Las
grandes citanias del NO peninsular fueron construidas siguiendo un
“proto-urbanismo castreño de influencia mediterránea” (Sande Lemos),
que se caracterizaba por un diseño basado en un eje principal, de N a S,
que se ramificaba ortogonalmente en calles transversales formando barrios, los
cuales a su vez se subdividían en unidades habitacionales en cada una de las
cuales residían los miembros de una familia extensa. Estas citanias del SO de
Galicia y el N de Portugal constituyeron en su momento la arquitectura doméstica y el
urbanismo más complejo y monumental de toda la Europa Atlántica.
En
algunas de estas citanias, como en la de Briteiros, se conservan restos de las
saunas descritas por Estrabón (III, 3, 6) donde los habitantes de los castros
tomaban baños de vapor y después se lavaban con agua fría. Los usuarios bajaban
por unas escaleras hasta el patio exterior, donde se desvestían y lavaban.
Luego, para ir aclimatándose, pasaban a la antecámara donde había una
temperatura templada. Desde aquí, a través del agujero de la pedra formosa,
accedían a la sauna de la cámara y después realizaban el recorrido en sentido
inverso para finalizar en el patio donde se daban un vigorizante baño frío.
Otros
restos arqueológicos característicos de la cultura galaica son las estatuas de
guerreros encontradas en el S de Galicia
y N de Portugal. Se trata de representaciones bastante rudimentarias de
guerreros armados con pequeños escudos circulares y puñales de puño redondo,
vestidos con túnicas ceñidas con cinturón, con torques en el cuello y
brazaletes en los brazos.
También son
de destacar las esculturas utilizadas en la decoración de las cabañas y en las
que predominan los motivos solares típicos de la cultura indoeuropea, como son
los trískeles, tetraskeles y esvásticas, como las representaciones de
esvásticas y tetraskeles las del castro portugués de Briteiros, los de Santa
Tegra y A Troña.
Pueblos indígenas de la Callaecia
Tradicionalmente
se denominan Oestrymnios a los aborígenes del NO de la
Península Ibérica. Se trata de una antigua población eneolítica y posteriormente
de la Edad de Bronce, probablemente procedente del N de África.
De acuerdo
con lo planteado por Carlos Búa (Dialectos indoeuropeos na franxa occidental
hispánica) el nombre de Callaecia procede del indoeuropeo kal-n-e (montaña) y
por lo tanto los Callaici eran “los montañeses” y Callaecia
“la tierra montañosa”. Esta interpretación explica a la perfección el
nombre que reciben tres sierras del SO de Galicia que se alinean en dirección
N-S: Serra do Galleiro (Pazos de Borbén, Mos y Ponteareas),
Serra do Galiñeiro (Gondomar) y Serra do Argallo (Baixo
Miño).
Autores como
Ptolomeo, Plinio y Mela describen a las tribus prerromanas que habitaban el SO
de Galicia y NO de Portugal: grovii, limici, leuni, seurbi,
brácari... A ojos de los geógrafos e historiadores griegos y romanos,
estas tribus constituidas de manera natural por familias y clanes, formaban un
pueblo salvaje que había convertido la guerra en una de sus principales
ocupaciones. Las primeras referencias en textos históricos sobre estas
poblaciones indígenas son las que aparecen cuando se incorporaron como
mercenarios en los ejércitos cartagineses de Aníbal en el siglo III a.C.
A pesar de
esto, actualmente son muchos los autores que ponen en cuestión el carácter guerrero
de estas poblaciones y consideran que sus principales ocupaciones eran la
agricultura y la ganadería. En los prados húmedos cultivaban millo y lino y
en los más secos trigo y cebada. Los bosques de roble y alcornoque suministraban bellotas para el ganado porcino y en las laderas de las montañas se alimentaba y criaba ganado bovino, ovino y caprino. La cebada fermentada se empleaba para
elaborar cerveza y con la llegada de los romanos comenzó el consumo del vino.
También
disponían de abundante material de construcción proveniente de los
afloramientos graníticos situados en las partes superiores de los montes. Para
la extracción de la piedra se empleaba un método que consistía en realizar
líneas de fractura en las rocas mediante pequeños orificios, en los que se introducían
cuñas de madera que se dilataban al ser mojadas, lo que provocaba que el
granito se quebrase al ejercer presión sobre él.
