En
este artículo voy a realizar una aproximación al significado de las
representaciones de serpientes en los petroglifos gallegos, asunto sumamente
complicado ya que no existe acuerdo entre los distintos autores y las
discrepancias son muy notables.
La
serpiente es un animal que aparece con asiduidad en la tradición gallega. Al
igual que sucede en otras leyendas irlandesas y britanas, en la mitología
gallega aparecen mujeres encantadas o mouras
que toman la apariencia de serpientes. Las antiguas creencias populares también refieren la presencia de la
serpiente vinculada a santos o a difuntos que adoptan esta forma.
Aún hoy en
día la
mención la serpiente es muy frecuente en la toponimia de Galicia y actualmente,
entre otros, todavía se conserva en los siguientes lugares: Pozo da Serpe y
Furna da Serpe (Vigo); Cabo da Serpe (Redondela); Rabuserpe (Moaña); Serpe
(Poio); A Serpente (O Grove); Cabo da
Serpe y Cavadas da Serpe (A Lama); Cova da Serpe (Ferrol); Sobre a Serpe
(Cedeira); Cova da Serpe (A Laracha);
Pena da Serpe (Moeche); A Serpe y Fonte da Serpe (As Somozas); A Serpente
(Touro); Camiño da Serpe (Paderne); Cruceiro da Pedra da Serpe (Ponteceso);
Serra da Cova da Serpe (entre las provincias de A Coruña y Lugo); Cova das
Serpes y Rego das Serpes (Barreiros); Cal da Serpe (Viveiro); A Furada da Serpe
y Montes da Serpe (Foz); A Serpentiña (Pantón); Val da Serpe (Manzaneda).
Podemos encontrar representaciones de
serpientes en diversos castros galaico-portugueses, como el de Baldoeiro (Trâs
os Montes. Portugal), Trega (A Guarda), Penalba (Campo Lameiro) y Troña
(Ponteareas).
De
los petroglifos del grupo galaico de arte rupestre, probablemente las dos representaciones
de serpientes más importantes son la pedra da serpe del castro de Penalba
y la serpiente del castro de Troña.
Comenzaré por describir estas dos insculturas, para posteriormente hacer un
breve repaso del mito de la serpiente en diversas culturas europeas. Por último
intentaré esbozar algunas conclusiones sobre los posibles significados y
orígenes de las representaciones de serpientes en las insculturas gallegas.
La Pedra da Serpe del
castro de Penalba
El
castro de Penalba se encuentra en el monte Agüeiros, en la parroquia de San
Miguel de Campo del Concello de Campo Lameiro. Para llegar hasta el castro
debemos salir de Campo Lameiro por la carretera PO-221 en dirección Moraña y subir
dos kilómetros hasta el alto del monte Agüeiros, donde nos desviamos a la
izquierda por una pista asfaltada que lleva hasta el castro.
El
castro de Penalba es un pequeño poblado habitado desde el período del Bronce
Final (1200-600 a.C) y que fue destruido por un incendio generalizado. Ya en la
Edad del Hierro fue reconstruido y se le añadió una muralla de protección,
siendo habitado durante un breve período de tiempo y después abandonado, por
motivos desconocidos, quizás a finales del siglo V a.C.
Se
trata de uno de los poblamientos castreños más antiguos de Galicia (650 a.C) ),
lo que demuestra que la cultura castreña tuvo su origen en pleno período del
Bronce Final. Las dataciones por carbono14 arrojaron unos resultados muy
controvertidos, ya que van desde el siglo XIV al IV a.C. (Álvarez Núñez).
El
castro consta de dos terrazas, la inferior de planta circular y de unos cien
metros de diámetro. Tenía una finalidad defensiva, hallándose sobre un talud
cuya altura va de los tres a los seis metros y rodeada por una muralla con una
rampa de acceso de un metro de ancho. Sobre la parte SE de la primera terraza
se sitúa la segunda, en la cual se encuentra actualmente la capilla de San
Antoniño. Al lado de la capilla, en una roca orientada al O, se encuentra el
petroglifo conocido como la Pedra da
Serpe.
La
roca mide unos 3 m de largo y 2 m de altura máxima, En la cara casi vertical y
orientada al SE, aparecen grabadas dos figuras serpentiformes paralelas que
parecen estar reptando. La mayor mide unos 205 cm de largo y 195 cm la menor. A
su lado aparecen grabadas unas cavidades que se asemejan a dos huevos.
El
petroglifo se encuentra en la parte superior del castro, que es la que se
destina a fines rituales y ceremoniales.
