Cambios económicos y sociales.
Durante el Neolítico
se desarrollaron nuevos métodos de producción de alimentos basados en el
control de la reproducción de animales y plantas, lo que permitió la aparición
de densos asentamientos sedentarios.
En el III milenio a.C
tuvo lugar un notable crecimiento demográfico en toda Europa gracias al
profundo desarrollo de los bienes de producción. Se perfeccionaron enormemente las
técnicas agrícolas: se abandonó el sistema de roza (talado y quema) a favor del
barbecho y se introdujo el regadío, el abonado del terreno, el empleo de arados
tirados por animales y el cultivo de nuevas especies de cereales, leguminosas y
de otras plantas como el lino. Por lo que se refiere a la ganadería, se
intensificó la cría de ovejas, cabras, vacas y cerdos, así como la obtención de
productos derivados como la leche y la lana. Los nuevos recursos se siguieron
complementando con los aportados por la caza, la recolección y el marisqueo en
las zonas costeras.
El acceso de cada
individuo a los recursos, como la calidad de la tierra o la disponibilidad de
agua, provocó grandes modificaciones en la economía que llevaron a la aparición
de diferencias en riqueza y poder. En consecuencia, se produjeron grandes
cambios en la estructura social de entre los que destaca la aparición de una
jerarquía que organizaba, controlaba y distribuía los excedentes agrícolas,
ganaderos y mineros obtenidos por los productores.
Para defender la
riqueza que se derivó de la acumulación de excedentes, la emergente clase
dominante se estableció en poblados fortificados dotados de construcciones
comunitarias y ubicados en zonas elevadas provistas tanto de defensas naturales
como artificiales. En las inmediaciones de estos centros de control se situaban
pequeños asentamientos metalúrgicos en los que vivían los productores. Los
jefes de los poblados basaban su poder en el parentesco y acaparaban para si
los objetos de metal como bienes de prestigio y elementos distintivos de su
estatus. Estas élites fiscalizaban la producción del resto de la población y
ejercían una especie de sistema tributario basado en la coerción social.
Terminó así la situación de relativa igualdad que caracterizaba a las
comunidades neolíticas. Es de suponer que la creciente jerarquización social acarrearía
un aumento de la beligerancia.
Por otra parte, la
acumulación de excedentes permitió desarrollar rutas comerciales estables entre
los pueblos que habitaban el oeste de la Península y de relaciones de
intercambio de bienes con otras comunidades más lejanas. Entre los contactos
comerciales podemos citar el de objetos vinculados al culto funerario
procedentes de Galicia y que llegaron hasta Asturias, un comercio del azabache proveniente
de Portugal o Asturias, así como una ruta que traía grandes láminas de sílex
desde el N de la Meseta o el
centro de Portugal.
El comienzo de la metalurgia.
En el Calcolítico la
mayor parte de las herramientas de uso cotidiano seguían siendo de piedra o de
hueso. Con hueso se fabrican punzones, espátulas, agujas, algunas puntas de
flecha y cuentas de collar. Con la piedra también se elaboraban cuentas de
azabache o varicista, así como figuras de ídolos oculados y betilos
cilíndricos.
Ídolo oculado Torrecera. Jerez de la Frontera |
La Edad de Cobre, la
primera metalurgia europea, tuvo dos focos independientes y más antiguos de lo
que tradicionalmente se venía pensando. Uno se localizó en los Balcanes y se
remonta al V milenio a.C. El otro foco metalúrgico estaba en la Península Ibérica,
en el SE de España y S de Portugal. Se trata de la Cultura de Los Millares en
la que, a mediados del IV milenio, se produjeron los primeros y rudimentarios
objetos de metal dentro de un proceso autóctono que había comenzado con las
primeras obtenciones de cobre a finales del Neolítico.
En la Península
Ibérica la minería del cobre se realizaba a cielo abierto, aprovechando los
abundantes afloramientos. La mayoría de los minerales de cobre presentan
impurezas de arsénico que aumentan la tenacidad del cobre y también mejoran
algo la resistencia a la corrosión. En Galicia existía una gran cantidad de
mineral de cobre, por lo que gran parte de los objetos encontrados son de
elaboración local, variando el proceso de extracción y transformación de una
zona a otra. El mineral machacado se introducía en una vasija-horno junto con
brasas de carbón vegetal, para fundirlo y posteriormente verterlo en moldes,
forjarlo o martillearlo en frío. Con menor frecuencia se podía realizar un
recocido y ocasionalmente una segunda forja en frío. A veces el cobre se
reciclaba y se volvía a fundir, lo que provocaba una pérdida de contenido
arsenical. Este cobre reciclado se empleaba para fabricar objetos poco
importantes y de uso doméstico, pero no en la producción de bienes de prestigio
como puñales y labardas que proceden, en su mayoría, de contextos funerarios.
