En la tumba 9 de La Joya se localizó un ungüentario de alabastro de 23 x 6 cm, de forma esbelta y alargada, con cuello estrecho de borde exvasado y redondeado. Este contenedor de aceites perfumados se tapaba con un tapón de cuarzo y se utilizaba en ceremonias fúnebres.
Datado entre el 800-501 a.C., sus características indican una clara inspiración egipcia, no pudiendo descartarse que en realidad fuera esa su procedencia.
En la excavación realizada en la tumba 10 se halló un broche de bronce para cinturón datado en el 700-501 a.C. También se recuperó una de sus hembras, la cual presenta un diseño serpentiforme.
Del ajuar extraído de la tumba 14 destaca un broche de cinturón de pivotes de 8,6 x 6,5 cm, realizado en plata calada recubierta con una fina lámina de oro. Esta pieza, datada en el 700-501 a.C., es una de las mejores muestras de artesanía orientalizante ibérica y pudo haber sido realizada en algún taller fenicio. El diseño muestra dos series de volutas entrelazadas, en cuyas uniones aparecen diseños de flores de tres pétalos. El broche se unía al cinturón mediante unos pivotes escondidos en el reverso.
Junto a la hebilla aparecieron varios cientos de pequeños clavos de plata con fina cobertura de oro que pertenecían a este mismo cinturón, el cual formaba parte del ajuar funerario.
En esta misma sepultura también se halló un vaso escalonado de bronce, de 6,4 x 2,5 cm, probablemente de uso ritual y datado en el 700-501 a.C.
En la tumba 16 se descubrió una fuente ovalada de bronce batido, con dos asas laminares de bronce forjado y decoración incisa con motivos de tipo fenicio. Esta fuente, fechada entre el 700 al 501 a.C., podría formar parte de una vajilla o tratarse de un pequeño altar portátil.
La excavación de la tumba 18 permitió encontrar un huevo de avestruz datado del 800 al 501 a.C. Está seccionado por la parte superior y su borde fue decorado con un diseño dentado. El exterior conserva parte de su pintura rojiza y en el interior se encontraron restos de pigmentos ocre rojizo, lo que indica que era utilizado como un recipiente para cosméticos.
Otro hallazgo descubierto en la tumba 18 es un aguamanil de bronce de 42 cm x 6,5 cm. Tiene las características de este tipo de recipientes rituales de influencia fenicia, pero destacan especialmente las cabezas de la diosa Hathor que rematan los extremos de las asas.
Su nombre en egipcio significa “útero de Horus”, ya que era la madre del dios Horus al que alimentaba adoptando la forma de vaca. Por lo tanto Hathor simboliza a la madre que da vida y alimenta tanto a los hombres como a los dioses. El llamado peinado hathórico consiste en la conocida como “trenza divina”: dos mechones de pelo que rodean su cara y que se enroscan sobre si mismos formando un rizo.
Continuando con los objetos hallados en La Joya, en la tumba 19 apareció un broche de cinturón de tipología tartésica, de 6,6 x 12 cm, realizado en bronce y plata. Consta de tres listones y una lámina de plata decorada con un repujado de motivos florales orientalizantes. Este broche está datado en el 800-501 a.C.
En la tumba 20 se pudó recuperar una urna funeraria cerámica, de 26 x 22,4 cm, cuerpo globular y cuello corto y cilíndrico con dos asas verticales. La decoración predominante es rojiza y por encima de ella presenta tres rayas negras horizontales y paralelas. En su interior se encontró una muela humana, restos óseos de una mujer adulta, un aro de bronce y el guijarro que servía de tapadera. Esta urna fue realizada entre el año 625 y el 576 a.C.
En este mismo enterramiento también se han encontrado dos vasos cerámicos de cuernos de 18,7 x 13,10 cm. Estos recipientes tartésicos tienen una datación del 800-501 a.C.
La tumba 17 es la que posee el ajuar más rico de toda la necrópolis, con objetos y mobiliario de lujo. Pero sin duda el hallazgo mas sorprendente de todos lo constituyen los restos de un carro ligero de dos ruedas, con los atalajes y bocados de los dos caballos que tiraban de él. El carro, datado en el 700-501 a.C., tenía la estructura de madera de nogal, la cual ha desaparecido casi en su totalidad, y disponía de uno de los sistemas de suspensión más antiguos conocidos hasta el momento.
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| Recreación del carro de La Joya (J.Jiménez Ávila) |
El diseño del carro incorporaba los sistemas de enganche característicos de los carros europeos, pero con una ornamentación de estética fenicia y oriental. Se han encontrado más de 300 objetos de bronce que formaban parte de las guarniciones, pasadores de los correajes y pasarriendas. Los tapacubos de bronce de las ruedas representan efigies de leones con las fauces abiertas, lenguas de fuera y orejas de punta, siguiendo la iconografía de los leones del N de Siria de esa época.
Estas piezas son unas de las más características de La Joya y de las mejores obras producidas por los metalúrgicos fenicios de la Península Ibérica.
Bibliografía:
Exposición La Joya: Vida y eternidad en Tarteso. Museo Arqueológico de Huelva.
Clara Toscano Pérez y Antonio Tejera Gaspar. La necrópolis tartésica de La Joya (Huelva). 50 años después.
Aroa Velasco Pírez. La trenza perdida de Hathor.
Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.

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