Los centros
de la actividad económica eran los
principales castros (Tegra, Briteiros, Punta do Vento en Vigo) a donde llegaban
tanto los productos de las montañas del interior (metales como el oro, la plata
y el estaño), como los procedentes de la costa (principalmente la sal), así
como bienes de lujo de origen mediterráneo, como telas o cuentas de collar.
Por lo que
se refiere al antiguo debate sobre la supuesta presencia de celtas en
Callaecia, los autores antiguos (Apiano, Estrabón, Plinio y Pomponio Mela)
señalaron tres localizaciones para los "celtas peninsulares": desde
La Rioja a Cuenca a través de La Mancha; S de Portugal, Badajoz, Sevilla y
Córdoba; Callaecia.
Los belovacos belgas
se establecieron en la Meseta y dieron lugar a las tribus de celtíberas de los
arévacos, belos y tittos. Los arévacos tenían su centro en
Soria y en las montañas al N de esta provincia se establecieron los belendones,
cuyo nombre es igual al de una tribu de Aquitania.
La
"celtización" de España se atribuye a los celtíberos, pero gallegos,
astures y cántabros sufrieron muy poco y tarde esta influencia, por lo que el
componente indoeuropeo de Callaecia responde más a la influencia
arcaica del Bronce Final que a la celtíbera de la Edad del Hierro, tal y como lo corrobora Plinio al afirmar que sólo unas pocas tribus galaicas son celtas.
Bosch-Gimpera
cree que alrededor del 700 a. C. llegaron a la Península los cempsi y sobre el 650-600 a.C.
los sefes, turones y nemetes.
Los sefes deben su nombre a la raíz
indoeuropea “saeph” que significa serpiente, nombre que le dieron los romanos
ya que este animal era su dios nacional y representaba el poder guerrero,
motivo por el cual lucían la efigie de una serpiente en sus escudos. Los
sefes habitaban las riberas del Rhin hasta que tuvieron que desplazarse junto
con otros muchos pueblos debido a la presión que ejercían las tribus germanas.
Según Bosch-Gimpera, en el 600 a.C. llegaron a la Meseta y continuaron hacia el
O, dirigiéndose al valle del Coa (Vilanova de Foz), N de la Serra da Estrela,
costa N de Portugal y S de Galicia. Tras ellos llegaron los tundros que se
establecieron en Tras-os-Montes.
Los autores
clásicos como Avieno describen la llegada de una invasión de serpientes a
Oestrymnia y por ello pasó a ser denominada Ophiusa. Su territorio venía a
coincidir con el Convento Bracarense, a ambas márgenes de la cuenca del río
Miño en Galicia y Portugal. La existencia de cultos ofiolátricos aparece en las
representaciones de serpientes de varios castros galáico-portugueses, como el
de Baldoeiro en Tras os Montes (Portugal), las del castro de Penalba, en Campo
Lameiro (Pontevedra), o la serpiente en posición heráldica del castro de
A Troña, en Ponteareas (Pontevedra). En cualquier caso está aún por establecer
el origen de este tipo de cultos.
Junto a
estas tribus viajaban otras de origen germánico como los pemanos y eburones. Los pemanos se establecieron en la provincia de Lugo, como lo demuestra una
inscripción romana que se refiere a Dea Poemana, mientras que los eburones se
dirigieron a Portugal como lo atestiguan los topónimos Ebura (Évora) y
Eburobritium (Óbidos).
Pero además
de cómo invasores, celtas, galos y germanos llegaron también como inmigrantes, de manera pacífica
y esporádica, huyendo de la presión de otras tribus
germanas. El propio Julio César, cuando en el 49 a.C. se hallaba en Lérida, narra como cruzaron los Pirineos un grupo de 6000
personas, sin jefe ni organización, que se unieron a las tropas romanas para
disfrutar de su protección (Antonio García y Bellido).
También
tenemos conocimiento de una migración conjunta que realizaron los turdetanos y
una de esas tribus celtas, y que les llevó desde el río Anas (Guadiana) hasta A
Limia y Fisterre, siguiendo la antigua ruta comercial del estaño
entre Callaecia y Tartessos. Los turdetanos eran un pueblo ibero
que habitaban la zona en la que anteriormente vivían los tartesios, es
decir, Cádiz y Huelva. Eran conocidos por ser un pueblo culto que poseía un
alfabeto que no era ibero sino derivado del tartesio. Celtas y turdetanos
fueron compañeros de viaje hasta llegar al río Léthes (Limia) o “río del
olvido”, como lo llamaban los romanos. Los turdetanos eran los guías ya que
conocían la ruta, pero al llegar a Callaecia decidieron dar media vuelta y volver
al S de la Península, abandonando a los celtas, los cuáles permanecieron
en Callaecia sin mezclarse con la población indígena (Plinio).