La serpiente del castro
de Troña
En la carretera de Ponteareas a
Mondariz se encuentra el castro de Troña, cuya cronología va desde el siglo VI a.C. hasta el siglo II d.C. Actualmente, en el castro se encuentra la ermita del Dulce
Nombre de Jesús, tres cruceros, una fuente y un mirador del valle del Tea.
Sólo han sido excavadas unas treinta viviendas de planta
circular, elíptica, cuadrada y rectangular, la mayor parte por los arqueólogos Pericot y Cuevillas, que corresponden a diversas fases de
construcción. Este castro se caracteriza por una arquitectura en piedra
monumental, una gran densidad de población y por la presencia de una
impresionante muralla defensiva. Además se aprecian restos de varios hogares formados por piedras hincadas, pías
para el ganado y amarradoiros bellamente decorados.
La primera población de este castro
comienza en los siglos VI a V a.C, prosigue durante los siglos IV a II a.C y
concluye en el siglo I a.C. En 1982 se realizó una excavación (Hidalgo Cuñarro) y la datación del carbono
14 para la zona estudiada estableció una antigüedad del 275 a.C. En esa
excavación se hallaron numerosos restos de cerámica de los siglos III a I a.C,
algunos de los cuales son muy semejantes a otros encontrados en Numancia y
fechados en el 133 a.C. Es de señalar la presencia de motivos decorativos de
tipo estampillado, muy similares a los característicos de la Bretaña de los
siglos III a I a.C. También se halló una cuenta de pasta vítrea azul
proveniente del comercio marítimo o romano, objetos de bronce, como una cuenta
de collar o pulsera del final de la Edad del Bronce o principios de la Edad del
Hierro, así como los fragmentos de unos pendientes acampanados de los siglos V
a IV a.C (J.M. Hidalgo Cuñarro).
Destacan
otros restos arqueológicos, como fragmentos de ánforas romanas, varias labras
castreñas, molinos de mano circulares y naviculares, monedas de bronce romanas,
fíbulas, hebillas, alfileres, apliques y hachas de hierro.
Estos restos
demuestran, una vez más, que los castros no eran reductos aislados, si no que
formaban parte de una compleja red de relaciones comerciales y culturales con
lugares muy alejados, tanto de la órbita atlántica como de la mediterránea. Por
sus características arquitectónicas, demográficas, así como por los restos
arqueológicos, podemos suponer que este castro estaría gobernado por una clase
aristocrática que dirigía el comercio de los bienes importados del S de la
Península.
En
el castro da Troña destaca el petroglifo que representa la figura de una
serpiente en posición heráldica, grabada en una roca con forma de altar para
sacrificios, orientada hacia el E. En la parte superior de la roca se labró un
canal, por el cual correría la sangre de las víctimas, para caer sobre la parte
vertical y lisa de la roca en la que se halla la inscultura de la citada
serpiente. Al igual que sucede con la Pedra da Serpe del castro de Penalba,
este altar se encuentra en la cima del castro, destinada a fines rituales y
ceremoniales.
También se localizaron otras insculturas, grabadas en la roca que sirve de base a una construcción castreña, y en la que se aprecian figuras ovales y líneas rectas.
También se localizaron otras insculturas, grabadas en la roca que sirve de base a una construcción castreña, y en la que se aprecian figuras ovales y líneas rectas.
El
petroglifo del castro de Troña, se ha interpretado a menudo como la prueba que
confirmaría la presencia de los sefes en Galicia.
La serpiente en la
mitología europea
La serpiente ha sido un símbolo utilizado con
frecuencia por diversas culturas de la antigüedad. Para
algunas mitologías mediterráneas, la serpiente era un ser del inframundo
subterráneo que poseía una carácter ambivalente, ya que por una parte simbolizaba
la muerte y el mal, debido a su veneno, pero también podía ser considerado como
un animal benéfico relacionado con la salud, la medicina y la regeneración.
Sacerdotisa de las serpientes de Cnossos
(estudiart.wordpress.com)
En
las mitologías solares indoeuropeas, la serpiente aparece como un animal
sagrado relacionado con el conocimiento oculto. En los cultos mitraicos. la
serpiente era también un símbolo de la inmortalidad, ya que surge de debajo de
la tierra y muda la piel cada primavera, por lo que se vinculaba con la
regeneración, la curación, el rejuvenecimiento y también con la resucitación y
la vida eterna.
Si bien varios
autores (Nilsson, Blázquez y García
Bellido) consideran a la serpiente como un símbolo de carácter funerario,
podemos concluir que parece haber cierto consenso en las diversas culturas en
cuanto que su representación está vinculada con la inmortalidad, y es por eso
que aparece relacionada con los ritos funerarios puesto que se trata de un
símbolo de renovación.