También conocemos la
existencia de una minería del estaño (Ponte Caldelas, Carballiño, Lalín,
Silleda, A Gudiña, Forcarei, Baltar, Verín, Noia, Arteixo y Ribadeo) y del oro (Sil, Miño, Arnoia, Bibei, Neira y
Camba). Se han hallado láminas muy finas sin decoración utilizadas como
pendientes y diademas, así como piezas de orfebrería mucho más elaboradas,
decoradas y repujadas, que constituyen un signo de ostentación y exhibición por
parte de las personas que detentaban el estatus más elevado en estas sociedades.
Además, estas piezas de orfebrería muestran una clara relación con las de otros
países de la Europa atlántica.
Calcolítico precampaniforme en Galicia (Horizonte de
Rechaba. 3500-2250 a.C).
En esta etapa se
desarrolla la metalurgia del cobre con la fabricación de punzones, escoplos,
cinceles, hachas-escoplo y cuchillos curvos, mientras que la producción de
cerámica se caracteriza por loza lisa, globular y semiesférica.
Vaso globular. Cerámica tipo Penha. |
Por lo que se refiere
a los ajuares funerarios gallegos, se han encontrado mazas con perforaciones,
dobles hachas perforadas, puntas de flechas de sílex y cuentas de collares de
azabache, varicista y otras piedras de gran dureza. Tanto el sílex como la
varicista son productos que no se obtienen en Galicia y por lo tanto tuvieron
que llegar del comercio con otras zonas de la Península, en concreto de la
Meseta y Zamora.
En la etapa
precampaniforme las inhumaciones seguían siendo colectivas, como en el Neolítico.
En el IV milenio era frecuente la decoración de
los megalitos, la cual había comenzado de manera esporádica a finales
del V milenio y fue decreciendo durante
el III y II milenio. Otra novedad que se produce alrededor del III milenio es
la construcción de túmulos que carecen de arquitectura dolménica y en cuyo
interior sólo hay una estela decorada (Fábregas y Fuente).
Las estelas con
decoraciones antropomórficas vinculadas a contextos funerarios, son una muestra
de la realidad productiva y de la nueva situación social que conlleva la
aparición de una incipiente jerarquización. La figura humana adquiere una gran
importancia ya que es utilizada por los individuos que se hacen con el control de
los medios de producción para legitimar el nuevo orden social. Estas
representaciones simbolizan probablemente a antepasados influyentes,
posiblemente jefes relacionados con los nuevos dirigentes, y suponen un proceso
de jerarquización del espacio funerario. La temática antropomorfa era plasmada
de manera diversa en las distintas tradiciones locales que evolucionaron independientemente,
pero que entraban en contacto cuando las poblaciones que vivían en valles
separados coincidían en los corredores y pasos naturales o en los pastos de
altura a los que llevaban a sus rebaños. En estos lugares se compartieron las
diferentes variaciones locales de modo que se produjo una cierta homogenización
de algunos elementos culturales. De esta manera se explican las claras
similitudes existentes entre las estelas antropomorfas vinculadas a monumentos
megalíticos.
En la localidad de
Poio se encontró una estela antropomorfa que había sido reutilizada como tapa
de una sepultura medieval y que probablemente fuera un ortostato de alguno de
los megalitos que se encuentran en las cercanías (Gimeno).
Se trata de una losa
de 210 cm de alto y 66 cm de ancho, en la que en el centro de una de sus caras
hay diversos grabados, como serpentiformes así como una silueta rectangular de
apariencia antropomórfica de la que parten unos trazos hacia abajo que pudieran
ser los brazos y otros en la zona inferior que se corresponderían con los pies.
Este diseño es similar a la silueta de algunas placas decoradas halladas en
contextos funerarios del SO de la Península. Si bien la cronología de la Estela
de Poio es incierta, su datación aproximada es del 3100-2500 a.C.
