El
conjunto etnográfico de la Poza da Moura se localiza en el barrio de San
Lorenzo de la parroquia de Domaio (Moaña).
Por este lugar corren las aguas del
Miñouva, un río de cauce corto (3,8 km), con
mucho desnivel y caudal muy irregular sometido al estiaje estival.
Los
montes del Morrazo están formados por materiales graníticos y su superficie
está cubierta por vegetación autóctona y bosques de repoblación. Estos montes configuran
dos cuencas hídricas: la norte, cuyos ríos vierten en la ría de Pontevedra, y los
de la sur, que lo hacen en la ría de Vigo.
El Miñouva pertenece a esta cuenca
sur y tiene su nacimiento en el lugar de Pedrouzos, a 500 m de altitud. Sus
aguas bajan por ladera meridional del monte Faro Domaio (624 m), pasan por la
Cavada do Carrasco y por la Chan da Paradela
y llegan hasta la Poza da Moura, situada por encima del viaducto da
Moura del Corredor de Alta Capacidad de O Morrazo (CRG-4.1).
En
este lugar de extraordinaria belleza, con unas preciosas vistas de la Ría de
Vigo, existen cuatro muíños (uno totalmente recuperado, dos
pendientes de rehabilitar y uno prácticamente derruido), así como las
instalaciones hidráulicas que conducen el agua del río Miñouva (canales, cubos y un pequeño acueducto).
El funcionamiento de estos muiños se basa en la transformación de la energía
cinética del agua en movimiento rotatorio de las dos muelas de piedra, las
cuales friccionan entre sí moliendo los granos de cereal.
Después
de dejar atrás los muíños y haber reposado unos instantes en la poza, las aguas
del Miñouva continúan su camino en una vertiginosa caída por la ladera casi
vertical hasta llegar a Verdeal, formando una impresionante cascada que es
visible desde el otro lado de la ría.
Por debajo de la Poza da Moura se
encuentra la zona conocida como Pedra do Navío, donde podemos encontrar otros
muíños que en su día también aprovecharon el empuje del agua que baja por la
catarata.
Si seguimos el descenso llegamos a la zona de Pasaxe, donde podemos
contemplar la fervenza desde un puente de piedra.
En
Verdeal, el Miñouva recibe las aguas de su afluente el río Libón, que nace a
450 m de altitud en la Chan da Goa. Salvado el fuerte desnivel, el Miñouva
continúa su camino, ya más tranquilo, por los campos del valle de Domaio.
Pocos metros antes de finalizar su viaje, el Miñouva pasa al lado de la iglesia de San Pedro de Domaio.
Por fin desemboca en el mar en la Ensenada do Mouro, formando pequeñas áreas de sedimentos.
Cuenta una leyenda del Morrazo que una moura se enamoró de un campesino de la zona. El padre de la moura sorprendió a la pareja en este lugar y furioso, dió muerte al pretendiente de su hija. Ésta, loca de dolor, se arrojó a la poza y desapareció bajo sus aguas. La creencia popular es que aún se oyen sus cantos en la noche de San Juan y que a veces se la puede ver sentada en las rocas, peinando sus cabellos con un peine dorado, mientras llora y se lamenta por su amor.
Volviendo
a la realidad, es de destacar que actualmente se conservan restos de 11 molinos
en el río Miñouva. En toda la parroquia de Domaio existen más de 50 muiños, la
mayor parte de ellos de uso comunitario, lo que constituye un indicador que
revela la importancia que el cultivo del millo tuvo para la economía de esta
zona.
Por
eso, y aunque sea de una manera muy breve, voy a describir el funcionamiento
básico de los molinos de agua que podemos encontrar repartidos por Domaio.
El
primer paso consiste en desviar el agua del río mediante un canal que abastece al molino
directamente, o a través de un cubo que sirve de depósito.
Desde el
cubo, el agua pasa por unos conductos inclinados que aumentan su presión y llega
a la parte denominada inferno,
situada bajo el suelo del molino y en la que se encuentra el rodicio y los
demás mecanismos.
El
rodicio es una rueda provista de
paletas que son movidas por la fuerza del agua y transmiten su giro a un eje
vertical de hierro llamado vara, que
es la encargada de mover la muela superior o móa sobre la inferior o pé,
que está fijada al suelo del molino.
Ambas muelas se encuentran en la parte
superior, en donde está el tremiñado,
que es la parte del piso del molino donde cae la harina.
El
grano que se va a moler primero se limpia y luego se humedece, para luego meterlo en un cajón con forma piramidal o de
embudo llamado moega. Aquí el grano se mueve de un lado a otro siguiendo
el ritmo de la molienda y va cayendo por un canalillo de palo llamado quenlla que lo dirige hasta el orificio
central de la muela superior, llamado ollo
da móa. De la moega cuelga el palitroque,
una pequeña pieza de madera que está en contacto con la móa y que agita la
quenlla permitiendo que los granos vayan cayendo en el ollo da móa.
La
cantidad de grano que cae entre las muelas y la finura de la harina se regula
mediante el aliviadoiro, un palo que
permite subir o bajar el puente sobre el que pivota el rodicio y toda la
maquinaria del molino. Tanto la moa como la muela inferior tienen unos surcos en sus caras de fricción,
mediante los cuales se consigue una mejor molienda del grano, con lo que la
harina obtenida será más fina y saldrá con mayor facilidad a través de un
agujero abierto en la estructura de madera que cubre las muelas, cayendo sobre
el tremiñado. Las muelas requieren un mantenimiento consistente en el picado de
los surcos con un martillo, para retirar la pasta que puede formar el grano
húmedo y que se denomina óleo. Para
poder hacerlo es necesario elevar la móa mediante una cabria o potro. Una
vez que ha pasado por el molino, el agua vuelve otra vez al río por un cauce y
a menudo es aprovechada por otros molinos situados más abajo.
Terminada esta breve explicación del proceso de molienda, finalizaré este
artículo comentando que todo este conjunto, de excepcional valor etnográfico y
paisajístico, ha estado seriamente amenazado y a punto de desaparecer, debido a
la construcción del Corredor del Morrazo y de una urbanización situada por
encima de la Poza da Moura.
La
crisis inmobiliaria ha impedido que la urbanización se acabara de edificar en
su totalidad y el triste espectáculo de las casas a medio construir, rodeadas
de escombros y maleza, contrasta con la espectacular belleza del entorno que
las rodea. Este desastre paisajístico y ecológico nos debería hacer reflexionar
sobre la necesidad de preservar estos entornos tan valiosos de la especulación
urbanística. Las autoridades son las responsables de adoptar las medidas que
permitan garantizar su supervivencia, ya que de lo contrario perderemos para
siempre uno de los enclaves más singulares de la Ría de Vigo.
Es
obligación de todos los que amamos nuestra tierra y sus tradiciones, garantizar
que la moura pueda continuar viviendo
en la poza que habita desde hace siglos, y que las generaciones venideras
puedan seguir oyendo su triste canto en la mágica noche de San Juan.
Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.
Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.
Menuda chulada, el primer fin de semana bueno hay que ir
ResponderEliminarUn saludo
Una muy buena descripción y fotos estupendas.Nos acercaremos una tarde para conocerlo.
ResponderEliminarGracias Marta. Seguro que te va a gustar. Saludos.
ResponderEliminarEncantoume e tamén ver os molinos, a función que facían antiguamente e todavía algún fai. Unha foto de paisaxe dende arriba gústame moito.
ResponderEliminarEs muy bonito: naturaleza, tradición, cascadas,...perfecto. Por poner un pero, el viaducto no encaja en el paisaje.
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