En
la mitología celta la serpiente simboliza el conocimiento oculto y el ciclo eterno
de la vida y la muerte (Jean Markale).
El dios Cernunnos, el señor de las bestias, se representa con
cuernos de ciervo, un torque en el cuello y en una mano, y una serpiente en la
otra. En ocasiones Cernunnos aparece asociado a la serpiente criófora de
cuernos de carnero, emblema de fertilidad y regeneración ctónica. Cernunnos es
una divinidad del interior de la tierra vinculada a la función de
producción-reproducción de los ciclos anuales, muy frecuente en los panteones
indoeuropeos. Este dios, cuyo culto es muy antiguo, se caracteriza por la
fuerza, la virilidad, la fertilidad y la regeneración de la tierra. Cernunnos
fue despedazado y cocido, pero más tarde resucitó, por lo que también simboliza
la vida eterna.
Caldero de Gundestrup (Wikipedia.org)
Otra
conocida representación de la serpiente la encontramos en el denominado bastón de
Esculapio, símbolo de la medicina. El griego Asclepio, fue un médico
notable y respetado que vivió en Tesalia y que después de su muerte comenzó a
ser venerado como dios. Los romanos lo conocían como Esculapio y también
aparece en la mitología fenicia, donde recibe el nombre de Sadrafa o Eshmún. El
símbolo del bastón de Esculapio surge en el siglo IX a.C. y en él se muestra
una serpiente que está enroscada en una vara. Según la leyenda, Esculapio
estaba en casa de Glauco, quien se hallaba al borde de la muerte. De repente, apareció una serpiente y
Esculapio la mató con su bastín. Entonces entró en los aposentos
una segunda serpiente, llevando en la boca unas hierbas que dio a comer al
reptil que yacía muerto, el cual revivió de inmediato. Esculapio, que contempló
la escena, tomó del suelo parte de las hierbas y se las administró a Glauco, el
cual sanó.
La
serpiente es un tema recurrente en los mitos griegos. En uno de ellos, se
describe la creación del mundo por parte de Eurínome
y la serpiente Ofión:
“ Al principio,
Eurínome, la diosa de Todas las Cosas, emergió desnuda del Caos y no encontró
nada sólido donde posar sus pies: separó entonces el mar del cielo e inició sola
una danza sobre las olas. Siempre danzando, se dirigió hacia el sur, y el
viento que se arremolinaba a su espalda le pareció algo nuevo y distinto; pensó
por ello comenzar con él la obra de la creación. Se volvió de improviso, agarró
el Viento del Norte y lo restregó entre sus manos; y he aquí que apareció la
gran serpiente Ofión.....que llena de deseo, enroscó con sus espirales los
miembros de la Diosa y se acopló a ella. Ahora bien, el Viento del Norte
llamado Borea, es un viento fecundador...........y así quedó encinta Eurínome.
Inmediatamente,
volando sobre el mar, tomó ella la forma de una paloma y, a su debido tiempo,
puso el Huevo Cósmico. Por orden de la diosa, Ofión se enroscó siete veces en
torno al huevo, hasta que se partió y emergió todo lo que existe, hijos de
Eurínome: el sol, la luna, los planetas, las estrellas, la Tierra con sus
montes, ríos, árboles y las criaturas vivas.
Eurínome y Ofión se
establecieron en el monte Olimpo, pero pronto Ofión irritó a la diosa
vanagloriándose de haber creado el Universo. Eurínome le dio entonces una
patada en la boca y le rompió los dientes, enviándolo a las oscuras cavernas
subterráneas...”
Otra narración de la mitología griega, cuenta como Zeus decidió que
Delfos fuera el centro del mundo. Por ello colocó entre sus murallas una roca
blanca labrada denominada ómphalos
(ombligo). Delfos estaba custodiado por Pyton,
una gigantesca serpiente hija de la Tierra y que poseía el don de la
adivinación. Apolo peleó con la serpiente y tras matarla, preparó un brebaje
con su veneno y al beberlo adquirió su capacidad profética, motivo por el cual
multitud de peregrinos se dirigían al templo de Apolo en Delfos para consultar
a los dioses cuál sería su destino.
Los romanos
recogieron en sus mitos la tradición de la serpiente, vinculándola a diosas como Diana, Proserpina o Juno, diosa
de la fecundidad femenina y la maternidad.