Calcolítico Campaniforme gallego (2250-1990/1800).
La etapa denominada campaniforme recibe su nombre de los
recipientes de cerámica en forma de campana, que aparecen con tres formas típicas: vaso, cuenco y cazuela.
Por lo general son de color rojo y presentan una rica decoración, con motivos
geométricos de líneas horizontales y bandas, realizada empleando conchas,
peines y cuerdas.
El fenómeno
campaniforme es una manifestación de los cambios en la estructura social, que
se difundieron con los movimientos de las poblaciones calcolíticas por toda
Europa y N de África, si bien no está claro cuál es su origen ni el papel que
desempeñó en la difusión de la metalurgia del cobre. Es probable que la
cerámica campaniforme apareciera en la Península por primera vez en Andalucía
(Los Millares. Almería) y en Portugal
(Zambujal. Torres Vedras) y que desde estas zonas llegara a Galicia entre el
2600-2400 a.C. Se han recuperado restos en más de cien yacimientos gallegos
como el del túmulo de Cotogrande (Vigo), uno de los más antiguos, Chan de
Arquiña (Moaña) y San Salvador de Budiño (Porriño).
La cerámica
campaniforme procedente de ajuares funerarios es la de mejor calidad y aparece
junto al cadáver acompañando a objetos de cobre, como puntas de flecha tipo
Palmela y puñales de lengüeta, puntas de flecha de sílex, brazaletes de
arquero, botones de hueso con perforación en “V” y a veces objetos de oro.
Durante la fase
campaniforme tuvo lugar un notable aumento de la producción debido a la extensión de las
técnicas metalúrgicas y a la importancia económica que fue adquiriendo esta
actividad. De todos modos, resulta muy difícil diferenciar los objetos
realizados en la fase precampaniforme y campaniforme.
Por lo que se refiere
a las construcciones funerarias, en la etapa campaniforme se dejan de construir
las grandes cámaras megalíticas que son sustituidas por cistas rectangulares
que a veces presentan grabados con motivos de zigzags y ondulados. La falta de
visibilidad de este nuevo tipo de enterramientos ha permitido que muchos de
ellos hayan podido llegar íntegros hasta nuestros días y no hayan sido objeto
de pillaje como la mayoría de las mámoas.
Cista de Chan de Castiñeiras II (Vilaboa). |
Estas cistas albergaban
los cadáveres de personas de alto estatus que habían acumulado la mayor parte
de los excedentes generados por las nuevas técnicas de producción agrícola y
metalúrgica, una muestra más de la diferenciación social característica
de este período y de la importancia adquirida por la persona frente a la
comunidad.
Armas del Calcolítico
Entre los restos hallados
destacan las hachas planas de cobre sin aleación que aparecieron a mediados del
III milenio a.C. y cuyo diseño es idéntico al de las hachas de piedra utilizadas
en las labores agrícolas, aunque funcionalmente no sirven para este tipo de
trabajo por lo que tienen un valor simbólico más que práctico.
Otras armas que aparecen
en Galicia son los puñales de espigo plano y hoja triangular y la alabarda tipo
“Carrapatas”, según la clasificación de Schubart, que se caracteriza por
tener una gran hoja triangular de cobre con un fuerte nervio
central que crea dos partes prácticamente simétricas. Este tipo de
alabarda, muy semejante al de sus equivalentes inglesas y que se corresponde
con el tipo “Carn irlandés”, presenta dos acanaladuras paralelas al filo y se
sujetaba al mango mediante una lámina triangular con tres agujeros para los
clavos (Antonio de la Peña Santos).
Alabarda votiva de pizarra. Museo Arqueológico de Sevilla. |
Características de
este período son las puntas de flecha tipo Palmela, que reciben su nombre del
yacimiento situado en Setúbal donde fueron encontradas por primera vezl. Son de
cobre arsenicado y tienen una punta larga y ancha con un pedúnculo largo y
fuerte que permitía insertarlas firmemente en el astil de la flecha.
Punta de flecha Palmela. |
Otro elemento
distintivo del Calcolítico, asociado a la etapa campaniforme, son los
brazaletes de arquero de piedra pulimentada con una o dos perforaciones.
Los petroglifos gallegos
Una de las
expresiones culturales más genuinas del arte prehistórico de Galicia la
constituye el grupo gallego de grabados rupestres. Comenzaron a realizarse en
la transición entre la Edad del Cobre y la Edad del Bronce, prolongándose
durante casi todo este último período e incluso hasta comienzos de la Edad de
Hierro.
