domingo, 11 de marzo de 2012

Los vettones

Los vettones eran un pueblo peninsular de la primera Edad del Hierro que poblaban la parte occidental de la meseta, en la zona comprendida entre los ríos  Duero y Tajo (Ávila, Cáceres, Salamanca, Toledo, Zamora, Valladolid, Segovia y Tras os Montes). Al N su territorio lindaba con el de los vacceos; al S se extendía hacia el río Guadiana hasta las dominios de oretanos y túrdulos; al E se hallaban los carpetanos y por el O el río Coa marcaba la frontera con los lusitanos. Con el fin de Tartessos, el S de Extremadura recibió la influencia cultural de los turdetanos, que paulatinamente se fue extendiendo al N hacia la meseta.

Las ocupaciones principales de los vettones eran el pastoreo, la agricultura y la guerra. Vivían junto con su ganado en pequeños núcleos rurales de menos de 150 habitantes. Antes de de la llegada de los invasores mediterráneos, cartagineses y romanos, sus asentamientos de mayor tamaño albergaban una población de 800 a 1500 habitantes. 

Los restos arqueológicos muestran dos culturas de los vettones: una denominada Cogotas I, datada en la transición de la Edad del Bronce al comienzo de la llegada de los primeros pobladores indoeuropeos y un desarrollo posterior de ésta que se denomina Cogotas II.

Jabalí vettón procedente del castro de Castelmao.
San Felices de los Gallegos (Salamanca).

La cultura de Cogotas II o de los Verracos comienza a partir del siglo V a.C con la llegada del influjo celtibérico. Las esculturas de toros y cerdos parecen haber tenido originalmente un significado funerario, para posteriormente alcanzar un simbolismo como protectores del ganado.


Toro del castro de San Estebán. Muelas del Pan (Zamora)

Toro vettón procedente del castro de San Mamede.
Villardiegua de la Ribera (Zamora). 

Sin duda el grupo escultórico más importante del arte vettón es de los Toros de Guisando, en El Tiemblo (Ávila), datado en el siglo III a.C.


Actualmente se conservan cuatro estatuas, pero que sabemos que hasta el siglo XVI eran cinco. Están esculpidas en granito, miden entre 264 y 277 cm y se cree que fueron llevadas hasta este lugar como trofeos por los legionarios romanos que grabaron en ellos inscripciones latinas.


A partir del siglo VI a. C. se produjo un desarrollo social y económico basado en la ganadería y la minería, así como contactos comerciales con los pueblos del S de la península a través de una ruta que será la precursora de la Vía de la Plata. Fruto de este desarrollo es la construcción de grandes castros de origen turdetano en las cuencas del Guadiana y del Tajo. 

La influencia celtibérica se aprecia en la planta rectangular de las casas de los castros vetones, siendo los más importantes el castro de Obila (Ávila) y el de Ulaca (Villaviciosa-Solosancho). 
El castro de Ulaca (siglos III-I a.C) es el oppidum más importante del valle Amblés y se sitúa en un cerro de la Sierra de Paramera,  a 1500 m de altitud en las estribaciones septentrionales de la sierra de Gredos.

La  muralla exterior de Ulaca medía 3 km de perímetro y englobaba un asentamiento de forma ovalada y una superficie de 60-70 ha.


Disponía de al menos nueve entradas y en su interior se levantaban alrededor de 250 viviendas de planta cuadrada o rectangular, de entre 40 y 250 m2, organizadas en barrios y en las que vivían unos 1500 habitantes.


Sin duda el edificio más singular de Ulaca es el altar o santuario, tallado en una peña y de planta rectangular de 16 por 8 m. Una doble escalera conduce hasta una plataforma en la que están excavadas con dos oquedades unidas entre sí, una de las cuales vierte a una tercera que se comunica con la parte inferior de la roca mediante un canal. 


De acuerdo con las inscripciones latinas, en estas cubetas se quemaban las entrañas de las víctimas y se derramaba su sangre. 