Según
una creencia romana, cuando se introducía un difunto en el sepulcro su médula
espinal se convertía en serpiente. Así lo cuentan Ovidio, Plinio y Claudio
Eliano: “Hominis mortui spinam meduliam
putrescentem in serpentem convertere ajunt, exorique feram, et serpere animal
immanissimum ex mansuetissimo: er bonorumquidem proborumque reliquias quiescere
et quietum pro praemio habere; quemadmodum etiam animae ipso bona, quae a
sapientibus celebrantur: malorum verohominum spinas post e vita excessum talia
monstra parere. At id aut est totum”.
Una
costumbre romana, era la celebración de la festividad de la Parentalia en honor
de los difuntos. Todos los años, del 13 al 21 de febrero, se visitaban las
tumbas de los parientes fallecidos para honrarlos y a la vez comprobar el
estado de las sepulturas. Durante esos días se suspendía la celebración de
matrimonios y se cerraban los templos. Este sagrado deber de rendir culto a los
antepasados recaía en el pater familias
y consistía en ofrecer al difunto libaciones de agua, miel, vino, aceite y la
sangre de animales de pelo negro. También se ofrendaban semillas, harina y se
decoraban las tumbas con violetas. Por último se realizaba un banquete en las
inmediaciones de la tumba y se le pedía fortuna y salud al difunto. Ovidio dice
que por no haberse cumplido esta obligación durante un período, los muertos
salieron de sus tumbas hasta que se les tributaron las honras fúnebres debidas.
En
el libro V de la Eneida, Virgilio
describe la realización de la Parentalia por parte de Eneas, y la aparición de
una serpiente durante el rito:
“Encamínase luego
Eneas acompañado de innumerable muchedumbre, al sepulcro de su padre, donde,
según el rito de las libaciones, derrama en tierra gota a gota dos copas llenas
de vino, dos de leche recién ordeñada y dos de sagrada sangre; esparce por
encima purpúreas flores y exclama así: “Salve, ¡Oh santo padre mío! Salve otra
vez, ¡Oh cenizas que en vano he recobrado! Y ¡Oh alma y manes paternos! No
plugo a los dioses que contigo buscase los ítalos confines, campos adonde me
llaman los hados, y el ausonio Tiber, sea cual fuere”. No bien había
pronunciado estas palabras, cuando salió del fondo del sepulcro una grande y
lustrosa culebra, arrastrándose enroscada en siete vueltas, la cual rodeó
mansamente el túmulo y se deslizó por entre los altares; cerúleas manchas matizaban
su escamosa piel, salpicada de refulgente oro, cual destella en las nubes el
arco iris mil varios colores, herido de los contrapuestos rayos del sol.
Pasmóse al verla Eneas; ella, desarrollando el largo cuerpo, va serpeando por
entre las tazas y las ligeras copas, prueba de los manjares, y sin hacer daño a
nadie vuelve a meterse en el fondo del sepulcro, dejando los altares y sus
catadas ofrendas, con lo que, inflamado de mayor devoción, prosigue Eneas las
comenzadas honras, dudando si acababa de ver al genio de aquel sitio o al
espíritu familiar de su padre. Inmola, según usanza, dos ovejas, otras tantas
cerdas e igual número de negros novillos, derramando al mismo tiempo vino de
las copas, evocando el alma del gran Anquises y a sus manes libres del lago
Aqueronte. Lo propio todos sus compañeros, cada cual según le es dado, traen
alegres dones, cargan con ellos los altares e inmolan becerros. Otros colocan
en orden las ollas a la lumbre, y tendidos por la yerba, atizan las ascuas bajo
los asadores y tuestan las entrañas de las víctimas.”
Además
de en las mitologías indoeuropeas, existen también
numerosas referencias a la serpiente en la mitología fenicia. Una
de las más importantes diosas fenicias era Astarté,
asimilación de Ishtar, diosa babilónica de la fecundidad, la sexualidad, la
vida y la guerra a la que se representa con un bastón con serpientes
entrelazadas. Astarté era diosa de la madre tierra, el amor, la fertilidad,
protectora de animales y de los marinos. Posteriormente pasó a ser también
diosa de la guerra, por lo que se le ofrecían sanguinarios sacrificios de
víctimas. Se la suele representar de pie sobre un león, con serpientes en la
mano o rodeando su cintura.
El
culto a Astarté llegó a la Península Ibérica de mano de los fenicios de Tiro,
quienes fundaron Gadir en 1100 a.C y extendieron su culto por las costas
peninsulares, llegando a tener gran difusión al tratarse de una prolongación de
la tradición de las antiguas diosas neolíticas.