Herodoto (484 a 425 a. C.) cita a varias tribus como los lubaeni (Monçao), turodi y nemetati (Chaves y Braga), luanci (Tras os Montes) y los caelerini (Beira Alta). Entre las tribus del sur de Galicia estaban los grovios, que habitaban desde Tui hasta la costa S de la ría de Arousa, los cilini de Aqua calidae (Caldas de Reis), los narbasios, que vivían en Ourense, los bibali de Viana do Bolo, los limici de A Limia y los quacerni de Baños de Bande.
Herodoto (484 a 425 a. C.) cita a varias tribus como los lubaeni (Monçao), turodi y nemetati (Chaves y Braga), luanci (Tras os Montes) y los caelerini (Beira Alta). Entre las tribus del sur de Galicia estaban los grovios, que habitaban desde Tui hasta la costa S de la ría de Arousa, los cilini de Aqua calidae (Caldas de Reis), los narbasios, que vivían en Ourense, los bibali de Viana do Bolo, los limici de A Limia y los quacerni de Baños de Bande.
Ptolomeo
describió con detalle las tribus que habitaban el N de Callaecia: capori de
Lugo, seurri de A Fonsagrada, lemavi de
Dactonium (Monforte de Lemos) y tiburi y gigurri del
SE.
Los ártabros ó arotrebas vivían
en el convento lucense que se extendía hasta la Serra do Rañadoiro por el E y
por el curso del Navia hasta Pedrafita. Entre las tribus ártabras destacaban los pretamaricos y supratamaricos de
las dos riberas del Tambre; los baeduos de Betanzos y los nerios,
que eran la tribú ártabra más importante y cuya capital era Flavium
brigantium (Arteixo). Dugium era un puerto nerio que comerciaba ámbar con
oriente, existiendo otras poblaciones nerias en Claudiomerium (Cabo Ortegal) y
Novium (Noia). Al desaparecer el foco comercial de Fisterre su actividad pasó a
la pequeña metrópolis portuaria de Iria. Entre los jefes nerios destacan Brandomil,
Gundáriz, Folgar, Brandoñas, Corcoesto y Maroñas.
Un lugar que aparece descrito por Artemidoro de Efeso, alrededor del 100 a.C, era el Promontorio Nerio, destino de peregrinos de cultos solares orientales que creían que tras las aguas del cabo
Nerio se hallaba la morada de los muertos. Este autor cuenta que allí se adoraba al Ara Solis,
una figura que representaba un sol de oro situado sobre un gran cáliz de
estaño, que se hallaba en un templo formado por cuatro columnas de granito
cubiertas por una cúpula. Alrededor de lugar había grupos de tres o cuatro piedras esparcidos por doquier y los visitantes las hacían rodar y cambiaban de sitio, después de haber ofrecido libaciones. Por la noche no se podía acceder ni realizar sacrificios ya que durante esas horas el monte se convertía en la morada de los dioses
Cuando se buscan referencias antiguas sobre la Callaecia con frecuencia se recurre a la obra Geografía del historiador griego Estrabón (64-63 a.C 19-24 d.C), aunque probablemente la Callaecia es probablemente la zona menos documentada por este autor. Estrabón tomó como fuente casi única a Posidonio de Apamea, quien estuvo en Hispania hacia el 90 a.C. y recogió las aportaciones de otros historiadores como Artemidoro de Efeso y Polibio.
Estrabón escribió que los galaico-portugueses adoraban a un dios sin nombre, al que veneraban en noches de luna llena cantando delante de sus casas. Afirmaba que los lusitanos mostraban gran querencia por las artes de la adivinación y que adoraban a las fuerzas de la naturaleza.
Estrabón escribió que los galaico-portugueses adoraban a un dios sin nombre, al que veneraban en noches de luna llena cantando delante de sus casas. Afirmaba que los lusitanos mostraban gran querencia por las artes de la adivinación y que adoraban a las fuerzas de la naturaleza.
Entre los más de sesenta dioses
de la Callaecia destacaban Candiedo y Decertios,
ambos de carácter solar. También están Cariociecus o Bodus (dios
de la guerra), Cosus, Aernus, Edovius (dios de las aguas
termales, al que está dedicada un ara encontrada en Caldas de Reis), Tameobrigus,
Banduaetobrigus, Poemana (diosa adorada en Lugo), y Bandua,
nombre casi idéntico a Bandia, la Dama Blanca de las mitologías indoeuropeas.
