viernes, 17 de febrero de 2012

Edad de Bronce en Galicia

Con el desarrollo de la metalurgia se obtuvieron nuevos instrumentos de labranza más efectivos que permitieron incrementar la productividad de la tierra y por lo tanto el tamaño de las comunidades, las cuáles gradualmente se fueron haciendo más heterogéneas a medida que se integraban grupos diferentes. Paralelamente las funciones económicas se multiplicaron, lo que exigió una división de las tareas cada vez más elevada, surgiendo una jerarquización que llevó a la configuración de una autoridad política organizada que pudo ser estable y permanente u ocasional. También existieron niveles intermedios de autoridad, como por ejemplo los jefes de familia o de clan, los jefes militares o los religiosos.

Siguieron siendo comunidades agrícolas basadas en la propiedad y la explotación del suelo en las que la familia constituía la base a través de la que se transmitía la propiedad de los bienes, el poder político y el sacerdotal. Pero gradualmente se produjo un incremento de la centralización, surgiendo una rígida jerarquía que administraba la sociedad. La organización del trabajo a menudo se establecía con las mismas bases por las que se rige el modelo militar, por lo que los miembros del grupo fueron obligados a cooperar. No sería nada extraño que en las sociedades gallegas de la Edad del Bronce existiera la esclavitud, lo que unido a los nuevos instrumentos de labranza permitió acrecentar la producción agrícola. El aumento de excedentes y el progreso de los medios de transporte posibilitaron que se incrementara la actividad comercial.

La organización política de estas comunidades se configuró de modo que los poderes político, religioso y militar fueran uno mismo o apenas estuvieran diferenciados, por lo que el jefe de la tribu estaba investido de un carácter sagrado. En el caso de que existiese diferenciación entre la autoridad civil y la religiosa a menudo se producirían conflictos entre ambas, aunque una y otra se apoyasen mutuamente.

La religión funciona exactamente como la organización militar y exige sumisión completa y obediencia ciega. Al carecer de conocimientos científicos no existía el laicismo, ya que toda la sabiduría era predominantemente teológica. La religión no tenía carácter universal si no que estaba íntimamente vinculada a cada sociedad particular, lo que se plasmaba especialmente en las creencias y los ritos cuya función era expresar los orígenes y la historia de la tribu. La magia constituía un complemento de las técnicas empleadas para la caza, la agricultura y la guerra, por lo que sería una especie de “tecnología" propia de cada sociedad.


Período del Bronce I: 1.800 a 1.500  a.C.

Se distingue una etapa inicial (Horizonte de Roufeiro) en la que sigue predominando la cultura del Calcolítico, con fuertes tradiciones locales que se reflejan en la metalurgia del cobre y la joyería de plata y oro. 

Le sigue una etapa de desarrollo en la que se intensifica el comercio marítimo que ya existía en la Edad de Cobre, ahora de la mano de navegantes mediterráneos que transportan el oro y el cobre gallegos a las islas británicas, la calaíta, el cobre y el estaño de Cornualles y el ámbar del N de Europa. Por último se distingue una etapa de transición en la que se intensifican los contactos con Bretaña, Irlanda y Wessex. A través del comercio marítimo llegaron a nuestras costas  nuevos cultivos, metalurgias y  armas innovadoras, formas de navegación nuevas y atuendos y atavíos distintos a los tradicionales.

Durante este período y en todas las poblaciones atlánticas europeas, los enterramientos colectivos dejaron paso a los individuales en pequeñas cistas sin túmulo en las que se depositan vasijas y joyas, lo que demuestra la creciente estratificación de la sociedad. Algunas cistas presentan grabados que enlazan con el megalitismo.

También son de señalar las escasas estatuas-menhir halladas en Galicia, como loa de Vilar de Santos, datada a principios de la Edad de Bronce dentro de la tradición calcolítica mediterránea. En esta estatua-menhir se distinguen los brazos pegados al cuerpo y unos collares compuestos por semicirculos concéntricos que recuerdan a las gargantillas de tiras de oro características del NO peninsular y relacionadas con las de la Francia Atlántica.

Estatua-menhir de Vilar de Santos

Al aire libre hallamos los primeros petroglifos que suponen una ruptura con las antiguas tradiciones, al igual que sucede en el resto de la Europa atlántica. Los motivos de armas manifiestan el prestigio que éstas suponían y el aumento del belicismo. 