Los
fenicios de Gadir fundaron la colonia de la isla de Bes (Ibiza) en el siglo
VIII a.C, en la que se instalaron colonos procedentes de Cartago. En el siglo
III a.C comenzaron a acuñar monedas de patrón púnico en las que aparece
representado el dios Bes, de frente
con una maza y una serpiente. Bes era un dios egipcio cuya imagen era
considerada como un amuleto y que estaba asociado a los niños y a las
embarazadas, a las que asistía en el parto.
La serpiente y los
huevos en la mitología
Resulta
muy atractiva la posibilidad de que los dos motivos que aparecen junto a la
serpiente del Castro de Penalba sean dos huevos, lo cual no sería extraño, ya
que a menudo serpientes y huevos aparecen representadas juntos.
En
las diversas imágenes que existen de esta dualidad, la serpiente nunca aparece
comiendo o destruyendo los huevos, si no a su lado como complemento. El huevo
simboliza el principio de la vida, el nacimiento de una nueva existencia,
mientras que la serpiente representa la inmortalidad.
La
serpiente y los huevos son los atributos de Sirona,
diosa celta de las sanaciones, compañera del dios Belenos y especialmente
vinculada a los manantiales curativos. En el arte romano también podemos
encontrar la representación conjunta de
la serpiente y el huevo, como por ejemplo en diversas pinturas de Pompeya.
Lararios de Pompeya (Wikipedia.org)
En
la mitología fenicia aparece la criatura
del Agua y la Tierra, una serpiente dragón alada de dos cabezas, una de
toro y otra de león, llamada Cronos Olam.
Según Filón de Biblos, Cronos es el más antiguo de los dioses fenicios. Olam es
descrito como el sintiempo, el eterno o el tiempo que no envejece (Damascius). Es por lo tanto la divinidad
que permanece por encima de todo cambio temporal. No estamos hablando de un
tiempo abstracto, si no vinculado a la existencia humana y opuesto a la
brevedad de ésta. Así, el sintiempo
se refiere al paso de las generaciones, desde un tiempo lejano y hacia un
tiempo lejano, desde siempre y para siempre.
En
un texto fenicio de Hieronimo y Hellanikos (700-800 a.C) se describe como Olam
puso tres huevos de los que nacieron tres hijos: uno era macho, otro era hembra
y el tercero era un ser incorpóreo. Por lo tanto de Olam procede la semilla de
la existencia, ya que toda vida surge de la unión de macho y hembra.
También
existen referencias posteriores a Olam Cronos, como la de Moscho (500 a.C),
filósofo fenicio natural de Sidón, al que algunos autores atribuyen la
invención del concepto de átomo. Moscho se refiere a una fuente fenicia del
IX-VIII a.C, en la que la serpiente Olam Cronos es descrita como el que se hace el amor a si mismo. Igual
que en la anterior narración también pone huevos, que se rompen en dos mitades:
una mitad representa el cielo y la otra la tierra.
La hipótesis indoeuropea
Una vez que hemos
visto someramente la presencia de la serpiente tanto en los ciclos mitológicos
indoeuropeos como en los fenicios, el siguiente paso es intentar relacionarlos
con pueblos que habitaran Galicia en esas épocas remotas y que pudieran haber
sido los portadores de esas creencias.
La
influencia indoeuropea en Galicia está presente en los motivos solares: trísqueles,
tetrásceles y esvásticas de los castros de Briteiros, Santa Tegra, A Troña y en
los petroglifos de Portela da Laxe (Cotobade). Desconocemos los ritos
funerarios que practicaban los habitantes de los castros, pero podemos suponer
que emplearían la incineración al igual que el resto de los pueblos
peninsulares en la segunda mitad del I milenio a.C.
Bosch Gimpera
sostiene la existencia de una oleada de pueblos indoeuropeos, que llegarían a la Península alrededor del 700 a.C. (cempsi) y sobre el 650-600
a.C. (sefes, turones y nemetes). Los sefes habitaban
las riberas del Rhin hasta que tuvieron que desplazarse, junto con otros muchos
pueblos, debido a la presión que ejercían las tribus germanas. Según Bosch
Gimpera, alrededor del 600 a.C. llegaron a la Meseta y continuaron hacia el O para
instalarse en el valle del Coa (Vilanova de Foz), N de la Serra da Estrela y
costa N de Portugal, así como en el S de Galicia a orillas del Miño. A los
sefes les siguen los tundros que se establecieron en Tras-os-Montes. Los sefes deben su nombre a la raíz indoeuropea
“saeph” que significa serpiente y que fue el apelativo por el que los conocían los romanos, ya que en sus escudos estaba representada la efigie de una serpiente.