Plutarco cuenta como a principios del siglo I a.C el procónsul Craso mostró su desacuerdo con el sacrificio de un hombre y un caballo realizado en Bletisama (Ledesma), mediante el cual se sellaba la firma de un tratado de paz entre ciudades. Craso, indignado, prohibió este tipo de prácticas.

En Ulaca también se conserva una sauna de planta rectangular de 6,4 m de largo, dividida en tres habitaciones que se corresponderían con el horno, la cámara con dos asientos labrados en la roca y la antecámara. Estrabón se refiere a los baños iniciáticos: “De algunos de los pueblos que viven en las inmediaciones del Duero se dice que viven a la manera espartana, ungiéndose dos veces con grasas y bañándose de sudor obtenido con piedras candentes, bañándose en agua fría y tomando una vez al día alimentos puros y simples”.


Junto con los celtíberos y lusitanos, los vettones fueron los que más resistencia ofrecieron a los invasores romanos. Estrabón los describe como hombres que sólo conocían dos actividades: estar sentados o combatiendo. Su armamento constaba de una lanza larga con punta de hierro y otra de menor tamaño que arrojaban a los enemigos, ambas provistas de regatones de hierro en el extremo inferior, lo cual las dotaba de mayor firmeza. Esta panoplia es común en el ajuar bélico de los pueblos indoeuropeos pero sin duda muestra los rasgos característicos del armamento ibero de la primera Edad del Hierro. El resto del equipamiento lo constituían cascos de bronce, la falcata, la caetra o escudo circular y petos decorados como elementos de prestigio. Durante la segunda mitad del siglo IV a. C pasaron adoptar las espadas de antenas reproducidas por los artesanos locales.

Por lo que se refiere a las tácticas de combate, a principios de la Edad de Hierro se basaban en la infantería ligera especializada en el combate cuerpo a cuerpo, apoyada por un pequeño contingente de caballería. Sin embargo, con la llegada de los cartagineses y romanos, celtíberos y vettones formaron cuerpos de caballería extremadamente eficientes.

En cuanto a sus prácticas y costumbres, sabemos que celebraban acuerdos de hospitalidad, banquetes, pruebas iniciáticas, alianzas, vínculos bélicos y luchas de campeones, entre otras. Apiano describe uno de estos “combates de campeones”, en el que un guerrero a caballo retaba a sus contrincantes a un combate singular: “Con frecuencia, un cierto bárbaro salía cabalgando a la zona que mediaba entre ambos contendientes, adornado con espléndida armadura, y retaba a combate singular a aquel de los romanos que aceptara y, como nadie le hacía caso, burlándose de ellos y ejecutando una danza triunfal se retiraba”.

Los vettones realizaban sacrificios de animales y hombres y  solían amputar una mano a sus prisioneros. Sus dioses principales fueron Ataecina y Endovélico, así como Toga e Iluberda, de los cuales se han encontrado numerosas referencias en territorio vettón. 

Los contactos culturales entre vettones y galaicos eran variados y quedan evidenciados tanto en el culto a divinidades de origen indoeuropeo como Bandua, Coso o Navia, como en similitudes entre la onomástica de los vettones y la de los galaicos del S,  así como la conservación de la "P" inicial, lo que ha sido interpretado como como una muestra de la existencia de una lengua indoeuropea común.


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.


Bibliografía:


Teónimos y pueblos indígenas hispanos: los vettones. Juan Carlos Olivares Pedreño.

La sauna de Ulaca: saunas y baños iniciáticos en el mundo céltico. Martín Almagro-Gorbea; Jesús R. Álvarez Sanchís.

El oppidum vettón de Ulaca y su necrópolis. Jesús R. Álvarez Sanchís, Carlos Marín, Álvaro Falquina, Gonzalo Ruiz Zapatero.

Organización y desarrollo socio-políticos en la Meseta Occidental prerromana: los vettones. Eduardo Sánchez Moreno.

¿Guerreros o bandoleros? Las formas de combate de los pueblos de la Meseta Occidental a partir del armamento de los yacimientos abulenses. David Sánchez Nicolás, Crisitna María Mateos Leal.

Etnicidad y arqueología: tras la identidad de los vettones. Gonzalo Ruiz Zapatero, Jesús R. Álvarez Sanchís.

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