lunes, 14 de julio de 2025

Necrópolis ibera de Piquía

 

La necrópolis tardoibera de Piquía (Arjona, Jaén), datada a principios del siglo I a.C, se localiza en una ladera a 1,5 km al NO del oppidum de Urgavo Alba. En 2010 una tromba de agua puso al descubierto alguna de las tumbas, por lo que se procedió a realizar la excavación de una zona de 150 m² y se hallaron 34 enterramientos (fosas pequeñas, nichos de un columbario, cámaras funerarias y cistas) situados en torno a una tumba principesca. Toda esta variedad tipológica de sepulturas tenía como denominador común un rito de incineración de tradición ibera.

Recipiente tipo braserillo y jarra de bronce. Cámara principesca (Piquía).

Los príncipes iberos gobernaban uno o varios oppidum y pertenecían a linajes prestigiosos que descendían de algún héroe. Los príncipes rivalizaban entre si construyendo necrópolis monumentales con ricos ajuares funerarios, en las que se ensalzaba la muerte heroica y la victoria en combates singulares, conceptos muy difundidos entre la aristocracia ibera y con los que buscaban dar prestigio a su estirpe.

Guerrero de doble armadura. S V a.C (Cerrillo Blanco).

Despúes de la conquista romana los príncipes dejaron de dominar vastos territorios y sólo regían el oppidum en el que residían. En esta época los príncipes intentaron refundar sus viejos linajes levantando nuevas necrópolis.

Ajuar funerario. Necrópolis de Cerro Boyero.S IV a.C. (Valenzuela).

En el caso de la necrópolis de Piquía es posible que los restos hallados en la tumba principal correspondan al príncipe Iltirtiiltir de Urgavo (Arjona) y su esposa, ya que en las excavaciones se ha encontrado una tapadera de plomo con una inscripción ibera que ha sido traducida como “Iltirtiiltir hijo de Ekaterutu”.

La cámara de la tumba principesca de Piquía es de planta rectangular y mide 2,9 m de largo, 1,25 m de ancho y tiene una profundidad de 1,2 m. Esta cámara es la más lujosa de todas las encontradas en la necrópolis y está construida con mampostería, utilizando grandes sillares de piedra unidos sin mortero ni cemento. En su interior se halló un conjunto de cerámica ática, un ánfora para el vino de la libación, recipientes de cerámica ibérica pintada de época ibera tardía, fragmentos de vidrio, restos de una cota de malla de tipología romana, una espada recta y un puñal de antenas.

Puñal de antenas atrofiadas y funda decorada (Piquía).

También se localizaron elementos decorativos pertenecientes a un carro ritual funerario de hierro y madera. Decoraciones de este tipo para carros rituales han aparecido también en el yacimiento ibero de Cerro Maquiz, a tan sólo 30 km de Piquía, donde se descubrió una interesante colección de piezas de bronce para caballerías.

Elemento de caballería y piezas de gobierno para carros.

Otro hallazgo excepcional dentro del arte ibero es la llamada Caja de los Guerreros de la tumba principesca de Piquía. Se trata de una urna cineraria labrada en un bloque cúbico de piedra caliza de 15,5 cm de alto, 21 cm de largo y 17,20 cm de profundidad. Las técnicas empleadas en su realización son varias: tallado, desbastado, punzonado, cincelado y pulido. En todas sus caras se representa en bajorrelieve una escena distinta enmarcada por un cordón resaltado, característica de la iconografía del combate aristocrático de la época ibera tardía. En una de sus caras aparece representado un duelo entre lanceros con un personaje desnudo situado entre ambos; en otra se muestra una lucha desigual entre un guerrero a pie y un jinete a caballo; en otra vemos un combate entre guerreros, uno con espada y scutum y el otro con falcata y caetra. En la última escena aparecen dos guerreros montados en caballos con las crines trenzadas.

La caja tiene una tapadera de 20 cm x 19 cm diseñada para que encaje perfectamente y que la urna quede sellada. La tapadera está decorada con franjas de líneas dobles perimetrales y que se cruzan en el centro, el cual está rematado por un pomo cilíndrico. En el interior de la caja se encontraron cenizas y restos de huesos correspondientes a un hombre y una mujer, de acuerdo con los resultados forenses realizados en la Universidad Complutense de Madrid.

Si bien la Caja de los Guerreros se ajusta a la tipología iconográfica ibera, presenta características típicamente romanas, como la tapa a dos aguas, lo que nos indica que aunque la influencia del mundo romano era inevitable, las élites gobernantes que encargaron esta urna estaban muy interesadas en mantener los elementos representacionales autóctonos, para resaltar el carácter identitario en el que se fundamentaba su poder.

Otro descubrimiento sumamente interesante es una colección de siete cráteras áticas de figuras rojas datadas siglo IV a.C, que fueron pasando de padres a hijos como objetos de lujo y que en el siglo I a.C. fueron enterradas en la tumba del príncipe como parte de su ajuar funerario. Estas cráteras fueron fabricadas en Atenas en el siglo IV a.C, entre el 400 y el 351 a.C.

Cráteras griegas. Ajuar funerario del príncipe Iltirtiiltir. S IV a.C. (Piquía).

En una de ellas se muestra la unión sagrada de Heracles y Hebe, diosa de la juventud. Mide 39,20 cm de alto, 19 cm de diámetro de base y 38 cm de diámetro de boca. La crátera de campana que representa una centauromaquia mide 38,50 cm de alto, 19 cm de diámetro de base y 41 cm de diámetro de boca.

Centauromaquia.

La crátera de campana con la representación del baño nupcial de Helena tiene unas medidas de 32,50 cm de alto, 15,70 cm de diámetro de base y 35,30 cm de diámetro de boca.

Baño nupcial de Helena.

La crátera que muestra la heroización y divinización de Heracles mide 40,50 cm de alto, 19 cm de diámetro en la base y 42 cm de diámetro en la boca.

Heroización y divinización de Heracles.

Entre las piezas recuperadas en la necrópolis de Piquía destaca también un excepcional pasarriendas con la representacion de una cabeza de guerrero ibero con casco siendo devorada o vomitada por un lobo. Esta pieza de fundición de hierro y bronce mide 22,50 cm de alto, 7,30 cm de ancho, 0,50 cm de grosor, y tiene un peso de 1.030 gr.

Cabeza de guerrero y lobo (Piquía).

En el rostro del guerrero se aprecian los ojos ovales, la nariz larga y recta, y una boca pequeña de labios finos. En la cara del lobo (según algunos autores pudiera tratarse de un león) se distinguen las orejas pequeñas, los ojos salientes, las arrugas de las fauces y el hocico. La datación de esta interesante pieza se establece en el siglo I a.C.



Bibliografía:

Núñez Izquierdo, Javier: Las monomaquias en la protohistoria de la Península Ibérica. Testimonios literarios y documentación arqueológica.

Rueda Galán, Carmen; Lechuga, Miguel Ángel; Bellón Ruiz, Juan Pedro: Los Bronces de Maquiz. Nuevas propuestas para su contesctualización dentro del proceso histórico de Iliturgi.

Ruiz, A. Molinos, M. Rísquez, C., Gómez, F. y Lechuga, M. Á.: La cámara de Piquía, Arjona,

Ruiz, A. Molinos, M. Rísquez, C., Lechuga, M. Á y Gómez, F.: La cámara de Piquía. La tumba de un príncipe tardío. Catálogo de la exposición La Dama, el Príncipe, el Héroe y la Diosa.


Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.


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