Petroglifos de Auga da Laxe. Monte Galiñeiro (Gondomar)

Sin duda las representaciones de armas más interesantes y de mayor tamaño de toda Europa, son las del grupo de petroglifos denominado Auga da Laxe I (Gondomar. Pontevedra), cuya datación va desde la segunda mitad del Bronce I hasta el comienzo del Bronce II.

Auga da Laxe es un testimonio de la importancia que tenían las actividades propias de los varones, como la guerra, y refleja la existencia de un culto a las armas así como el prestigio que tenía todo lo relacionado con lo bélico. Los emblemas representados en Auga da Laxe servían para identificar a los miembros del grupo y para diferenciarlos de los clanes vecinos. En ese sentido podrían tener una función similar a la de los tótems, creando una relación de filiación entre los miembros de la comunidad y sus antepasados. Los cultos comunitarios que implican rituales públicos de solidaridad son considerados esenciales para la supervivencia de todo el grupo, puesto que reafirman el sentido de identidad del clan, coordinan la acción de los individuos y preparan al grupo para cooperar ante el enfrentamiento bélico.

La guerra entre cultivadores que vivían en aldeas implicaba a menudo un esfuerzo colectivo total, ya que se combatía por un territorio y la derrota podía acarrear la expulsión de una comunidad entera de sus campos, viviendas y recursos materialesEn el caso de que existieran bandas de guerreros más o menos permanentes, es probable que practicaran razias o ataques sorpresa contra asentamientos vecinos y otros tipos de actos de pillaje, como el robo de ganado. 

Como vemos, en La Edad de Bronce el incremento de la metalurgia y su comercio provocaron la diversificación y especialización del trabajo, así como un estratificación de la sociedad en base a los roles desempeñados y al estatus o posición social, el cual se manifiesta tanto por la posesión de armas como por la presencia de ajuares de joyas de oro y plata. Los tesoros recuperados señalan de manera inequívoca  la existencia de una relación entre  la zona situada al S del Miño con el área atlántica europea.

En Caldas de Reis, el 20 de diciembre de 1940 en el denominado Depósito de As Silgadas, se encontró el mayor tesoro de oro localizado en Europa. 

Tesoro de Caldas I

Actualmente el Tesoro de Caldas I se compone de 41 elementos con un peso de 14,9 Kg: un aro grande rematado en paletas, 17 aros abiertos de forma elíptica, 1 aro abierto de forma triangular, 8 aros elípticos cerrados, 3 fragmentos de barras, 1 aro de sección cuadrada, 2 cuencos de asa lateral y 1 jarra de asa lateral decorados con incisiones, 6 fragmentos de lámina decorados y que formarían parte de una gargantilla y un peine de 200 gr. Se cree que se han perdido al menos otro aro grande, varios brazaletes y el resto de la diadema o gargantilla, todo ello con un peso aproximado de 13 kg 750 g.

Diseño del peine de Caldas I

También en Caldas de Reis se descubrió en 1981 un segundo tesoro (Caldas II), al abrir la cimentación del edificio nº 9 de la calle Sagasta. Se trata de un conjunto de 53 láminas de oro que formaban una diadema decorada mediante la técnica de repujado, y enrolladas en espiral, junto con un aplique cónico de base plana exvasada y perforada. Su cronología es posterior a la del Tesoro das Silgadas.

Tesoro de Caldas II

Otro de los tesoros que podemos ver en el Museo de Pontevedra es el de Agolada, compuesto por dos aros macizos y una gargantilla de tiras realizada con bandas laminiformes de oro decoradas en su parte central con tiras cortadas longitudinalmente, un diseño que aparece en diversas áreas atlánticas. El tesoro de Agolada fue encontrado en la comarca del Deza, aunque se desconoce su procedencia exacta. Puede tratarse de un depósito o también puede que formara parte de un ajuar funerario. 

Tesoro de Agolada

En el Museo Arqueológico de Pontevedra se conservan también los dos brazaletes de oro de Lamela (Silleda), uno de sección rectangular y el otro romboidal con superficie facetada y aristas vivas, de extremos estrangulados terminados en botón plano.

Brazaletes de Lamela (Silleda)

El último tesoro al que me referiré es el de Antas de Ulla (Lugo), hallado en un islote del Ulla en el interior de una caja de cobre o bronce que no se conserva. Está formado por un aro central abierto de plata con un sistema de cierre, del que cuelgan seis cadenas de cinco espirales cada una, irregulares y de tamaño decreciente

Tesoro de Antas de Ulla.



