domingo, 21 de abril de 2024

Castro de Troña

El castro de Troña está situado en la parroquia de Pías (Ponteareas), en un espolón del monte Landín a unos 225 m de altitud desde el que se domina el valle del río Tea. 

El acceso se realiza por la carretera PO254 que une Ponteareas y Mondariz hasta llegar a Pías, donde se toma una desviación que lleva al castro y a la ermita del Dulce Nombre de Jesús.
A principios del siglo XX, con motivo de la apertura de una pista para la explanación de la cumbre del monte, se encontraron varios muros de viviendas y restos arqueológicos, entre ellos un cilindro de piedra que actualmente está desaparecido.
La mayor parte de las alrededor de treinta viviendas que podemos observar hoy en día  fueron excavadas en 1927-1928 por los arqueólogos Pericot y Cuevillas
Es en esta época cuando se produce el hallazgo del petroglifo con la representación de una serpiente en posición heráldica.
En 1929 Pericot y Cuevillas localizaron una piedra con un trisquel labrado y unos amarraderos para el ganado.
En 1930 estos arqueólogos localizaron nuevas construcciones y numeroso material, como fíbulas, monedas romanas, tenazas de hierro, cerámica indígena y romana… Posteriormente, en los años 80 del siglo XX, será el arqueólogo José Manuel Hidalgo Cuñarro el que continúe con las excavaciones.
La primera población del castro de Troña comenzó en los siglos VI a V a.C, prosiguió durante los siglos IV a II a.C y concluyó en el siglo I d.C.  En un momento posterior, entre los siglos III y IV d.C, se produjo una ocupación ocasional por parte de ciudadanos galaico-romanos que habitaban en villas y explotaciones agro-ganaderas próximas.
El castro de Troña se caracteriza por una arquitectura en piedra monumental, por la presencia de una impresionante muralla defensiva y por una gran cantidad de unidades habitacionales, lo que supone que tenía una gran densidad de población.

Actualmente, el castro mide unos 200 m en su eje E-O y 150 m en el eje N-S. El recinto es de forma elíptica, con amplias terrazas al O y un ancho foso al E excavado en la roca.

El foso medía 18 m de altura y 10 m de ancho y servía de protección en el lugar en el que el acceso era más sencillo y por el que actualmente pasa la pista que conduce al castro. Además, el castro disponía de dos murallas que lo rodeaban y cuyo grosor varía de 5,5 a 1,5 m, con una altura de 2 a 5 m.

Se supone que al menos existían dos entradas, una al O en la segunda muralla y otra al E junto al torreón de la primera muralla.
El sistema defensivo se completaba con dos parapetos de piedra y tierra de 6 m de largo y 3 m de altura.
Las viviendas excavadas son de planta circular, elíptica, cuadrada y rectangular, y corresponden a diversas fases de construcción.
En varios hogares se han encontrado amarraderos y pilas o abrevaderos para el ganado.

También se ha relacionado el petroglifo del castro de Troña con la presencia de los sefes, un pueblo que debe su nombre a la raíz indoeuropea “saeph” (serpiente), y al que los romanos denominaban por este apelativo ya que en sus escudos estaba representada la efigie de este reptil.

En la excavación de 1982 dirigida por Hidalgo Cuñarro se realizó la datación del carbono 14 para la zona estudiada y se estableció una antigüedad del 275 a.C. En esa excavación se hallaron numerosos restos de cerámica de los siglos III a I a.C, algunos de los cuales son muy semejantes a otros encontrados en Numancia y fechados en el 133 a.C. Es de señalar la presencia de motivos decorativos de tipo estampillado, muy similares a los característicos de la Bretaña de los siglos III a I a.C. También se halló una cuenta de pasta vítrea azul proveniente del comercio marítimo o romano, objetos de bronce, como una cuenta de collar o pulsera del final de la Edad del Bronce o principios de la Edad del Hierro, así como los fragmentos de unos pendientes acampanados de los siglos V a IV a.C.