Ora Marítima es un poema escrito por Rufo Festo Avieno en
el siglo IV d.C, basándose en los textos de varios autores de los siglos VI a
IV a.C (Hecateo de Mileto, Helánico de Lesbos, Fileo de Atenas, Escílax de
Carianda, Pausímaco de Samos, Damasto de Sige, Bacoris de Rodas, Euctemón de
Atenas, Cleón de Sicilia, Herodoto y Tucídides). Se trata de la descripción más
antigua de la costa atlántica europea y en ella aparece un conocido pasaje, en
el que se relata como una plaga de serpientes invadió la Península Ibérica,
motivo por el cual dejó de llamarse Oestrymnis
y pasó a ser conocida como Ophiussa,
o tierra de serpientes:
“Ophiussa porro tanta panditur latus quantam iacere
Pelopis audis insulam Graiorum in agro. Haec dicta
primo Oestrymnis est locos et arva Oestrymnicis habitantibus, post multa
serpens effugavit incolas vacuamque glaebam nominis fecit sui……….. Aryium rursum tumescit prominens in asperum
septentrionem cursus autem hinc classibus usque in columnas efficacis Herculis
quinque est dierum”.
“Ophiusa
se proyecta tanto hacia delante con sus costas como se dice que la isla de
Pélope se alarga en el territorio griego. Al principio se la denominó Oestrimnis, y los
habitantes de estos lugares y campos eran los Oestrímnios; posteriormente una
plaga de serpientes puso en fuga a sus habitantes y logró que esta tierra
quedara despojada hasta de su propio nombre.……… El Ario (¿Cabo Silleiro?) se
yergue luego imponente, destacándose hacia el desapacible septentrión; por otro
lado, desde aquí hasta las Columnas del poderoso Hércules hay una travesía para
las naves de cinco días”.
Puesto que en este mismo
texto hay otro pasaje en el que se menciona a los sefes, los investigadores
Adolf Schulten y Bosch Gimpera plantearon la hipótesis de que las serpientes a
las que se refería Avieno eran los citados sefes, ya que el término sefe, utilizado
por el autor latino, procedería del griego sepe, que al igual que óphis significa serpiente.
Veamos la referencia
a los sefes en el Ora Marítima: “Los
cempsis y los sefes ocupan las abruptas colinas del territorio de Ophiusa.
Cerca de ellos se establecieron el rápido luso y la prole de los draganos, en
dirección hacia el septentrión de abundantes nieves. Pero la isla Petania está
dirigida hacia Sefumo, y en ella un puerto extenso se esconde. A continuación
los pueblos cinetas son colindantes de los cempsos. Después, el cabo Cinético,
por donde se produce la caída de la luz sideral, irguiéndose altivo como último
bastión de la rica Europa, cuando ésta se precipita en las olas del Oceáno
poblado de monstruos”
La interpretación de
Schulten y Bosch Gimpera ha sido rechazada por otros autores como Bermejo
Barrera, quien no pudiendo explicar la misteriosa plaga de serpientes, se
plantea que el término sefes pudiera
tener origen púnico y que éstos fueran los fenicios que vivían en la colonia
cercana al estuario del río Sado, en Setúbal. La hipótesis fenicia plantea que
la etimología de sefes estaría
relacionada con topónimos como Sefar
o Baal Sefón. Pero esta hipótesis
también tiene sus puntos flacos, ya que si cempsis y sefes eran vecinos, ambos
pueblos deberían estar relacionados. Sin embargo la raíz cemp- es indoeuropea y no semítica y parece que pueden existir
indicios de que los cempsis practicaban la cremación de los cadáveres, rito
funerario muy parecido al de la cultura de los Campos de Urnas.
La hipótesis mediterránea (púnica, griega o
ibera)
Ya
en el período del Bronce Final existían redes comerciales entre Galicia y el
área mediterránea. Fruto de estas relaciones es la llegada al NO peninsular de la metalurgia del hierro a
partir del siglo IX a.C.
En
el Ora Marítima se describe el comercio tartésico con las Casitérides, que pese
a lo ambiguo de la descripción podemos situar en las rías gallegas, donde
abundaba el estaño. A estos momentos del Hierro Inicial corresponden los
depósitos de hachas de talón de bronce y aleación ternaria hallados en las Rías
Baixas, como los del castro de Punta do Muiño do Vento (Vigo).
La
influencia púnica fue fundamental en el desarrollo tecnológico, artístico y
mitológico de las comunidades del S de Galicia. Los restos arqueológicos nos
permiten conocer la importancia de las relaciones comerciales y culturales
existentes entre Galicia y el ámbito cultural fenicio, desde la segunda mitad
del siglo VI a.C en adelante. Se han hallado restos de origen mediterráneo en
todos los castros litorales del NO que han sido ocupados entre el 450 y el 50
a.C, siendo más abundantes en la zona comprendida entre Oporto y las Rias
Baixas.