Período del Bronce II: 1.500 a 1.200 años a.C.

Es una fase de la que existen pocos datos debido al pequeño número de objetos hallados. En Galicia esta época se conoce como el Horizonte de Barcelós o Codeseda-Melide, que se caracteriza por determinados objetos metálicos, como las hachas de talón con reborde sin anillos. Los contactos de Galicia con el exterior permitieron la incorporación de nuevas técnicas, por ejemplo en metalurgia, como el  empleo de la aleación bronce con un 10% de estaño, lo cual supuso un gran avance.

En Santa Eulalia de Tunés, Atios (Porriño) se halló una sepultura de cista rectangular de 1,54 x 1,30 m, formada por cuatro losas de granito y tapada por otra losa de 2 x 1,6 m y 25 cm de espesor. Esta cista se dató en el Bronce II o Proatlántico y en su interior se encontraron dos puñales de cobre, dos cilindros de una finísima placa de oro de 7 gr de peso decorada con entrantes y salientes, y un alambre espiriforme de sección romboidal que pudo haber estado rematado por la cabeza de un ofidio.

Otro tipo de hallazgos lo constituyen las anclas líticas de dos orificios descubiertas en las islas Cíes, Cabo Home, Aldán y en la isla de Toralla, cuyo  diseño  es igual que el de otras encontradas en las costas de Libia y en el Mar Negro. Estas anclas gallegas están datadas alrededor del  1500 a. de J.C, tienen un peso que oscila entre los 11 y 80 Kg y presentan dos orificios que las atraviesan por sus caras planas, siendo mayor el agujero de la parte más ancha, que es elíptico o recto, mientras que el orificio de la parte más estrecha es circular. En la playa de Limens  se recuperó un ancla lítica de tres orificios cuyo diseño es igual al de las halladas en el templo sirio de Baal, lo que es una muestra más de la presencia de navegantes procedentes del Mediterráneo.


Período del Bronce III: 1.200 a 700 años a.C.

Es el período del Bronce Atlántico, en el que coexisten las tradiciones locales y los productos provenientes de los circuitos atlánticos. 

Al principio de este período se forjan espadas pistiliformes, hachas de talón de una y dos anillas y otras armas de bronce, pero gradualmente la metalurgia incorporó aleaciones con un pequeño porcentaje de plomo presente en hachas de dos anillas, espadas de lengua de carpa, calderos y puñales de antenas, el cual se irá incrementando a medida que avanza esta etapa hasta llegar a niveles con tal proporción plomo, como es en el caso de las hachas de dos anillas, que pierden su utilidad como herramientas y probablemente tengan un carácter meramente votivo. 

Puñal de antenas. Museo Arqueológico de Pontevedra

El hacha de talón con anillos es un instrumento de origen galaico-portugués que fué ampliamente difundido por el O de Francia, Islas Británicas y Cerdeña. En el lugar de Ladróns, en Samieira (Poio), se hallaron 156 hachas de talón de doble anillo, bajo una losa de granito y dispuestas en cuatro capas horizontales. Dada la cercanía al mar del lugar del hallazgo, es posible que este depósito estuviera preparado para su distribución o envío a otro lugar.

Depósito de Samieira

A partir del 1153 a.C. las ciudades de la costa filistea y fenicia ganaron autonomía respecto de Egipto y de las ciudades chipriotas, y buscaron por su cuenta abastecerse de estaño, plata y oro. Con la fundación de Gadir (1106 a.C.) se comienza a difundir por la Europa Atlántica la denominada espada tipo Huelva, alcanzando su máximo expansión entre 1050-975, coincidiendo con la primera presencia fenicia en Huelva.

En esta fase de las espadas de tipo Huelva llegaron hasta las regiones productoras de estaño en Bretaña y Cornwall o del ámbar en Dinamarca. Alrededor de 1000 a.C, a través del comercio Atlántico y procedentes de las Islas Británicas, llegaron a Galicia las espadas de hoja larga y estrecha. Un siglo después aparecieron las espadas pistiliformes bretonas de hoja lanceolada, en las que por primera vez hoja y empuñadura se forjan juntas. En el siguiente siglo llegaron a Galicia las espadas de lengua de carpa, que serán las últimas fabricadas en la Europa atlántica antes de la aparición de la metalurgia del hierro. 

