En el período Mesolítico (12.000-6.000 años a.C), momento en el que se produjo la transición del Paleolítico al Neolítico, los pobladores de la Península eran el resultado del cruce de los descendientes de cromagnones con los dolicocéfalos africanos capsienses o iberomauritanos, procedentes del N de África.
El hombre iberomauritano (15.000-10.000 años a.C) tenía similitudes anatómicas con los cromañoides, mientras que el hombre capsiense peninsular (8.000-4.000 años a.C) correspondía al tipo racial mediterráneo, probablemente también mezclado con cromañoides. Las actividades características de estas poblaciones eran la caza y la recolección de moluscos. Cuando la subsistencia basada en la caza-recolección llegó al punto en el que los recursos se agotaron, comenzó a surgir la vida en aldeas.
El hombre iberomauritano (15.000-10.000 años a.C) tenía similitudes anatómicas con los cromañoides, mientras que el hombre capsiense peninsular (8.000-4.000 años a.C) correspondía al tipo racial mediterráneo, probablemente también mezclado con cromañoides. Las actividades características de estas poblaciones eran la caza y la recolección de moluscos. Cuando la subsistencia basada en la caza-recolección llegó al punto en el que los recursos se agotaron, comenzó a surgir la vida en aldeas.
La difusión del Neolítico por Europa se retrasó debido a que el entorno en el que vivían los cazadores europeos mesolíticos difería radicalmente de los ecosistemas de Oriente Medio, por lo que las especies domesticadas no pudieron ser introducidas directamente, sino que cereales como el centeno, la avena y el mijo tuvieron que experimentar grandes transformaciones para poder adaptarse al clima más frío y húmedo de Europa.
Paulatinamente
las comunidades agrícolas se fueron estableciendo en Europa, primero en
Grecia hacia el 8500 a.C, luego en Hungría, cuenca del Danubio y hacia el 6.000
a.C. ya habían llegado al Mar del Norte, el S de Inglaterra y a España. En la Península Ibérica habitaban hombres neolíticos de las razas alpina (braquicéfalos asturianos), mediterránea grácil, euroafricánida, pirenáica-occidental, e incluso persistían individuos
cromañoides. Estas
poblaciones entraron en contacto y así se difundió entre ellas la
agricultura, los nuevos métodos para trabajar y pulir la piedra y el
uso de vasijas de cerámica.
Mediante la agricultura, los hombres neolíticos obtenían semillas de trigo, cebada, centeno y avena que
al principio se comían directamente. Más tarde aprendieron a emplear molinos de
piedra para obtener harina, que se mezclaba con agua y luego se cocía. Con
el descubrimiento de la fermentación la masa comenzó a hornearse y se inició la elaboración de cerveza. Según avanzaba el Neolítico las
técnicas agrícolas fueron perfeccionándose, aparecieron los primeros arados de
tracción animal y poco a poco la roza fue reemplazada por el barbecho y el uso del abono.
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Molino navicular. Matamá (Vigo) |
Cuando las comunidades agrícolas veían incrementada rápidamente su población, siempre optaron por la intensificación del cultivo de plantas por encima de la cría de animales, ya que el rendimiento neto de calorías obtenidas por cada caloría de esfuerzo humano invertido es diez veces superior en la producción agrícola con respecto a la ganadera. De todos modos, la carne también era necesaria ya que aportaba todos los aminoácidos que requiere nuestro organismo, cosa que no sucede con ningún vegetal sino que es necesario una combinación de varios para conseguir una alimentación equilibrada (Marvin Harris).
A partir del V milenio a.C las poblaciones neolíticas comenzaron a realizar quemas de bosques para abrir claros donde plantar cereales, lo que en Galicia sucedió en mayor medida en el S. La desaparición de zonas de bosque provocó un incremento de los procesos erosivos debidos a la acción humana. Debido al empobrecimiento de la tierra, estos grupos humanos no permanecían durante largo tiempo en un mismo lugar y se veían obligados a buscar nuevas zonas una vez que habían agotado la productividad de los suelos. Los campamentos por lo tanto eran itinerantes y la explotación agrícola seguía complementándose con labores de recolección de bellotas de roble. También existía la trashumancia vinculada al pastoreo, lo que favorecía el intercambio cultural entre distintas comunidades.
La intensificación de la producción provocada por la presión reproductiva del ser humano llevó de manera ineludible a la sobreexplotación de la naturaleza y al agotamiento de los recursos, lo que hace unos seis mil años desencadenó la aparición de nuevos sistemas productivos basados en mayor cantidad de trabajo, cada vez más arduo, explotación y represión. Emergieron sociedades más complejas y jerarquizadas en las que una minoría poseía las tierras productivas, mientras que las clases bajas perdieron el libre acceso a los alimentos y tuvieron que someterse a las élites, pagando su comida con tributos y con trabajo extra.