Hasta
el siglo V a.C la llegada de navegantes
mediterráneos fue esporádica, pero a partir de esa fecha se produce un aumento
exponencial de contactos con los centros comerciales fenicios de la zona del
Estrecho de Gibraltar. En esta fase púnica (450-150 a.C.), el intercambio de
mercancías se concentra en la costa en lugares denominados emporion, como el de
Punta Muiño e Isla de Toralla (Vigo). Los restos de procedencia fenicia
correspondientes a esta época se hallaron en los castros litorales y prácticamente
no existen en los situados a pocas decenas de kilómetros de la costa.
Los
galaicos intervienen en la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C) como mercenarios
al servicio de Cartago, lo que demuestra la existencia de fuertes vínculos
entre ambas comunidades. Posteriormente, en la fase tardopúnica (150-50 a.C),
se produce una mayor integración de Galicia en la koiné del mediterráneo
occidental y los contactos comerciales son más regulares y estandarizados. A
esta época corresponden los emporia de Santa Trega y de Vigo, en el que se ha
hallado un excepcional resto de cuenta de pasta polícroma del sigo II a.C.
En
el castro de Santa Trega aparecieron restos del comercio mediterráneo y otros
culturalmente atlánticos, como los torques. Santa Trega fue un importantísimo
emporion que importó una enorme cantidad de material mediterráneo. De los
restos encontrados destaca la cerámica común, cuentas oculadas de pasta vítrea
y varios kalathoi ibéricos del NO peninsular. Incluso se llegó a encontrar una
estatua de Hércules les en bronce, actualmente desaparecida, semejante a otras de la zona del Estrecho.
Esta estatua se halló en la parte superior del castro, que como ya hemos
repetido con anterioridad, es la que se destina a fines rituales y
ceremoniales. Desde
Santa Trega los materiales mediterráneos se distribuían por la zona y a otros
castros, como el de Troña, situado a 50 km, y en el que se han encontrado
ánforas, cerámicas comunes y kalathoi.
Con los navegantes fenicios llegaron nuevas creencias y mitos, especialmente a
la zona costera del SO de Galicia. Tanto el castro de Penalba como el de Troña
se encuentran en esta área de influencia, por lo que es más que probable que
estas comunidades gallegas entraran en contacto con la mitología fenicia y el culto a la diosa Astarté que se difundió por las costa O de la Península.
En la mitología fenicia aparece la serpiente dragón alada de dos cabezas llamada Cronos Olam, dios de lo eterno descrito como "el que se hace el amor a si mismo". Las narraciones fenicias cuentan como Olam puso los dos huevos de los que proceden macho y hembra. En otros mitos se describe como su huevo se divide en dos mitades dando lugar al cielo y la tierra.
Es difícil determinar con precisión si en los grabados del castro de Penalba aparecen representada una serpiente o dos y si las otras figuras labradas son dos huevos, con los que guardan una evidente semejanza. Esta asociación entre serpiente y huevos es única entre los
petroglifos gallegos.
Conclusiones
Como ya hemos visto, la serpiente es un motivo iconográfico que aparece
en las mitologías de diferentes pueblos que han pasado por Galicia, lo que
dificulta su interpretación. Además, la iconografía es un fenómeno
autóctono de cada comunidad, por lo que una misma idea o influencia puede ser
transformada aplicando elementos propios de la cultura indígena, lo que supone
que el modelo original experimente diversas modificaciones y evoluciones.
Autores
como Bouza Brey y López Cuevillas postularon la existencia de un
culto ofiolátrico anterior
a la llegada de la influencia indoeuropea, lo que vendría avalado por la
representación de la serpiente en megalitos, petroglifos, joyas y estelas.
Siguiendo
esta hipótesis del culto ofiolátrico
autóctono, cabe señalar la presencia de dos líneas serpentiformes grabadas
en el menhir conocido como Lapa de Gargantáns, localizado en el concello de
Moraña y situado a tan sólo a unos 6 Km del castro de Penalba.
Este menhir de
aspecto fálico, muestra una escotadura en su parte superior que ha sido
interpretada por algunos autores como una representación del glande, y por lo
tanto se asocia este megalito con ritos vinculados a la fecundidad. Por lo que se refiere a la serpiente, es uno de los diseños que con mayor frecuencia aparece representado en los megalitos y casi siempre posee un desarrollo vertical.