Estos restos demuestran, una vez más, que los castros formaban parte de una compleja red de asentamientos donde se desarrollaban relaciones comerciales y culturales con lugares muy alejados, tanto de la órbita atlántica como de la mediterránea.

Por sus características arquitectónicas y demográficas, así como por los restos arqueológicos, podemos suponer que el castro de Troña estaría gobernado por una clase aristocrática que dirigía el comercio de los bienes importados del sur la Península Ibérica.

Un aspecto muy destacable del castro da Troña son las insculturas grabadas en una roca que servía de base a una construcción castreña y en la que se aprecian figuras ovales y líneas rectas. Pero sobre todo destaca el hallazgo de un petroglifo en la acrópolis del castro, que representa la figura de una serpiente en posición heráldica.
El petroglifo de la serpiente de Troña está orientado hacia el E y situado en la cara vertical y lisa de una roca con forma de altar, en el que se sacrificarían víctimas que servirían de ofrenda en ceremonias rituales. En la parte superior de este altar se labró un canal por el cual correría la sangre de las víctimas hasta caer por la superficie en la que se halla grabada la inscultura de la citada serpiente.

Son varias las posibles interpretaciones de este grabado. Autores como Bouza Brey y López Cuevillas postularon la existencia de un culto ofiolátrico anterior a la llegada de la influencia indoeuropea, lo que vendría avalado por la representación de serpientes en megalitos, petroglifos, joyas y estelas.

También se ha relacionado el petroglifo del castro de Troña con la presencia de los sefes, un pueblo que debe su nombre a la raíz indoeuropea “saeph” (serpiente), y al que los romanos denominaban por este apelativo ya que en sus escudos estaba representada la efigie de este reptil.

Bosch Gimpera sostiene que sobre el 650-600 a.C llegó a la Península una oleada de pueblos indoeuropeos, entre los que estarían los sefesturones y nemetes. Los sefes habitaban las riberas del Rhin hasta que tuvieron que desplazarse debido a la presión que ejercían las tribus germanas. Según Bosch Gimpera, alrededor del 600 a.C. llegaron a la Meseta y continuaron hacia el O para instalarse en el valle del Coa (Vilanova de Foz), N de la Serra da Estrela y costa N de Portugal, así como en el S de Galicia a orillas del Miño.

La tercera interpretación que se ha planteado se basa en la presencia confirmada, en la zona costera del SO de Galicia, de navegantes fenicios que trajeron consigo nuevas creencias y mitos. No lejos del castro de Troña, a 50 km en la costa de A Guarda, se encuentra el castro de Santa Trega, un importantísimo emporion que importó una enorme cantidad de material procedente del comercio con los pueblos de navegantes mediterráneos. Desde Santa Trega estos materiales mediterráneos se distribuían por la zona y a otros castros, como el de Troña.

El castro de Troña se encuentra en esta área de influencia fenicia, por lo que es más que probable que estas comunidades galaicas entraran en contacto con la mitología púnica y especialmente con el culto a la diosa Astarté, a la que se suele representar con dos serpientes, una en cada mano. En la mitología fenicia también aparece la serpiente dragón alada de dos cabezas llamada Cronos Olam.

Para más información sobre las representaciones de serpientes en los castros de Troña y Penalba y el culto ofiolátrico en Galicia, podéis consultar otro artículo de mi blog:

https://oestrymnio.blogspot.com/2013/10/castros-de-penalba-y-trona-el-culto-la.html


Bibliografía:

Luis Pericot García y Florentino López Cuevillas.Excavaciones en la citania de Troña.

José Manuel Hidalgo Cuñarro. Excavaciones arqueológicas en el Castro de Troña. Campañas 1984-1986.

José Manuel Hidalgo Cuñarro y Eugenio Rodríguez Puentes. Dos modelos de hábitat castreño: castro de Troña y castro de Fozara.

Florentino López Cuevillas. Un barrio inédito del castro de Troña.

Florentino López Cuevillas y Fermín Bouza Brey. Os oestrimnios, os saefes e a ofiolatría en Galicia.


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.

No hay comentarios:

Publicar un comentario