¿Cuándo comenzó el Neolítico en Galicia?
El análisis de los diagramas polinológicos nos permite detectar la presencia de plantadas cultivadas y de aquellas que son difundidas
por el hombre. Si unimos los resultados de estos análisis a la datación
de los monumentos megalíticos, cuya aparición se produce en el período Neolítico, podemos concluir que el Neolítico gallego comenzó unos 5.500 años a.C.
Es posible que las influencias neolíticas llegaran a Galicia a través de las Rías Baixas, la Baixa Limia y el valle del río Támega. Una cuestión que queda por resolver es si antes del comienzo del megalitismo galáico-portugués ya existían agricultores neolíticos, o si fueron los constructores de los dólmenes y menhires los que difundieron estas técnicas. Algunos hallazgos arqueológicos como cerámicas encontradas en el yacimiento de O Reiro (Arteixo) parecen demostrar la existencia de un Neolítico más antiguo (5.500 años a.C.) anterior a la cultura dolménica, aunque de carácter aislado y poco difundido.
Es posible que las influencias neolíticas llegaran a Galicia a través de las Rías Baixas, la Baixa Limia y el valle del río Támega.
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Casa dos Mouros (Vigo) |
Las poblaciones neolíticas gallegas se asentaban en lugares guarecidos entre las rocas o bien creaban refugios al aire libre, cavando zanjas en las que colocaban postes sobre los que disponían una cubierta hecha con ramas y vegetación. Estos asentamientos se emplazaban tanto en las penillanuras, cerca de los megalitos, como en zonas situadas en terrenos más elevados o incluso en la franja costera. Debido a la abundancia y dispersión de los megalitos, podemos concluir que Galicia existía una considerable población muy repartida por todo el territorio y organizada en pequeños núcleos sociales que vivían de la agricultura, la ganadería y la caza. Esta fragmentación de la población y su dispersión son típicas de Galicia, aún en los tiempos actuales.
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Azada neolítica. Museu da Sociedade Martíns Sarmento (Guimarães). |
Por los hallazgos arqueológicos sabemos que los hombres
neolíticos se adornaban con colgantes de piedras y de frutos.
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Brazalete. Museo de Córdoba |
También esculpían figuras de ídolos y empleaban
el ocre para realizar pinturas, como las que podemos ver en el interior de
algunos dólmenes.
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Ídolo de Pumares (Ribela, A Estrada) (5500-3500 a.C.) Museo de Pontevedra |
Ya en esta época se producían interacciones entre los pueblos que poblaban
el oeste de la Península Ibérica y existe constancia de que mantenían relaciones de intercambio de bienes. Pruebas de este comercio son las piezas de sílex de color blancuzco que han aparecido en diversos yacimientos de Vigo, Gondomar y Porriño, datadas en el IV-III milenio a.C. Como en Galicia las rocas predominantes son los gneis y pizarras y no existen otro tipo de materiales más recientes como el sílex, estas piezas tuvieron a la fuerza que ser traídas desde las zonas productoras situadas en el N de la Meseta y centro de Portugal. Existía por lo tanto una ruta comercial que transportaba el sílex hasta Galicia, donde era canjeado por excedentes de grano y objetos. Una vez aquí, las personas que adquirían estas grandes láminas las cortaban a su medida para adaptarlas al uso que les fueran a dar (Abad Gallego).
Para poder llevar a
cabo estos largos viajes era preciso transitar por aquellos lugares que permitían
pasar a través de las montañas hacia zonas llanas o valles, por los que era más
fácil desplazarse. Es precisamente en estos planaltos donde vamos a encontrar las
mayores concentraciones de túmulos. En estos lugares abundaba el granito para erigir estas monumentales construcciones, lo que evitaba largos transportes y facilitaba el trabajo al tratarse de terrenos llanos.
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Dolmen de Axeitos (Ribeira) |
Bibliografía:
Abad Gallego, X.C. El utillaje en sílex de la bahía de Baiona.
Fábregas Valcarce, R. Megalitismo del Noroeste de la Península Ibérica. Tipología y secuencia de los materiales líticos.
Harris, Marvin. Introducción a la antropología general.
Harris, Marvin. Caníbales y reyes.
Harris, Marvin. Vacas, cerdos, guerras y brujas: los enigmas de la cultura.
Lombera Hermida, A; Rodríguez Rellán, C; Vaquero Rodríguez, M. El sílex en el NW de la Península Ibérica. Un estado de la cuestión.
Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.
Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.
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