Izquierda y centro dos espadas pistiliformes. Derecha espada de lengua de carpa.
Recuperadas en el dragado del río Ulla, entre Catoira y Pontecesures.
Datación Bronce III (1500-900 a.C). Museo Arqueológico de Pontevedra

Las armas de bronce gallegas, britanas y bretonas corresponden a tecnologías más avanzadas que las indígenas y son muy semejantes a otras del último período micénico (Chipre, Creta y Cnossos).


Espada y puntas de lanza del depósito de Covapodre (Hío, Cangas)

Existen indicios de una posible invasión continental hacia el occidente atlántico datada entre el 1350 a 1050 a.c. Una muestra de esta presencia es el hallazgo del casco de oro de Leiro-Rianxo, procedente del N de Alemania. Se trataba de una sociedad de tribus que habitaban en castros, se organizaban  por grupos de edad y por clanes, con una economía ganadera que incluía el robo de reses y la práctica del bandidaje y que en lo religioso mostraba predilección por los santuarios de piedra.


Pero lo más importante es que en esta época se detecta la existencia de un sustrato indoeuropeo occidental indiferenciado (Tovar), es decir, una cultura indoeuropea arcaica y precelta, cuya principal aportación es el grupo lingüístico galaico-lusitano, del que se conocen términos relacionados con la toponimia (“Arna” para denominar  río, arroyo”; “Támara” que significa agua), sufijos como "brig" y "dunum" y la presencia del diptongo “eu” ó de la raíz “nt”.

Por otra parte están las influencias culturales provenientes del área mediterránea y que se aprecian en hallazgos como por ejemplo la espada sarda hallada en el río Ulla, ó los fragmentos de pequeños carros rituales hallados en Viseu y de probable procedencia chipriota. Chipre se hallaba muy vinculado a Anatolia y en su arte son frecuentes las representaciones de ciervos y serpientes.

En el siglo VIII a.c. los fenicios organizaron bases estables en Cádiz y desde allí dirigieron el comercio del bronce y posteriormente el del hierro, entrando en competencia y llevando a la desaparición al ancestral comercio atlántico, por lo que cesaron los contactos entre estas poblaciones, que comenzaron a desarrollarse de manera independiente. Los petroglifos de Santa María de Oia en los que se representan naves de tipología fenicia, cretense o egipcia, atestiguan la presencia de estos navegantes en nuestras costas en épocas muy remotas.

En la región SO de la Península Ibérica se han identificado más de cincuenta estelas de piedra decoradas con grabados, que han sido datadas entre el Bronce Final y los inicios de la Edad de Hierro, en lo que algunos consideran que fue el comienzo del mundo tartésico. En Galicia, en 2012, se halló una estela en Castrelo do Val (Verín. Ourense), en la que aparece grabado un guerrero con su espada y la vaina, una lanza, lo que pudiera ser una lira homérica y un carro. Esta estela tiene una gran importancia porque demuestra la conexión de Galicia con la zona SO peninsular a través de la Vía de la Plata.



Para finalizar este artículo voy a reproducir un fragmento de La Ilíada” de Homero en el que se narra la construcción de un túmulo en la Edad del Bronce:

"Pronto la gente del pueblo, unciendo a los carros bueyes y mulos, se reunió fuera de la ciudad. Por espacio de nueve días arrearon abundante leña; y cuando por décima vez apuntó Eos, que trae la luz a los mortales, sacaron, con los ojos preñados de lágrimas, el cadáver del audaz Héctor, lo pusieron en lo alto de la pira y le prendieron fuego. Mas, así que se descubrió la hija de la mañana, Eos, de rosados dedos, se congregó el pueblo en torno de la pira del ilustre Héctor. Y cuando todos se hubieron reunido, apagaron con negro vino la parte de la pira a que la llama había alcanzado; y seguidamente los hermanos y los amigos, gimiendo y corriéndoles las lágrimas por las mejillas, recogieron los blancos huesos y los colocaron en una urna de oro, envueltos en fino velo de púrpura. Depositaron la urna en el hoyo, que cubrieron con muchas y grandes piedras, amontonaron la tierra y erigieron el túmulo. Habían puesto centinelas por todos lados, para vigilar si los aqueos, de hermosas grebas, los atacaban. Levantado el túmulo, volvieronse; y reunidos después en el palacio del rey Príamo, alumno de Zeus, celebraron el espléndido banquete fúnebre.

Así celebraron las honras de Héctor, domador de caballos ".

Nota: Los dibujos de petroglifos que aparecen en este artículo han sido realizados mediante una aplicación informática para la edición y retoque fotográfico.

Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.



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