Laxe das Picadas (Montecelo. Poio). III-II milenio a.C. |
Si bien podemos
encontrar petroglifos en toda Galicia, es en el área de las Rías Baixas donde
aparece el mayor número y los diseños más elaborados, variados y complejos.
Destacan las llamadas “rocas panoplia” en la que aparecen labradas gran
cantidad de representaciones de armas, en una evidente exhibición de estatus y
poder con un claro mensaje disuasorio.
Auga da Laxe (Gondomar). |
Encontramos figuras de puñales y espadas cuya tipología corresponde
al III-II milenio, vinculadas al fenómeno campaniforme o epicampaniforme, y que
son muy semejantes a las armas bretonas y británicas. También hay alabardas del
tipo atlántico denominado “Carrapatas”, que guardan gran parecido con las
irlandesas y que podemos ver en al menos seis grupos de petroglifos gallegos:
Castriño de Conxo (Santiago de Compostela), Santiago de Breixa (Silleda), Xan
de deus (Moraña), Montecelo en A Caeira (Poio), Laxe da Chan (Cangas do
Morrazo), Poza da lagoa, en el monte Penide (Trasmañó. Redondela) y Auga da
Laxe I (Gondomar. Pontevedra).
Los ídolos cilíndro: A Caeira y Pedra das Ferraduras.
Durante el Calcolítico
se mantiene el sistema de creencias megalítico, pero gradualmente se va
incorporando una nueva mitología más compleja y elaborada. Así, el culto a la diosa madre de la
fecundidad y la fertilidad va cediendo en importancia y comienza a aparecer la iconografía
de los ídolos cilindros ibéricos, un fenómeno autóctono aunque influido por una
idea religiosa procedente del Mediterráneo Oriental, que será reinterpretada
aplicando elementos propios de la cultura indígena gallega.
Ejemplos de estas
nuevas influencias se han encontrado en la zona costera del SO de Galicia. En A
Caeira (Poio) se halló una pieza única en Galicia, consistente en un ídolo
cilíndrico muy bien pulimentado, de diseño sencillo, que no presenta más
decoración que un punto en una de sus bases y seis, sin orden aparente, en la
otra base. Este tipo de ídolo, que corresponde al tipo VI de la clasificación
realizada por Almagro, caracterizada por su diseño sencillo y la falta de
ornamentación, aparece en el C y S de Portugal y probablemente llegó a Galicia
siguiendo la línea de la costa.
La otra evidencia
arqueológica la encontramos en el espectacular grupo de insculturas de Pedra
das Ferraduras (San Xurxo de
Sacos), donde aparecen representados los dos aspectos de mayor valor ideológico
en la sociedad del Calcolítico.
Por una parte vemos la figura de un
antropomorfo que levanta sobre su cabeza una colosal espada, lo que claramente debe ser interpretado como un símbolo de poder
bélico, así como de prestigio y estatus social. Por otra parte aparecen
representados cuatro ídolos cilindro, símbolos de la dimensión mágico-religiosa
y funeraria.
Uno de estos ídolos posee cara, ojos y boca y todos ellos guardan
notorias semejanzas con el cilindro decorado encontrado en la sepultura de
Samarra (Sintra, Lisboa) (Leisner 1965).
Cilindro de Samarra. |
La presencia de estos ídolos
demuestra una cierta uniformidad de todas las sociedades del occidente
peninsular y las diferencias entre todos estos ídolos, pese a ser muy
evidentes, no son más que adaptaciones o interpretaciones regionales de esta
cultura común.
Manifestaciones
artísticas como la Pedra das
Ferraduras nos permiten
indagar sobre las creencias mágico-religiosas de las poblaciones gallegas del
Calcolítico, ya que es más que probable que nos hallemos ante el escenario en
el que los chamanes realizaban sus rituales mágicos. La figura del guerrero
situada en la parte superior del plano y que blande una gigantesca espada, es
claramente una demostración ostentosa de poder que buscaba inculcar la idea de
obediencia entre los miembros de la tribu.
Por lo tanto nos hallamos ante un
grupo representacional único que nos muestra de forma inequívoca el uso que el
poder y la religión hacían del arte como una forma de control social.
Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.
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