Silio
Itálico narra como los guerreros ibéricos marchaban al combate cantando los
himnos de sus distintas naciones. Plinio describía a los hispanos empleados por
Roma para vencer a los galos, como "corporum humanorum duritia" y
Pompeyo Trogo los define como: "dura omnibus et adscricta
parcimonia". El geógrafo
romano Estrabón relata como se entrenaban en el pugilato, la carrera y como
realizaban simulacros de escaramuzas y batallas.
Estrabón afirma que los pueblos del N peninsular practicaban la covada, costumbre por la que las mujeres después de parir cuidaban a sus maridos y les obligaban a guardar reposo en vez de hacerlo ellas.
Estrabón afirma que los pueblos del N peninsular practicaban la covada, costumbre por la que las mujeres después de parir cuidaban a sus maridos y les obligaban a guardar reposo en vez de hacerlo ellas.
La presencia
romana en Galicia comenzó en el 137 a.C con la campaña de castigo contra la
Lusitania emprendida por Decimus Junius Brutus y que le llevó hasta
el río Limia, para después continuar avanzando hasta el Miño y alcanzar la
costa. Decimus Junius Brutus se enfrentó a los brácaros, a los que sometió pese
a que en su ayuda acudieron sesenta mil galaicos de las tierras situadas al N
del Miño. La derrota infringida por Decimus Junius a los galaicos le valió el
sobrenombre de Callaecus.
Mientras los griegos resaltan la irracionalidad que
mostraban los galaicos, los romanos destacan su carácter orgulloso, su
valor, su vehemencia y combatividad, su resistencia y la fidelidad que
mostraban a sus jefes, cualidades por las que estos guerreros fueron llevados a
Roma como guardia personal de importantes personajes.
Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.
Nota: Los dibujos de petroglifos que aparecen en este artículo han sido realizados mediante una aplicación informática para la edición y retoque fotográfico.
Las fotografías de este artículo han sido realizadas por Francisco Javier Torres Goberna ©.
Nota: Los dibujos de petroglifos que aparecen en este artículo han sido realizados mediante una aplicación informática para la edición y retoque fotográfico.
Me parece muy sugerente tu artículo sobre la posible celtización de Galicia. Por mi parte, después de haber leído bastante sobre el particular, sigo no teniendo claro que Galicia fuese celtizada. No tanto porque no exista toponimia que lo acredite y algunas otras pruebas más o menos discutibles, sino porque he llegado a comprender la dificultad de definir el concepto celta. En fin, seguiremos intentándolo.
ResponderEliminarAntes de nada, te felicito por tu blog.
ResponderEliminarRespecto al artículo, quería comentarte que Éforo (en el siglo IV a C) y Eratóstenes (en el siglo III a C) señalaron que toda la costa atlántica de la Península Ibérica (desde los Pirineos hasta la zona de Cádiz o Gadir) estaba entonces habitada por una población céltica o por una población "gálata". Aunque el geógrafo Estrabón criticó posteriormente las afirmaciones de estos dos autores griegos, hay que tener en cuenta que Eratóstenes (antiguo director de la Biblioteca de Alejandría) había conocido la obra perdida del navegante Piteas de Massalia, quien recorrió esas costas en la segunda mitad del siglo IV a C. Por otro lado, Julio César indicó (en un pasaje de "La Guerra de las Galias") que los galos se llamaban celtas a sí mismos, y en el Occidente peninsular se han documentado antropónimos (de época romana) como Celtius, Celtiatus, Celtienus, Arceltus y Conceltus (alguno de ellos en Gallaecia).
Las citas de Éforo y Eratóstenes (comentadas por Estrabón) son las siguientes:
"Éforo exagera tanto el tamaño de la Céltica que engloba en ella la mayor parte de lo que hoy llamamos Iberia, hasta Gadira."(Estrabón: Geografía IV, 4, 6)
"También señala (Polibio), con razón, que Eratóstenes desconoce Iberia y que, en ocasiones, da de ella informaciones que están en pugna, como cuando dice que hasta Gadira su parte exterior está habitada por los gálatas y, si éstos ocupan la parte occidental de Europa hasta Gadira, se olvida después de ellos y en su itinerario por Iberia no se acuerda por ningún lado de los gálatas."(Estrabón: Geografía II, 4, 4)
Un cordial saludo