Posteriormente y según Bouza Brey y López Cuevillas, con la llegada de los elementos culturales célticos a Galicia y la región del Miño, el culto a la serpiente fue un punto de coincidencia entre las creencias de la población indígena y las nuevas, lo que favoreció que estas últimas fueran aceptadas y adaptadas al gusto de la mitología tradicional.
Sin embargo actualmente se descarta la posibilidad de una invasión de pueblos celtas y en su lugar se prefiere hablar de componentes culturales indoeuropeos o sustratos comunes con Centroeuropa. Durante el Bronce Final y los inicios del Hierro, las síntesis entre estas influencias indoeuropeas y las culturas autóctonas dieron lugar al proceso de diferenciación de las distintas culturas peninsulares, lo que motivó que todos estos pueblos presenten un conjunto de rasgos culturales comunes y ciertas peculiaridades regionales.
Sin embargo actualmente se descarta la posibilidad de una invasión de pueblos celtas y en su lugar se prefiere hablar de componentes culturales indoeuropeos o sustratos comunes con Centroeuropa. Durante el Bronce Final y los inicios del Hierro, las síntesis entre estas influencias indoeuropeas y las culturas autóctonas dieron lugar al proceso de diferenciación de las distintas culturas peninsulares, lo que motivó que todos estos pueblos presenten un conjunto de rasgos culturales comunes y ciertas peculiaridades regionales.
Galicia
quedó incluida en la koiné del denominado circuito del Bronce Atlántico: una
amplia red de intercambios comerciales que conectaba las zonas productoras de
cobre del SO español y Portugal, así como las dedicadas a la minería del
estaño, que iban desde el Tajo a Galicia extendiéndose por toda la fachada
atlántica europea, llegando hasta el mar Báltico. Dentro
de esta red de intercambios se incluyen tanto influencias indoeuropeas y
atlánticas como orientales, que arribaron a nuestras costas vinculadas a la
presencia fenicia y de otros pueblos mediterráneos, como griegos y cretenses.
Volviendo
sobre las representaciones del castro de Penalba, cabe señalar que en zonas
cercanas a este emplazamiento se han hallado tanto un ídolo cilindro como
grabados de idoliformes. En A Caeira (Poio), a unos 20 Km de Penalba, se halló
un ídolo cilindro que se conserva en el Museo Arqueológico de Pontevedra. Se
trata de un ídolo del período Calcolítico (principios-mediados III milenio
hasta 1800 a.C) que guarda gran semejanza con los hallados al S del río Mondego
y el Alentejo. Además en Fentáns, una aldea situada a 8 Km de Penalba, está la
llamada Pedra das Ferraduras, uno de
los más importantes petroglifos gallegos en el cual aparecen representados
varios ídolos, muy semejantes al cilindro decorado de Samarra (Sintra. Lisboa).
Este
tipo de ídolos aparecen en el centro y sur de Portugal y llegaron a Galicia
siguiendo la línea de la costa, lo que demuestra la uniformidad de las
sociedades del occidente peninsular. Se consideran como una posible
representación de la diosa de la fertilidad, adorada por diversas culturas con
los nombres de Nin, Isis, Ceres, Isthar o por los fenicios con el nombre de
Astarté. Por lo tanto podemos concluir que cerca del castro de Penalba, existen
evidencias arqueológicas, que demuestran claramente la influencia de creencias
de procedencia oriental, con cuyos cultos de podrían poner en relación las
representaciones de serpientes y los posibles huevos que aparecen en este
castro.
La
posibilidad de que estas representaciones de serpientes tengan un origen
“mediterráneo” es también válida para el caso del castro de Troña, que como ya
he dicho anteriormente tenía una gran relación comercial con el emporion del
castro de Santa Trega. De todos modos, en este caso no se puede descartar que
la representación de la serpiente tenga su origen en los sefes, debido a la escasa distancia a la que se
encuentra Troña de las orillas del río Miño, lugar citado por Bosch Gimpera
como asentamiento de este pueblo indoeuropeo.
Bibliografía:
Florentino López Cuevillas y Fermín Bouza
Brey. Os oestrimnios, os saefes e a ofiolatría en Galicia.
Luis Pericot. Excavaciones en la
citania de Troña.
José Manuel Hidalgo Couñago.
Excavaciones arqueológicas en el Castro de Troña. Campañas 1984-1986.
Las fotografías de este
artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.
Nota: Los dibujos
de petroglifos que aparecen en este artículo han sido realizados mediante una
aplicación informática para la edición y retoque fotográfico.
Fascinante a información do blog.
ResponderEliminarMuy interesante la información. Gracias.
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